Cuando un adolescente se encuentra perturbado –con una depresión real, y no un simple afán por llamar la atención–, el fin del mundo le puede parecer más una curiosidad que un acontecimiento catastrófico. De cualquier forma, para él cada día se siente como un lastre, así que, ¿qué más da si todo termina?
Richard Kelly nos presenta en su ópera prima la historia de Donnie –interpretado de manera escalofriante por Jake Gyllenhaal–, un muchacho que cuando se entera de que el fin del mundo está cerca, no se preocupa tanto por la extinción de la raza humana, sino que se muestra interesado en la singularidad del evento, casi como si representara un alivio a la tediosa realidad en la que le tocó vivir.
Distanciado de las personas y su rutina, Donnie es un joven que pasea mientras todos duermen; un sonámbulo que busca respuestas en una anciana senil y en un conejo gigante que se aparece cuando es requerido. Una noche Donnie escucha una voz en sus sueños que lo llama hacia el jardín de su casa. Al llegar se encuentra con Frank, el conejo que le anuncia la llegada del fin del mundo (en 28 días exactamente). Donnie no se alarma ni se inquieta, y en vez de preguntar cómo sucederá, simplemente cuestiona al conejo con una sonrisa sardónica: “¿por qué?”. Al despertar a la mañana siguiente en un campo de golf, se entera de que una turbina de avión ha caído sobre su casa, y de manera más específica, sobre su habitación. El espectral conejo le ha salvado la vida, y las cartas están sobre la mesa: este joven brillante y desmotivado, este sonámbulo que reniega de la vida, debe convertirse en el salvador del mundo.
ESR(@RikyTravolta)