Ir a ver películas es divertido, ¿verdad? Un bandito escape de la presiones diarias de la vida moderna. Pero desde aquel momento en que un forajido dirigió su pistol cargada directamente hacia la audiencia en The Great Train Robbery (1903), los cineastas se han deleitado haciéndonos sentir amenazados, ansiosos, al filo de la butaca. Las técnicas pueden haber sido desarrolladas, pero desde los categóricos sustos en escenas de las que provocan brincos de Val Newton, hasta la sofisticada brutalidad emocional de Lars von Trier, pese a sus diferencias, las intenciones y el resultados son esencialmente los mismos: hacer que el espectador se siente en un espacio confinado, para después dirigirle los aplastapulgares (instrumentos de tortura) durante 90 minutos o más.
Es complicado señalar el atractivo preciso de un filme verdaderamente estresante. Por ejemplo, el más reciente lanzamiento de Netflix, Uncut Gems, una obra maestra en implacable tensión, de esa que taladra el cerebro, en la que Adam Sandler interpreta a Howard Ratner, un joyero neoyorquino con un aparente deseo de autodestrucción. La vida de Howard parece perfecta: es un buen tipo, con mucha lana, tiene como clientes a varias celebridades formadas para comprar sus creaciones y justo acaba de hacerse de una exótica gema etíope. Pero, de alguna manera, no puede dejar de darse balazos en el pie.
Al ver un filme como Uncut Gems, ¿intentamos extraer lecciones de vida o una lista de cosas que no debemos hacer? ¿Tratamos de hacernos sentir mejor a nosotros mismos con lo que en comparación son nuestras insignificantes ansiedades? ¿O simplemente somo unos glotones de castigo, hambrientos de vivir una intensa experiencia que, en última instancia, no es realmente amenazante y que lleva consigo un sentido de alivio?
Cualquiera que sea la razón, las películas estresantes suelen ser de las más memorables. Aquí el British Film Institute, propone 10 de las mejores.
His Girl Friday (1940)
Dir. Howard Hawks
Aunque no lo parezca, la comedia puede ser uno de los géneros más estresantes (toda vez que trata de ir creando tensión y de la liberación de la carcajada). En los 30 y los 40 la ‘screwball comedy’ (comedia de enredos) de Hollywood tomaba situaciones cotidianas –matrimonios, divorcios, despidos laborales, arrestos equivocados- y los interpretaban en tono de farsa, golpeando a la audiencia con latigazos en el desarrollo de la trama y chispazos en los diálogos hasta que la dejaban tambaleante, intentando descifrar qué fue lo que sucedió y por qué fue tan gracioso.
Adaptada de la pieza de Broadway The Front Page, protagonizada por Cary Grant como un reportero labioso que trata de recuperar a su ex esposa a punto de contraer su segundo matrimonio, His Girl Friday es un torbellino de malentendidos, delitos y enredos románticos, todos centrados en un recurso de la trama que no es nada cómico: una ejecución inminente. Es tan hilarante como extenuante.
The Wages of Fear (1953)
Dir. Henri-Georges Clouzot
Cuando uno de sus pozos en un lugar remoto se incendia, la Southern Oil Company contrata a cuatro hombres desesperados para llevar a cabo una misión imposible: conducir dos desvencijados camiones cargados con nitroglicerina a través de la densa selva y sobre el desierto alto hasta el lugar de la explosión, todo al tiempo que sabemos que cualquier cosita podría encender los sudorosos explosivos.
Pero el bien desarrollado y angustiante filme de Clouzot no entró en esta lista puramente por el impagable gancho de altísima calidad que presenta. Para cuando los camiones inician su camino, más o menos a mitad del filme, ya nos encontramos al filo de la butaca mientras nuestros impotentes antihéroes –dos franceses, un italiano, un alemán- se encuentran abandonados en un sofocante pueblo sudamericano, un gastado infierno del que parece no haber escapatoria. Y, pues, termina resultando que solo hay un camino para salir de esa pesadilla viviente y es el mismo que todos tomamos, tarde o temprano.
The Trial (1962)
Dir. Orson Welles
Persecuciones ilegales son el tema de varios de los filmes en esta lista, y nunca ha habido una expresión más opresiva de esto que la de El proceso de Franz Kafka. El héroe del libro es Josef K, un cajero de banco que es arrestado por el estado por un crimen no especificado y atormentado mediante una serie de pruebas cada vez más confusas y surreales.
Habituado a los laberintos burocráticos, el exiliado de Hollywood, Orson Welles, adaptó el libro a principios de los sesenta, y lo rodó en locaciones que encontró a lo largo de Europa, incluso la abandonada Gare d’Orsay, en París, y una sala de exhibiciones a las afueras de Zagreb, donde 850 extras fueron contratados para teclear en 850 máquinas de escribir, una visión del infierno más convincente que cualquier pozo incendiado. Anthony Perkins está perfecto como K, un hombre insignificante acosado por fuerzas que van más allá de su imaginación o control, y el reparto está redondeado con los mejores actores de carácter europeos, varios de ellos doblados al inglés en posproducción por el propio Welles, quien le dio voz a 11 diferentes personajes. El resultado es grandioso, insidioso y aterrador.
Duel (1971)
Dir. Steven Spielberg
Hay algo aterradoramente innato en los camiones grandes; algo en nuestro cerebro reptiliano que grita ‘¡depredador!’ cada vez que aparecen a la vista. Adaptando una historia corta de la leyenda del horror, Richard Matheson, la ópera prima de Steven Spielberg presenta a Dennis Weaver como un desventurado hombre de ventas –un personaje tan anodino que es nombrado ‘David Mann’- a la deriva en el desierto Mojave para luego ver con oculto júbilo mientras es perseguido, amenazado y torturado mentalmente por un endemoniado Peterbilt 281, un camión tanqueta.
Filmado para la televisión y posteriormente expandido para la pantalla grande, el filme de Spielberg es tan implacable como la bestia misma, trasquilando los diálogos y la historia de respaldo a su mínima expresión para dejar el espacio libre para más estridentes presecusiones y tomas de Weaver con rostro de pánico en el espejo trasero. Y si quieren conocer más filmes angustiantes en lo que un camión provoca caos, revisen la explosiva Road Games (1981) de Australia, en la que puede verse la única persecución estacionaria en la historia del cine; la destructora de nervios Breakdown (1997) hecha en Hollywood; o incluso Mad Max: Fury Road (2015), cualquiera de ellas habría cómodamente sido integrada en la lista.
Possession (1981)
Dir. Andzej Zulawski
Después de los arrestos equivocados, las luchas maritales son el tema más común en la lista, y ningún filme hace de ello un platico más apetecible que la inolvidable Possession de Andrzej Zulawski. Etiquetada como una películas de horror y subsecuentemente atrapada en el pánico del ‘video nasty’ (porno del horror) en el Reino Unido, el tono áspero y desorientador se siente más cercano al cine de arte europeo que el cine de explotación estadounidense, al menos hasta antes que el monstruo delgaducho aparece.
Sam Neill ofrece una actuación magnífica, hermética como un agente de vigilancia que regresa a Berlín del Oeste para encontrarse que su esposa quiere el divorcio, pero es Isabelle Adjani quien domina el filme, con un rango de interpretación que va de la desesperación a la agresión a la total y chillante locura en la notable, casi insoportable secuencia en el metro. Planteando un astuto paralelismo entre el resquebrajamiento de una relación, la disolución de un país y el fin de la propia humanidad, el filme de Zulawski es inteligente, frenético, tremendamente impredecible e irritantemente inteso.
After Hours (1985)
Dir. Martin Scorsese
Evidentemente algo estaba molestando a los directores de cine, hombres, blancos a mitad de los 80 porque tuvieron que crear un subgénero completo para lidiar con sus inseguridades. Apodado ‘pesadillas de yuppies (fresas’), este grupo de películas que toman a un desventurado, acartonado hombre común –Jeff Daniel en Something Wild (1986) de Jonathan Demme, o Jeff Goldblum en Into the Night (1985) de John Landis- y lo someten a una serie de indignidades, generalmente a manos de alguna seductora y poderosa mujer o a un rudo criminal de la clase trabajadora.
After Hours de Martin Scorsese es posiblemente la mejor y, ciertamente, la que más pánico produce dentro de el ciclo comentado, siguiendo los pasos de Griffin Dunne, un soso técnico en computación a lo largo de una noche llena de situaciones en Nueva York. Filmada cuando estaba por divorciarse de Isabella Rossellini y abarrotada de esculturales hinchapelotas, fanfarrones suicidas y vendedores de helados acusatorios, After Hours es el resultado escrito en grande de la crisis de la mediana edad, un trabajo de misoginia apenas oculta. Está, también es cierto, brillantemente escrito y genuinamente desconcertante.
Funny Games (1997)
Dir. Michael Haneke
Sádico en su simplicidad, esta incisiva rebanada de brutalidad cinematográfica retrata a una linda familia de clase media acomodada alemana en su cabaña veraniega a un costado del lago, para después observar con desapego clínico cuando los miembros son amarrados, torturados y masacrados por un par de chicos buena onda, también de clase media.
Ni cerca de la violencia que su reputación sugiera, el filme de Haneke contiene ideales mucho más elevados que el hecho de simplemente provocar conmoción, preguntándole a la audiencia varias de las mismas preguntas que planteamos en la introducción de este texto -¿por qué nosotros, como observadores, nos sometemos a nosotros mismos a este horror?, ¿qué esperamos ganar de todo esto? y ¿realmente somos pasivos en nuestra respuesta o el filme nos entrega algo por lo que activamente preguntamos? Filmada en agonizantes tomas largas y sin rehuir a las consecuencias físicas y emocionales del maltrato, Funny Games es una prueba de resistencia profundamente moral y oscuramente cómica.
Lost Highway (1997)
Dir. David Lynch
Después del rotundo fracaso de taquilla y de crítica que fue su trabajo más sentido, Twin Peaks: Fire Walk with Me (1992), David Lynch le dio la espalda al cine. Cuando regresó, cinco años más tarde, era un director muy diferente. Coescrita con el novelista Barry Gifford (autor de Wild at Heart), Lost Highway rechaza el humanismo en favor de un tono áspero, alienado e intencionalmente confusa estructura, una crisis nerviosa comprometida en celuloide.
El guion tiene la lógica de un sueño de ansiedad: cuando comienza a recibir videos que sugieren que asesinó a su amada esposa, Bill Pullman, músico de jazz, no sólo cambia de identidad sino todo su ser, transformándose de un día a otro en un mecánico suburbano, Balthazar Getty. Pero lo que realmente asegura el lugar de Lost Highway en esta lista es el diseño de sonido de Lynch: utilizando cada truco para desorientar que aprendió del finado y grande, Alan Splet, el director elabora una penetrante y alarmante paisaje sonoro expresamente diseñado para inducir ataques de pánico.
Festen (1995)
Dir. Thomas Vinterberg
Por supuesto que ser erróneamente acusado de asesinato o atacado por un maníaco portando un cuchillo puede resultar muy estresante pero, ¿has ido alguna vez a una reunión familiar? El primer filme hecho bajo las reglas del famoso movimiento Dogma 95 –que utilizaba locaciones reales, luz natural, cámara en mano para enfatizar los diálogos y las interpretaciones- Festen muestra a los miembros de una familia acomodada danesa durante una reunión en un hotel de la campiña para celebrar el cumpleaños 60 del patriarca, Helge. Las viandas empiezan a circular, la bebida fluye y todo mundo está pasándola bien, hasta que el hijo de Helge se pone de pie, exige atención de todos y acusa a su padre de haber abusado de él cuando niño.
El hiriente melodrama de Thomas Vinterberg camina en la cuerda floja, recurriendo a la comedia negra para no aligerar la creciente tensión sino para intensificarla: el humor en el filme es explosivo, incómodo y agonizantemente bien observado.
The Descent (2005)
Dir. Neil Marshall
El siglo XXI ha entregado ya un buen número de películas de horror de las que inducen al pánico, desde la ferocidad del ‘found-footage’ de REC (2007), hasta It Follows (2014), una trituradora de los nervios que se cuece a fuego lento. Pero para todos los que temblamos con el simple hecho de pensar en un espacio confinado, el provocador filme de Neil Marshall palomea todas las casillas indebidas. Dado que el deporte en sí mismo es básicamente un atajo hacia la ansiedad extrema para gente a la que le sobra el tiempo, es asombroso que les haya tomado tanto tiempo hacer un buen filme de horror sobre la espeleología (montañismo en cuevas). Pero The Descent lo hace en grande, tomando referencias del filme clásico de canbialismo, Death Line (1973) y de C.H.U.D (1984), una película de explotación medio chiflada, retrata a seis mujeres británicas que se encuentran en los Montes Apalaches para hacer espeleología recreativa, hasta que son confrontadas por una tribu de ancianos, relajados antropófagos que viven al margen de la sociedad.
Situada en Estados Unidos, pero en realidad filmada –al estilo de Black Narcissus- en un estudio en los famosos Pinewood, el filme de Marshall es implacable en su intensidad claustrofóbica, consolidando la tensión justo hasta sus severos, desesperanzadores últimos momentos.