Aquí puedes leer nuestros textos de CINE Y ARTE
Mi capacidad de mirar es tal que mis ojos terminarán por consumirse. Y este desgaste de las pupilas será la enfermedad que me llevará a morir. Una noche miraré tan fijamente en la oscuridad que terminaré dentro de ella.
Michelangelo Antonioni.
A principios de la década de 1960, el cineasta italiano, Michelangelo Antonioni, comenzó a pintar una serie de acuarelas en miniatura que él llamó Le montagne incantate (Las montañas encantadas). Arquitecto de formación, el director de L’avventura (1960), Il deserto rosso (1964) y Blow-Up (1966), entre otros filmes, nunca se consideró a sí mismo un pintor serio, pero nunca olvidó la pasión que desde joven sintió por los pinceles, el óleo, las acuarelas, los lienzos y los colores.
Antonioni concibió Le montagne incantate como una fusión de pintura y fotografía. Pintó paisajes abstractos en papel de pequeño formato del tamaño de tarjetas y sellos postales utilizando una técnica que recuerda el goteo de Jackson Pollock. Entonces, con la ayuda de la fotografía, hacia finales de los setenta, él decidió ampliar los detalles, convirtiendo sus pequeñas pinturas en impresiones de gran formato. Evidentemente, este procedimiento se asemeja mucho a la técnica utilizada por Mark, el personaje principal interpretado por David Hammings en Blow-Up, y fue utilizado por Antonioni con el fin de descubrir y exponer detalles ocultos en el interior de sus extremadamente pequeñas pinturas, revelando así, una serie de paisajes áridos y brumosos con contornos y superficies bien definidas. Un procedimiento que demuestra el fuerte y cercano vínculo que Antonioni creó entre la pintura, la fotografía y el cine.
El método empleado por Antonioni consistía en fotografiar y ampliar la pintura. De manera consciente y en un momento determinado, el artista italiano detenía la ampliación cuando las formas pintadas comenzaban a adoptar las formas de montañas, aunque éstas no fuera totalmente reconocibles. Antonioni estaba interesado en el instante que permite el surgimiento de la batracion a partir de una figura. La imagen resultante no pierde sus orígenes (en cuanto a forma o color), pero no retiene su presencia figurativa, sino que transita hacia la abstracción, pero aún así es capaz de aludir a una montaña.
En 2005, cuando tenía 92 años, Antonioni con un cuerpo anciano –y la mitad de éste paralizado debido al derrame cerebral que sufrió en 1985 y que lo condenó a permanecer en silla de ruedas–, estaba incapacitado de comunicarse con la cámara y con los actores, pero su lucidez mental seguía intacta e insistía en seguir pintando. Con la ayuda de una joven artista plástica, el italiano le daba indicaciones breves sobre el sentido, la dirección y la intensidad de las pinceladas, así como la elección de los colores. Su esposa, Enrica Fico –que permaneció a su lado desde 1986 y hasta su fallecimiento en 2007–, recuerda que “los colores, las formas y el espacio lo introducían en una dimensión extraordinaria que lo alimentaba; a él le curaban los verdes, los amarillos, pero sobre todo la abstracción”. Durante los años que convivieron, existió una recíproca admiración entre Antonioni y Mark Rothko. El uso de líneas para delimitar espacios rectangulares y el interés por los rojos intensos fueron dos características en la obra de Rothko que Antonioni procuró trasladar al cine. Incluso, en una de las visitas del cineasta italiano al estudio de Rothko en Nueva York, el primero le dijo al segundo: “Usted y yo hacemos lo mismo; usted pinta la nada, y yo filmo la nada”.
Mark Rothko, Sin título (rojo y naranja), 1968.
La aventura, Dir. Michelangelo Antonioni, 1960.
El desierto rojo, Dir. Michelangelo Antonioni, 1964.
TEXTOS CONSULTADOS:
- Lo sguardo di Michelangelo. Antonioni e le arti, editado por Dominique Païni (2013).
- Michelangelo Red Antonioni Blue: Eight Reflections on Cinema, escrito por Murray Pomerance (2011).
- Cinema and Painting: How Art Is Used in Film, escrito por Angela Dalle Vacche (1996).