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En la época antigua, el geómetra, matemático e inventor griego, Herón de Alejandría, escribió una serie de tratados teóricos (Pneumatica, Catoptrica y Automatopoietica) en torno a la mecánica, la óptica y el movimiento. Entonces, él decidió retomar gran parte de los fundamentos y teorías planteadas en sus escritos para aplicarlas en una serie de ingeniosos aparatos. Como resultado, Herón diseñó el autómata, un dispositivo mecánico que, con sus movimientos, imita la vida particular de una persona, animal o ser vivo.
Como buen teórico, Herón escribió El Teatro de Autómatas (The Automaton Theatre) para explicar el funcionamiento de uno de sus proyectos más ambiciosos: un teatro de marionetas operado por cuerdas, tambores y el juego de contrapesos de las figuras. Herón creó un teatro automático donde se interpretaba la historia trágica de Nauplio, el rey de Nauplia que, durante la Guerra de Troya, juró vengar la muerte de su hijo en contra del rey Agamenón. Los asistentes podrían apreciar la historia que se narraba mediante el movimiento, y para ello resultaba fundamental la presencia de otros objetos (armas, martillos, barcos, mares, rocas) que le permitieran al público identificar el contexto y las acciones.
En los siglos posteriores, los autómatas o robots primitivos se convirtieron en actores esenciales de las obras teatrales, principalmente durante la Edad Media, donde se utilizaban cabezas parlantes e imágenes móviles para representar historias de amor cortés. El artista renacentista, Leonardo Da Vinci, elaboró un león mecánico, capaz de caminar hacia delante y presentar flores al público al final de su actuación ; el pecho del mecanismo se abría para revelar un grupo de lirios como muestra de agradecimiento. Otro autómata diseñado por el italiano fue “el caballero mecánico”, una figura humana vestida con una armadura medieval.
Reconstrucción del autómata de Leonardo Da Vinci. Instituto de Florencia, 1996.
En el siglo XVI, durante la Reforma anglicana, los autómatas generaron una especie de miedo y preocupación respecto a cómo el arte podría superar la naturaleza de Dios; pero también fueron objeto de influencia en la elaboración de jardines hidráulicos que, incluso, fueron retomados por el filósofo francés, Rene Descartes, para sus estudios de mecánica. En el siglo XVIII, los autómatas aprovecharon el enorme desarrollo tecnológico de la maquinaria del reloj para potenciar sus movimientos y crear la sincronía del tiempo (dos o más autómatas podían ser programados para realizar acciones al mismo momento). Estos mecanismos se convirtieron en juguetes caros y exclusivos de la aristocracia europea. Para algunos historiadores, investigadores y especialistas en el tema, como Kara Reilly y Zafirios Xagoraris, la edad dorada de los dispositivos mecánicos comenzó en 1850 y se extendió hasta principios del siglo XX dando origen a los llamados Decamps, Lambert, Vichy y Phalibois.
Muñecas autómatas elaboradas por Jean Roullet y Ernst Decamps, 1866.
En las últimas décadas, una variación de los autómatas clásicos son las esculturas móviles –aunque es pertinente señalar que estas últimas son propuestas más abstractas que no buscan imitar la apariencia física de un ser vivo, sino representar el movimiento de un objeto–. Se trata entonces de piezas artísticas, creadas o retomadas por el artista, impulsadas por motores, corrientes de aire o, en última instancia, efectos ópticos. Entre los artistas más destacados que han incursionado en el terreno de la escultura móvil se encuentran Marcel Duchamp (algunos de sus readymades son antecedentes de esta tendencia), Man Ray, Vladimir Tatlin, Alexander Rodchenko, Alexander Calder, Julio LeParc y Carlos Cruz-Diez.
Letatlin de Vladimir Tatlin, 1930.
El mes pasado, en las instalaciones de Gallery 1998, ubicada en Los Angeles, California, se llevó a cabo la exhibición Guillermo del Toro: In Service of Monsters, una muestra de arte colectiva que rindió homenaje a las películas del cineasta mexicano, Guillermo del Toro: desde Cronos hasta Crimson Peak.
La curaduría fue responsabilidad de Chogrin y Gary Deocampo, quienes invitaron a varios artistas para que reinterpretan las películas de del Toro en sus propios estilos. Entre los invitados destacó la presencia de Cinema Fantasma, un colectivo de jóvenes mexicanos que ha dedicado principal atención a la realización cinematográfica, específicamente en el terreno de la animación, a partir de la convergencia de varias disciplinas artísticas.
Cinema Fantasma creó Labyrinthum Locum Dare Spei, un autómata inspirado en tres de los monstruos que aparecen en El laberinto del fauno. El filme –ambientado en la España de 1944, cuando el régimen fascista de Franco estaba en el poder– cuenta la historia de una niña llamada Ofelia y sus encuentros con un misterioso fauno. Éste cree que Ofelia es el espíritu reencarnado de una princesa que solía habitar el inframundo antes de su muerte. Él le asigna tres tareas a Ofelia para determinar si su esencia está intacta y si su alma es digna de regresar a su legítimo hogar. En este trayecto, Ofelia se encuentra con tres hadas mágicas que la ayudan en su misión y se enfrenta a dos monstruos: un sapo gigante y el Hombre Pálido. Incluso, del Toro reveló que una importante fuente de inspiración para la creación de las criaturas sobrenaturales en la película fue la obra del pintor español Francisco de Goya. La escena en la que el Hombre Pálido muerde a las hadas y las engulle es una referencia directa a una de las más famosas Pinturas Negras de Goya: Saturno devorando a su hijo. Detrás de la pintura de Goya, del monstruo de Guillermo del Toro y del autómata de Cinema Fantasma, se encuentra el mito griego de Cronos (Saturno para los romanos), el epítome de la crueldad.
Saturno devorando a su hijo de Francisco de Goya, 1823.
A continuación te compartimos este video sobre el proceso de elaboración de Labyrinthum Locum Dare Spei por Cinema Fantasma:
Si quieres conocer más sobre Cinema Fantasma, consulta su sitio oficial.
TEXTOS CONSULTADOS:
-The Automaton Theater, escrito por Zafirios Xagoraris (1991).
-Automata and Mimesis on the Stage of Theatre History, escrito por Kara Reilly (2011).