Tras sufrir un accidente automovilístico, Liam (Diego Klattenhoff) despierta sin recordar lo ocurrido ni su nombre. Tan pronto vuelve a la carretera a pie, es testigo de un nuevo incidente, donde la conductora de un automóvil pierde el control y fallece sin razón alguna y sin impactarse contra nada. Un color blanquecino en sus ojos es lo único que llama la atención. Mientras se dirige al pueblo para buscar ayuda, presencia la muerte de varias personas que, de un momento a otro, se desploman. De nuevo, los ojos de los fallecidos resaltan por tener exactamente el mismo tono. Sin saber los motivos y creyendo que se trata de una suerte de virus, Liam huye hacia su casa encerrándose para evitar el contagio. Sin embargo, luego de que las autoridades desmientan que se trata de una sustancia en el aire o de un acto terrorista, Liam cae en cuenta de que la causa es él mismo: todo aquel que se acerque a más de cierta distancia, muere repentinamente. Todos, incluyendo animales y personas, excepto una mujer, Jane (Charlotte Sullivan), quien parece inhibir aquello que provoca las muertes y quien, además, iba con él al momento de sufrir el accidente. Sin embargo, tampoco recuerda nada.
Más allá de las actuaciones acartonadas y forzadas, y de los problemas de guión que, inevitablemente, distraen al espectador —por ejemplo: las obviedades, la sosa resolución o la débil construcción del filme como una historia policiaca, pues Liam, abruptamente, lo resuelve todo con conjeturas súbitas—, hay algunos elementos rescatables que nos mantienen atentos hasta llegar al final. El primero de ellos es la anécdota: los primeros minutos del filme nos enganchan porque los directores Caroline Labèche (Second Opinion, 2017) y Steeve Léonard (Sans dessein, 2009) logran abordar la historia con la tensión suficiente para plantearnos el misterio de lo que, de un momento a otro, comienza a ocurrir. El problema es que las líneas dramáticas del filme se van acumulando hasta diluirse y obstaculizarse una con la otra, dejando atrás el hilo principal (y el más interesante): el motivo de las muertes y de las cualidades sobrenaturales de los protagonistas. La historia se sale de las manos de los directores y guionistas de la película hasta transformarse en un pastiche pobre que mezcla el thriller psicológico con la ciencia ficción y con una frágil historia de amor. Por otra parte, resulta destacable la paleta de colores elegida en coordinación con el cinefotógrafo Simon Villeneuve (Manigances, 2012), pues los tonos azulados del paisaje no sólo resaltan por su carácter simbólico, el cual resignifica el ambiente al dotarlo de rasgos apocalípticos construyendo una atmósfera extraña, enferma y solitaria, sino que, por momentos, nos presentan bellas imágenes de un mundo invadido por las propiedades y los enigmas de la muerte.
Fecha de estreno en México: 16 de marzo, 2018.