Río de Oro, Cesar, Colombia
Febrero 6, 1981
Entrevista: Alfonso Flores-Durón (@SirPon) y Sofía Ochoa (@SofOchoa)
Edición: Sofía Ochoa
Apenas en su tercera película, Ciro Guerra, cineasta colombiano, ha cincelado una obra mayúscula. Más que cincelar, de hecho, debe hablarse de un trabajo que involucra un exigente esfuerzo de investigación, de entendimiento del tema que quiere abordar, es decir, de la forma tan diferente que tienen las comunidades indígenas del Amazonas de concebir el mundo respecto a la cultura occidental y, en esa búsqueda, encontrar el terreno en que es posible detectar aquello que nos hace iguales como personas. Y desde ahí, con toda la problemática que representaba la filmación en términos técnicos, logísticos y de compromiso humano, ir confeccionando, plano a plano, con la cámara y el sonido, el registro de una historia que envuelve, que hipnotiza, que hace reflexionar y que destila belleza estética y espiritual a cada momento.
A pesar de que El abrazo de la serpiente es un viaje por el tiempo, con un indígena del Amazonas, Karamakate (Nilbio Torres en su versión joven; Antonio Bolivar en la crespuscular), como un auténtico Virgilio que nos sirve de guía por la severa selva, sus misterios, sus peligros y sus encantos, es también una expedición por los territorios de los sueños y la fantasía, ahí donde se escarcean con una realidad que puede orillar a la locura, pero también a la sabiduría (si es que no son la misma cosa).
Filmado en un hermoso blanco y negro, tan evocativo como enigmático, El abrazo de la serpiente representa un enorme progreso en la carrera de Guerra, que lo hizo triunfar en Cannes, que lo tiene nominado al Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera pero, sobre todo, que lo ha acercado a conocer de forma más próxima las cosmovisiones que nuestra cultura se aferra a ignorar, cuando no a exterminar.
AFD
El abrazo de la serpiente estrena el 12 de febrero en México.