Minicrítica de Las tetas de mi madre
Aunque Carlos Zapata define el Bronx como la “verdadera Bogotá”, son pocos los que se atreven a explorar sus calles de olvidados. Ni siquiera la policía entra ahí. Se da por hecho que la vida de sus habitantes –sumida en las drogas, la violencia, la mierda– irá de la inmundicia a la autodestrucción. Pero a Zapata no le interesó retratar la historia de su filme en este barrio por razones sociológicas, altruistas o políticas, mucho menos por usar la pornomiseria a favor de su trabajo. Su razones fueron personales, incluso autobiográficas. El joven director, nos dice en entrevista, salió de estos barrios tras la muerte de un amigo, por su hijo y por el cine, pero su caso es atípico, extraordinario.
Las tetas de mi madre está narrada desde el punto de vista de Martín (interpretado por los gemelos Billy y Santiago Heins), un niño que padece complejo de Edipo, que pasa la mayor parte del tiempo solo y que en ese deambular conoce a Cacharro (Joseph Rueda), otro niño de su edad pero forrado en plata gracias a su oficio de dealer, que le permite costearle la adicción al basuco de su madre. Zapata nos ofrece una entrada sin concesiones a este mundo de pobreza económica, de destrucción familiar, de abandono de los niños, y a los corazones de sus personajes, que a través de la amistad que forjan demuestran que no replican la miseria de la que se rodean.
En entrevista con Carlos Zapata, nos habló sobre las motivaciones personales del filme, de su cine en general y sobre lo que para él esconden las diferencias sociales tan marcadas en la Bogotá que retrata.
SOR (@SofOchoa)
Las tetas de mi madre estrena el 5 de noviembre en Colombia.