Se acerca el momento de la deliberación, ya faltan pocos filmes por desfilar en las encumbrantes pantallas de Cannes. A saber si es el cansancio, el nivel de alcohol (o etcétera) ingerido, la historia y gustos personales (por supuesto), las charlas sostenidas sobre cine en estos días, lo que se ha escuchado sobre los filmes que pudo haber prejuiciado (para bien o para mal) la recepción de una o varias obras, o todo junto, pero incluso entre los analistas que normalmente tienen opiniones similares (dentro de cierto rango) sobre los filmes -principalmente dentro del mundo del cine de autor-, comienza a haber rotundas discrepancias que no dejan de llamar la atención.
Así, el nuevo filme de Wes Anderson ha dividido casi simétricamente (como en filme de, eh, Wes Anderson) a la crítica; también lo ha hecho la más reciente comedia dramática del gran Nanni Moretti; y no, el filme de la perversa veterana, Catherine Breillat, no, en su caso coinciden que es un remake innecesario el que ha hecho.
Aquí algunos fragmentos de los alegatos a favor y en contra de estos filmes.
Asteroid City
Dir. Wes Anderson (Estados Unidos)
Decir que lo ha hecho de nuevo -otra vez- tendrá un distinto significado para los fans y los no fans. Pero debo decir que la primera categoría es la única opción a la que se puede pertenecer para lo que es simple y tremendamente entretenida: la livianamente sofisticada nueva comedia de Wes Anderson, con su firma rectilínea, estilo inexpresivo, con colores primarios pastel y su ensamble de pura estrella en el reparto. Los habituales incluyen a Jason Schwartzman y Tilda Swinton, a quienes se unen Scarlett Johansson y Tom Hanks, quienes han sido bienvenidos al divertido rebaño de Anderson. Y el director enfáticamente prueba que todos sus imitadores de Youtube son como los impostores de Elvis: no les llegan ni de cerca.
La excentricidad de Asteroid City, su elegancia, su jovialidad, y su enorme cuidado en el detalle -dentro de cada cuadro viviente que compone- lo hace todo muy placentero. Y, sí, también lo hace la sofisticada forma en que abraza la clásica cultura pop norteamericana. Con cada nuevo plano, tus ojos se precipitan a lo largo de la pantalla, captando todos los pequeños chistes pictóricos y las ornamentaciones, cada una generando una micro-risa.
Todo ocurre por ahí de mediados de los cincuenta en un estado desértico de Estados Unidos llamado Asteroid City, nombrado así porque hace tres mil años este fue el lugar en que aterrizó un meteorito (“asteroide” no es tan acertado, porque un meteorito es parte de un asteroide). Actualmente se ubica ahí el observatorio del gobierno estadounidense, pero también aloja la convención anual que se lleva a cabo para honrar a los adolescentes inventores de los mejores proyectos de ciencia de las secundarias; estos son, por supuesto, graciosamente aterradores y avanzados, como por ejemplo un rayo de la muerte en total funcionamiento. Cómicamente, el pueblo tiene un aviso dando la bienvenida a los “astrónomos infantiles y cadetes espaciales”, de modo juguetón invitándote a asumir que la frase “cadete del espacio” en realidad alguna vez existió sin ser usada para insultar. (No existió.)
Como siempre, hay poco o nada de contenido emocional, pese al ostensible tema del duelo. El filme repiquetea inteligente y estimulantemente, absorbiendo con destreza las implicaciones del pathos y la soledad sin permitirse bajar la intensidad. Es tentador considerar este sabio vacío como un especie de síntoma, pero en realidad no lo creo: es la expresión de un estilo. Y qué tipo de estilo es éste.
-Peter Bradshaw, The Guardian (4 de 5 estrellas)
Con el perdón de Guns N’Roses: No me lleves a Asteroid City / Donde los temas están gastados y los chistes no son graciosos / Haz que paren (Oh, por favor, haz que paren). // (Don’t take me down to the Asteroid City / Where the tropes are tired and the gags ain’t witty / Make it stop (Oh, won’t you please make it stop).)
Para aclarar un punto importante desde el inicio, no soy un hater de Wes Anderson. Sé que es uno de los directores contemporánes estadounidenses más parodiados, con su gusto por el artificioso diseño retro-teatral minuciosamente concebido, por las cajas dentro de otras cajas narrativas, por encuadrar y mover la cámara bajo decisiones identificables a kilómetros de distancia, personajes que derraman bufonadas y tramas que se sumergen osadamente en el preciosismo manierista. Pero cuando todos los elementos encajan en su lugar, los manicurados mundos de Anderson pueden resultar encantadores sitios para visitar. O pueden ser constructos sofocantes que exprimen todo el carisma de su estilizado sello narrativo. Lo que nos lleva a Asteroid City.
Este filme me hizo extrañar la bella tristeza que afligía a la desastrosa familia de The Royal Tenenbaums, los dolores del crecer adolescente de Rushmore, la nostalgia por el espíritu aventurero de la niñez en Moonrise Kingdom, o la cautivadora tragicomedia de The Grand Budapest Hotel, una película con tantas capas que desafía el ser vista una sola vez. Lo más reciente de Anderson en ocasiones parece indiferenciable de los videos editados por fans o parodias de su trabajo creadas por Inteligencia Artificial que han estado brotando por todos lados en TikTok y Twitter.
El problema es que no hay aquí suficiente sustancia para enganchar del todo al espectador más allá de su estética de marca registrada: no hay ganchos emocionales o sentimientos persistentes y hay muy pocas risas genuinas, también. Para un filme tan curiosamente ligero parece terriblemente complacido con él mismo; sus momentos de magia evaporándose casi de modo instantáneo.
-David Rooney, The Hollywood Reporter
Il sol dell'avvenire (A Brighter Tomorrow)
Dir. Nanni Moretti (Italia, Francia)
El más reciente filme de Nanni Moretti es el denso y autorreferencial (pero también autocrítico) hipertexto de una comedia que es un manual de Moretti, una Nanni-pedia, con eso de que el director italiano cumple ya sesenta y nueve años. Es un viaje en ocasiones exasperante pero mayoritariamente entretenido a través de los complejos y pesadillas del envejecido artista, que es pulcramente resumido por el comentario de una vieja cinéfila italiana, que escuché mientras caían los créditos finales: “Nanni siempre hace la misma película”, dijo. “Sólo que ahora está viejo y cansado. Lo adoro”.
Desde que presentó The Son’s Room, el lacerante drama familiar con el que alzó la Palma de Oro en el 2001, Nanni Moretti ha intentado desesperadamente, con algún éxito, no hacer siempre la misma película.
Por vez primera en casi dos décadas, el director se permite hacer del personaje central petulante, pedante, obsesionado consigo mismo que estaba siempre rondando en las alas de su trabajo. Pero lo hace con un nuevo sentido del “viejo y cansado” benevolente, un guiño nostálgico que atraviesa no solo el tono juguetón del filme sino los guiños referenciales de algunos de sus ‘grandes éxitos’ de escenas y temas que ha abordado en su obra.
Cuando Giovanni (el personaje de Moretti en el filme) comienza a cantar desafinado una vieja canción pop italiana en su coche -una de muchas que se filtran en un filme que se convierte en musical en varios momentos fascinantes- Paola (el personaje de su esposa, interpretado por su esposa) se carcajea. Y resulta imposible mirar la escena sin ver a Margherita Buy carcajeándose de Nanni Moretti. Nos ataca el mismo sentimiento al final, cuando los actores de filmes previos de Moretti se unen en una marcha de la victoria por las calles de Roma. Cincuenta años después de haber hecho su primer cortometraje -que trataba también acerca de un izquierdista en conflicto con su partido- Moretti probablemente se ha ganado el derecho de ser el autor de su propia retrospectiva.
Nanni Moretti es el director italiano que siempre tendrá un lugar en nuestros corazones, sobre todo por su magistral The Son’s Room (2001), para mí el mejor filme ganador de la Palma de Oro en Cannes en lo que va de este siglo. Y, más recientemente, su comedia cinéfila, Mia Madre (2015), fue tremenda.
Pero su nuevo filme en competencia es sumamente espantoso: embrollado, mediocre y metatextual; una completa pérdida de tiempo, simultáneamente estridente y apático. Todo sobre él es pesado y aburrido: la no-comedia, su remedo de patetismo, el antidrama.
Es, efectivamente, un filme dentro de un filme, uno tan opaco como el otro. Moretti mismo interpreta a Giovanni, un director de cine de altos vuelos, metido en un matrimonio fallido, que lucha por rodar su proyecto soñado.
Moretti intenta una inmerecida aprobación sentimental al presentar algunas canciones pop italianas clásicas, y en un tipo de arrójale-ya-lo-que-sea, nos entrega una extravagante aparición como extra del arquitecto, Renzo Piano, muy al estilo del Woody Allen/Marshall McLuhan, y un desfile final de cameos con leyendas fílmicas que solo terminan de hacer que el filme se sienta insípidamente autocomplaciente. Estoy seguro que el futuro será iluminado con otro filme de Moretti, uno mejor. Éste es mejor olvidarlo.
-Peter Bradshaw, The Guardian (1 de 5 estrellas)
Dir. Catherine Breillat (Francia, Noruega)
Siendo un exitosa abogada con un adinerado esposo y dos hijas adoptivas, Anne (Léa Drucker) tiene todo que perder. Pero eso no la detiene para embarcarse en una candente, ilícita aventura con su atormentado hijastro de diecisiete años, Theo (Samuel Kircher), después de que él se mudó a su casa en los arbolados suburbios de París. La relación pronto se agria y, cuando Theo le confiesa los detalles del amorío a su padre, Pierre (Olivier Rabourdain), Anne se pone a la defensiva, y lleva la considerable fuerza de sus habilidades para la manipulación a un nivel crecientemente volatil que vuelve muy incómoda la situación. A pesar de la naturaleza convenientemente transgresora del tema tratado, el primer filme en una década de Catherine Breillat es una obra extrañamente discreta: incómoda, es cierto, pero a la que le falta el golpe disruptivo y confrontacional, el factor de conmoción genuina de sus filmes tempranos.
Last Summer es la adaptación del multipremiado filme danés de May el-Toukhy, Queen of Hearts, protagonizado por Trine Dyrholm, que utilizó su más larga duración para explorar más a profundidad los giros y la perfidia de una depredadora mujer narcisista. La versión de Breillat, aunque no del todo superficial, parece escatimar en algunos detalles, motivaciones y antecedentes del personaje en este tórrido episodio de amour fou (amor loco).
El espacio entre los personajes cada vez se siente más cargado de tensión sexual. Pero incluso así, se percibe como un gran salto el creer que simplemente actuarían guiados por su deseo. Y todas las largas e incómodas escenas de abandono jadeante y sin aliento, son también incapaces de convencernos de lo contrario.
Catherine Breilla ha hecho un candente -o, más bien- templado- desastre en este remake del muy reciente thriller erótico danés, Queen of Hearts, y no es inmediatamente claro exactamente por qué sintió la necesidad de dirigir su propia moderada versión. Los cambios se limitan a difuminar el gélido lustre escandinavo del filme original, disminuyendo la excitación erótica, haciendo las interpretaciones más forzadas y, por tanto, dejando lo esencialmente absurdo de la historia expuesto de forma peligrosa.
Breillat parece haberse retraído de la intransigente forma en que abordaba la sexualidad, mostrada en filmes famosos como À Ma Soeur!, y empero parece incómoda en un drama tipo Chabrol en el que Isabelle Huppert podría, bajo otras circunstancias, haber interpretado el papel de Anne. Basicamente, Anne necesita esa greeniana astilla de hielo en su corazón. Drucker no la tiene y la película de Breillat no encuentra la forma de que la tenga.
-Peter Bradshaw, The Guardian (2 de 5 estrellas)
Trad. EF