El Festival Internacional de Cine de Cannes recibió presencia latinoamericana, gracias a la cinta argentina Relatos salvajes de Damián Szifrón, que se presentó como parte de la Selección Oficial en Competencia. La proyección de la película coproducida por los productores argentinos, Hugo Sigman y Matías Mosteirin y los españoles, los hermanos Pedro y Agustín Almodóvar, se vivió entre risas y aplausos.
Protagonizada por Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Darío Grandinetti, Erica Rivas, Oscar Martínez, Rita Cortese, Osmar Núñez, Nacy Duplaá, Germán De Silva, Julieta Zylberberg y María Marull, Relatos Salvajes cuenta en seis episodios historias delirantes, con abundante humor negro que describen personajes que, parece, no tienen clara la línea que divide la civilización de la barbarie. En conferencia de prensa, el cineasta argentino destacó el trabajo de productores y actores para realizar la película que definió como una "montaña rusa emocional" y como seis historias sobre "personas al borde de un ataque de nervios", parafraseando el título de una de las cintas de su productor, Pedro Almodóvar:
Había 12 o 14 relatos escritos. La selección de estos, que son los salvajes, dio el título al filme. Cada uno dura lo que debe: no me gusta inyectarle o quitarle algo a las historias. Tampoco las conecté porque no lo estaban, no nacieron así, y habría sido arbitrario, aseguró.
“Estoy encantado de ser el padrino de jóvenes tan talentosos”, afirmó Almodóvar al final de la rueda de prensa.
La crítica recibió favorablemente la cinta de Szifrón:
Relatos Salvajes del cineasta argentino, Damián Szifrón, es un compendio perversamente delicioso de seis cortos independientes unidos por un tema: la venganza –del tipo que explota en ráfagas espectaculares después de que el alma es apuntalada demasiadas veces-. Los visuales son impecables y el brillante lente de Javier Julia tiene un magro sentido de ironía que aumenta el placer en general. Los efectos especiales están bien manejados y en perfecta consonancia con la escala de lo que está alrededor de ellos, mientras que la música, con frecuencia con acordes de los Spaghetti Western occidentales, se ajusta el tono sin presionar ningún guiño de superioridad al material.
Es fácil ver lo que atrajo a Pedro y Agustín Almodóvar para producir Relatos salvajes de Damian Szifrón, la afinidad es evidente a partir de la primera de las seis historias relacionadas temáticamente que componen esta reflexión subversiva del comportamiento fuera de control. Allí, en el humor insolente, en las representaciones visuales de estilo y uso audaz de la música, y en el afecto por la gente común empujada a extremos extraordinarios. Pero la voz de Szifrón, no obstante, es muy suya, una respuesta contundente a la picardía de una cultura de ineludible corrupción, a la desigualdad económica y social, y a la injusticia.
Superpuestos sobre imágenes de los animales salvajes, los créditos de apertura para Relatos salvajes allanan el camino para una maravillosa sátira llena de argentinos desquiciados impulsados por deseos primitivos de actuar. Con una mezcla constante de comedia y suspense, Relatos salvajes encuentra a todos los que buscan una salida a su rabia y que, en muchos casos, saborean la fantasía de lograrlo. Si bien la adhesión a una lógica interna hace que cada frase de remate sea una explosión de satisfacción de alegría, la película, sin embargo, proviene de una verdadera furia dirigida por un mundo quebrantado. Es el raro esfuerzo de la narración, el que logra ser ridículamente absurdo y profundamente trágico al mismo tiempo.
Relatos salvajes es una colección de deliciosas, horribles, de miedo y escabrosas historias de Argentina, un país que aquí, parece haber llegado al final de su correa hace mucho tiempo. Estas son las pesadillas de humor negro de violencia, satirizando lo que él ve como la corrupción del país, el cinismo y la complacencia. Szifrón escribió todos ellas él mismo. Szifrón ofrece un truco muy difícil: hacer algo realmente divertido y verdaderamente aterrador al mismo tiempo. Szifrón en sí mismo no es un novato con un puñado de características y créditos de televisión en su haber, pero esto sin duda será su avance. Una película excelente y un verdadero hallazgo en Cannes.
La comedia argentina producida por Almodóvar, Relatos salvajes: buen limpiador de paladar, abusa de su acogida, pero agradablemente significa reír...aunque me preocupé cuando vi un avión en la primera broma. Ecos asustadizos de ESTOY TAN EMOCIONADO!. Resultó mucho mejor.
Competencia Oficial: Saint Laurent (Bertrand Bonello, Francia)
"Más que un 'biopic' sobre Saint Laurent, la película es una odisea en la cabeza de un creador", resumió en Cannes, Gaspard Ulliel, el actor de 29 años que da vida el ícono de la moda que nació en 1936 en Orán, Argelia, y que murió en París en 2008, en la cinta Saint Laurent de Bertrand Bonello que dividió a la crítica en su presentación como parte de la Competencia Oficial del Festival. A lo largo de las dos horas y media de proyección, algunos abandonaron el Gran Teatro Lumiére, mientras que otros, terminaron la función con aplausos.
El filme de Bonello, con Lea Saydoux, Jéremie Renier y Louis Garrel se centra en la década de 1965 a 1976 que, en palabras del realizador, son "los años más importantes y más ricos" en su vida y obra. La cinta es la segunda realizada en el último año sobre la vida del legendario creador, tras Yves Saint Laurent de Jalil Lespert que, a diferencia de la de Bonello, la cinta de Jespert, recibió el apoyo de Pierre Bergé -el compañero y hombre de negocios detrás de Saint Laurent-, que abrió a Lespert los archivos de la casa de moda, los esbozos y las creaciones: "Nosotros no tuvimos acceso a nada, ni siquiera a una camisa, todo lo creamos nosotros", explicó en Cannes uno de los productores del filme, Eric Altmayer. "Montamos un taller de costura para crear las dos colecciones que presentamos en el filme", añadió Bonello.
Primeras impresiones:
Saint Laurent es una celebración y un sumiso homenaje "sobre ruedas" al diseñador de moda, Yves Saint Laurent. Es enormemente narcisista, colosalmente largo y con toda su sensibilidad aparentemente feminizada y habla de manera solemne sobre Saint Laurent, pionero en simpatía con las mujeres, es tan machista y falocultista como cualquier película de acción de Schwarzenegger. Esta mariposa no se rompe en cualquiera de las ruedas, rompe la rueda en pedazos. Finalmente, Saint Laurent está bien hecha, pero es incomprensiblemente un filme claustrofóbico, como estar con el propio Tutenkamon de la moda, viviendo y muriendo dentro de su propia tumba ricamente nombrado y sentimentalmente mimado hasta el final.
La influencia perdurable del dios de la moda francesa, que murió en 2008, está fuera de duda, pero su vida no parece una fuente obvia de la fascinación del público cinéfilo. Sin embargo, si el soso, autorizado Yves Saint Laurent de Jalil Lespert representa la versión de pret-a-porter de su tema, la brillante visión intuitiva de Bertrand Bonello es alta costura pura –mucho más espectacular, pero también menos práctica, con su ornamentación barroca y cronología deslizante–. El resultado, mientras que es seductoramente tonta y en gran parte sin movimiento, hace un trabajo mejor que su predecesor al celebrar el arte extravagante de Saint Laurent.
El período de tiempo cubierto y el título puede ser más corto que el de Jalil Lespert, Yves Saint Laurent, estrenada hace cinco meses, pero la puñalada del director francés, Bertrand Bonello con una película biográfica de YSL, simplemente titulada, Saint Laurent, se ejecuta en la friolera con 47 minutos más, a pesar de que éstos no traigan ningún beneficio aparente.
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