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Giovanni Giacometti (1868-1933), un pintor impresionista muy estimado por coleccionistas y artistas suizos, compartió sus pensamientos sobre la naturaleza y la importancia del arte con su hijo, Alberto Giacometti (1901-1966), quien produjo su primera pintura al óleo (Still Life with Apples, 1915) y su primer busto esculpido (Diego, 1915) en el estudio de su padre a la edad de 14 años. Tanto su padre como su padrino, el pintor simbolista Cuno Amiet (1868-1961), fueron dos figuras cruciales en el desarrollo artístico del joven Alberto. En 1922, Giacometti fue a París a estudiar, matriculándose en la Academia de la Grande-Chaumière, donde asistió a clases impartidas por el reconocido escultor Antoine Bourdelle. Los dibujos de desnudos dan testimonio de este aprendizaje y, al igual que sus primeras esculturas cubistas, de la influencia de Jacques Lipchitz y Fernand Léger.
Alberto Giacometti, Diego (1915).
El trabajo de Giacometti muestra la influencia de la escultura de África y Oceanía. Cuando el joven artista desarrolló un interés por el arte africano en 1926, ya no era una novedad para los artistas modernos de la generación anterior (Picasso y Derain, por ejemplo); incluso se había popularizado hasta convertirse en un arte decorativo. En esos años, Giacometti cononoció a Carl Einstein, autor del libro seminal sobre la escultura africana, Negerplastik (1915) y a Michel Leiris, que se convertiría en un especialista en arte dogón. Varias obras posteriores, incluyendo algunos yesos pintados y una o dos pinturas, muestran cómo el arte no occidental tuvo una influencia duradera en su producción. El artista se alejó de la representación naturalista y académica, a favor de una visión totémica y salvaje de la figura, llena de un poder mágico.
Giacometti se unió al movimiento surrealista de André Breton en 1931; como miembro activo del grupo, el artista suizo no tardó en destacarse como uno de los más peculiares escultores de la época. A pesar de su expulsión en febrero de 1935, los procedimientos surrealistas siguieron desempeñando un papel importante en su obra creativa: visiones oníricas, montajes y ensamblajes, objetos con funciones metafóricas y tratamiento mágico de la figura. The Gazing Head, llamó la atención del grupo en 1929, y Walking Woman (1932) fue concebida como modelo para la gran exposición surrealista de 1933.
Alberto Giacometti, Waking Woman (1932).
El trabajo de Giacometti estudia la parte como una evocación del todo y la aparición de una visión en el espacio del espectador. En 1921 y 1946, Giacometti presenció dos muertes que le dejaron un recuerdo indeleble. De la primera persona moribunda le fascinaba su nariz, que le parecía crecer a medida que la vida se alejaba. Ante el cadáver de la segunda persona, él recordaba la cabeza inclinada hacia atrás, la boca abierta, los miembros esqueléticos y el terror que sentía ante la idea de que el muerto estaba en todas partes y que su mano podía pasar a través de las paredes y alcanzarlo. Perseguido por visiones de cabezas suspendidas en el vacío, se esforzó por transmitirlas en escultura. Había estado fascinado desde la niñez por la mirada humana y la impresión de que la vida estaba en los ojos se había intensificado. Hablando de esos años, declaró: “No puedo ver simultáneamente los ojos, las manos y los pies de una persona que está a dos o tres metros frente a mí, pero la única parte que veo implica una sensación de la existencia de todo”.
Alberto Giacometti, Man Pointing (1947).
Aquí puedes ver Giacometti (1967), un cortometraje documental dirigido por Michael Gill y producido por el British Film Institute, que retrata parte del proceso de trabajo del escultor suizo que se basa en la manipulación de los materiales para representar un fragmento del cuerpo humano.
TEXTOS CONSULTADOS:
- Giacometti. La scultura, escrito por Anna Coliva y Christian Klemm (2014).
- Alberto Giacometti. Drawings and Watercolours, escrito por Monique Meyer (2014).
- Alberto Giacometti. Una Retrospectiva, escrito por Véronique Wiesinger (2012).