Quizá ésta, Melancolía, dado su casi reciente estreno, sea la elección más obvia en esta lista, y es que también es sumamente acertada. Lars von Trier no deja el más mínimo recoveco para la esperanza, ni siquiera para un infierno posapocalíptico. Sus personajes han sido abandonados por Dios. No hay posibilidad de algo más después de la última escena de la película. Pero su director (que… ¡cómo quisiera ser Dios!) se afana en hacer de esa efímera existencia de tan solo 136 min. un espectáculo absoluto para los sentidos, al menos los que el cine permite afectar: la vista, el oído. Y para el alma.
La historia es abordada a través del género que con más ahínco ha explorado –y explotado–, las mujeres. Las dos protagonistas reciben la amenaza del fin del mundo de formas complementarias. Una –la interpretada por Kirsten Dunst– se sumerge en una profunda depresión. La otra – actuada por Charlotte Gainsbourg–, se afana, con una meticulosidad asfixiante, en controlar su universo alrededor; en un caso así, esta actitud solo puede verse como locura. Todo esto sucede mientras la incertidumbre, la falta de pruebas absolutas, aún permiten seguir imaginando un futuro.
Hay algo más. Una reflexión sobre la venida de una nueva era para el cine. En Melancolía, von Trier recurre a las herramientas más sofisticadas que ofrece la tecnología para resaltar una realidad posible únicamente en la pantalla. El fulgor del planeta que se acerca amenazante para colisionar contra nosotros, sirve también para encantar con la vista. Este es el fin del mundo que, en todo caso, desearíamos: uno glamuroso, perfecto, seductor. El final es contundente. Solo hay una manera de afrontar esta muerte que avasalla nuestra individualidad: con la misma belleza que está por acabar con nosotros. Melancolía es un manifiesto.
SOR (@SofOchoa)