Censura, el código del buen gusto - ENFILME.COM
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Censura, el código del buen gusto
Publicado el 27 - Nov - 2014
 
 
Los orígenes de la censura en el cine de Estados Unidos, las medidas del código Hays y los filmes censurados. - ENFILME.COM
 
 
 

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Por Antonio Escobosa

¿Alguna vez te has preguntado por qué en muchas películas hollywoodenses hechas en blanco y negro, los personajes principales aparecen en escenas de playa con trajes de baño que les cubren todo el torso? ¿Por qué nunca decían malas palabras o por qué había tan poca pasión en las escenas de amor? O bien, ¿por qué los finales solían ser tan moralinos?

Todo empezó en el Hollywood de los años 20, cuando los grandes estudios cinematográficos de esa época —Famous Players-Lasky, Metro-Goldwyn-Mayer y First National— decidieron asociarse para proteger sus intereses comunes. Así nació la Motion Picture Producers and Distributors of America —MPPDA—. Esta organización era liderada por el abogado y político William H. Hays, quien en 1927 hizo una lista de temas que, tentativamente, debían ser censurados para que el público estadounidense viera películas que fueran consideradas «moralmente aceptables».

En 1930, el sacerdote católico y escritor Daniel Lord terminó de redactar, a petición de Hays, el Motion Picture Production Code, una serie de normas regulatorias cuyo objetivo era controlar y censurar el contenido de todas las producciones cinematográficas estadounidenses. Fue popularmente conocido como el «código Hays» y tuvo una gran relevancia en el cine de Hollywood hasta los años 60, pues jugaría un papel muy importante en el desarrollo —y el estancamiento— de la creación en la industria cinematográfica.

Ciertos grupos conservadores en el poder impusieron este código como un «necesario recurso ante el inquietante libertinaje» que, según ellos, promovían algunas películas. Esto sin mencionar los escándalos que muchas de las estrellas vivían y que atentaban contra la tranquilidad y las buenas costumbres de la época.

Al principio, la mayoría de los directores hicieron caso omiso del código Hays, pero en 1934, éste se volvió obligatorio. Todas las distribuidoras de cine en Hollywood dependieron del visto bueno —«el sello de la pureza»— del código Hays, bajo el riesgo de recibir una fuerte multa, además de serias dificultades para su distribución y mala publicidad. Tras revisar el producto, el representante —más bien, censor— otorgaba su certificado de aprobación para que el público pudiera ver la cinta.

«No se autorizará ninguna película que pueda rebajar el nivel moral de los espectadores. Nunca se conducirá al espectador a tomar partido por el crimen, el mal, el pecado.» Primer principio general del Código Hays.


El hombre detrás del hombre

Will H. Hays, como presidente de la MPPDA, fue el rostro de la censura durante muchos años y aparecía en pequeños cortos previos a la proyección de las películas anunciando que el mundo del cine ya no sería motivo de preocupación para «las buenas costumbres». Sin embargo, habría de ser alguien más quien se encargaría de realizar el «trabajo sucio» de aprobar lo que Hollywood podría mostrarle o no al mundo.

«Los géneros de vida descritos en el filme serán correctos, habida cuenta de las exigencias particulares del drama y del espectáculo.» Segundo principio general del Código Hays.

El principal y más temido —y odiado— vigilante del código Hays fue Joseph I. Breen, asistente de Hays, quien rayoneaba libretos, elegía qué escenas iban y cuáles no en una cinta, quitaba, cambiaba o recortaba elementos y tenía la decisión final al momento de aprobar o rechazar un proyecto. Una labor nada sencilla, considerando la enorme cantidad de películas que los EE.UU. producían anualmente. Breen trabajó como censor por 20 años. Al retirarse, en 1954, recibió un premio Oscar honorario, por su digna y concienzuda aplicación del código Hays.

«La ley, natural o humana, no será ridiculizada y la simpatía del auditorio no irá hacia aquellos que la violentan.» Tercer principio general del Código Hays.

 

Las reglas del juego

Entre las medidas más destacadas del código Hays sobre lo que no se podía hacer al filmar una película, podemos encontrar las siguientes:

Sobre el crimen:

- Las técnicas de robo, de dinamitar un tren o un edificio, no deben ser detalladas.

- No se mostrarán detalles de asesinatos.

- El uso de armas de fuego será reducido al mínimo estricto.

 

Sobre blasfemias y palabrotas:

- No se podrán utilizar las palabras: «Dios», «Señor», «Jesús» o «Cristo» a menos que sean pronunciadas en una ceremonia religiosa.

- Prohibido mencionar en una película: shit —mierda—, fuck —coger—, motherfucker —cabrón—, virgin —virgen—, slut —puta—, faggot —maricón—, damn —maldición—, etcétera.

 

Sobre sexualidad:

- No deben ser mostradas escenas de pasión, salvo que sean indispensables.

- El adulterio no debe ser justificado o presentado bajo un aspecto atractivo.

- Prohibida toda alusión a algún tipo de perversión sexual.

 

Sobre el amor «no puro»:

- Nunca debe presentarse como algo atractivo o hermoso.

- No debe generar un deseo o curiosidad malsana por parte del espectador.

- No debe parecer justo ni permitido.

 

Sobre la vestimenta:

- El desnudo completo no se permite en ningún caso.

- Prohibido mostrar los órganos genitales de los recién nacidos.

- Los genitales del hombre no se deben delatar bajo el ropaje o algún pliegue. En caso de que un tema histórico requiera un pantalón ajustado, la forma característica de los órganos debe ser suprimida en la medida de lo posible.

- Los órganos genitales de la mujer no deben delatarse.

- Las escenas de quitarse la ropa, deben evitarse.

- Prohibido mostrar a una mujer quitándose las medias.

- Prohibido mostrar a un hombre quitándole las medias a una mujer.

- Nunca un hombre debe ser visto quitándose el pantalón.

- Nunca mostrar el ombligo.

 

Los censurados

La primera víctima del código Hays fue el comediante «Fatty» Arbuckle, a quien la comisión censuró hasta poco antes de su muerte debido a un escándalo que protagonizó en años previos a la implementación del «reglamento de la decencia».

También los cortos animados se vieron afectados: Betty Boop tuvo que alargar su falda y reducir su escote para ser aprobada. Ni los Hermanos Marx quedaron fuera del estricto Breen: en la película Monkey Business Los rompecabezas— (1931) se tuvo que editar una escena en la que Groucho comparaba las virtudes de una dama con el aceite de un automóvil. El filme Tarzan and his Mate —Tarzán y su compañera— (1934) fue mutilado para evitar mostrarle al público «partes no permitidas» del cuerpo de Maureen O’Sullivan.

Hubo algunos arriesgados como Cecil B. De Mille quien, pese a las advertencias y críticas de Hays que censuraban las partes de fuerte contenido lésbico y violencia en su más reciente producción de The Sign of the Cross El signo de la cruz— (1932), la estrenó tal como la había concebido; sin embargo, años después, en su reestreno, fue proyectada con la debida censura. Destaca también el caso de David O. Selznick, quien prefirió pagar una multa antes que cambiar la frase final dicha por Clark Gable en Lo que el viento se llevó —Gone With the Wind— (1939): «Frankly my dear, I don’t give a damn» —Francamente querida, me importa un bledo.

El director y magnate Howard Hughes tuvo que pasar por fuertes discusiones para estrenar The Outlaw —El forajido— (1943), dada la sugestiva pose de la actriz Jane Russell en los carteles de promoción.

 

Por otra parte, en el final de The Bad Seed —La mala semilla— (1956), del director Mervyn LeRoy, la autora de los crímenes a lo largo de la cinta debe tener un final ejemplar y casi divino, a diferencia de lo que sucedía originalmente en la obra de teatro.

Con el paso del tiempo, el código Hays se hizo un poco —pero sólo un poco— menos estricto. The Man with the Golden Arm —El hombre del brazo de oro— (1955), Anatomy of a Murder —Anatomía de un asesinato— (1959) y Suddenly, Last Summer —De repente en el verano— (1959) fueron aprobadas con reservas —y, a veces, con un buen acuerdo monetario— y con la condición de que sus temas duros fueran abordados de la manera más sutil.

La primera película estadounidense que osó desafiar al código y ser estrenada sin importar que tuviera o no el sello aprobatorio, y que además se convirtió en un tremendo éxito, fue Some Like It Hot —Una Eva y dos Adanes— (1959), de Billy Wilder. Esta situación orilló a que gradualmente, la aprobación por parte de la oficina de Hays fuera menos relevante.

Y así sucedió. En los años 60, dicho código quedaría en el pasado —en 1966 fue derogado— otorgándole más libertad a las creaciones cinematográficas.

 

Mientras tanto, en México…

En nuestro país, la censura cinematográfica tuvo tres grandes aliados: la Legión Mexicana de la Decencia, la Unión Nacional de Padres de Familia —UNPF— y la Liga de la Decencia.

Esta última en particular tuvo un fuerte impulso, en gran medida gracias al apoyo de la esposa del presidente Manuel Ávila Camacho (1940-1946), Soledad Orozco, miembro de este grupo católico ultraconservador que ponía el grito en el cielo por todo: desde la vestimenta de María Victoria, hasta las letras de las canciones de Agustín Lara e incluso, las de Francisco Gabilondo Soler, «Cri-Cri».

 

Según los censores mexicanos, el cine debía mostrar un prototipo de la mujer abnegada y sufrida. Además, tenía prohibido mostrar elementos que transgredieran la reproducción de las buenas costumbres y si lo hacían, el final siempre debía ser terrible.

La Liga de la Decencia publicó el Código de Producción para la Cinematografía, que daba a conocer lo permitido y lo prohibido por inmoral. Dictaba reglas en 16 apartados, entre los que destacan: homosexualidad, prostitución, desnudos, consumo de drogas o alcohol, baile —bailar mambo era pecaminoso—, la sangre, el fanatismo, la magia y hasta la venganza. La Liga colocaba en la entrada de las parroquias una lista de las películas que se estrenaban con la siguiente clasificación:

A Buena para todos

B Para niños y adolescentes

B1 Para jóvenes y adultos

B2 Adultos con cierto criterio formado

C Sólo adultos

C1 Prohibida por la moral cristiana

C2 Fuera de clasificación por indecente

Asimismo, la Legión Mexicana de la Decencia emitió un «código de recomendaciones», el cual desde la desnudez hasta «cualquier movimiento oscilatorio de senos». Este código cobró mayor fuerza entre 1946 y 1958.

Las organizaciones en pro de la decencia tuvieron gran influencia en México, pero con el paso del tiempo, al igual que la oficina Hays en los EE.UU., su poder e influencia se fueron mermando hasta convertirse en un eslabón más de la evolución de la cultura.

 

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