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El gran pintor flamenco, Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569), jugó un papel decisivo en el desarrollo de la pintura de paisaje como un género en sí mismo. Los cazadores en la nieve (1565), es una de las cinco pinturas que se conservan (Brueghel pintó seis) del ciclo titulado Los trabajos de los meses. Pobladas por aldeanos, campesinos, agricultores, cazadores y niños, cada pintura consiste en un paisaje panorámico en un momento diferente del año.
Es sin duda una escena idealizada, esta tierra amortiguada por la nieve que se inclina marcadamente hacia un valle de fondo plano, donde se aprecian las siluetas de los niños jugando sobre el hielo de un lago congelado. Las cimas más espectaculares que se asoman a la distancia hacen que uno se pregunte sobre cuántos rangos de montaña se pueden encontrar en los Países Bajos. Pintado en un momento de agitación religiosa en aquella nación, Brueghel estaba probablemente representando la vida del campo cómo se imaginaba que era antes, o cómo debería o podría ser.
Bruegel popularizó el paisaje nevado e influyó en artistas como el pintor sordomudo, Hendrick Avercamp, que se especializó en este tipo de escenas. La obra, además, fue realizada durante la época de “La pequeña edad de hielo”, una etapa, desde el siglo XVI hasta el XIX, en la que se enfrió el hemisferio norte (el Támesis fue el último en congelarse en 1814, el año de la última helada del río). En la pieza pictórica uno casi puede sentir el frío penetrante invadiendo los huesos, y aunque el elemento fundamental del cuadro es el paisaje, Brueghel no olvida el extraordinario sentido de la luz y el espacio.
Pieter Brueghel el Viejo, Los cazadores en la nieve, 1565. Óleo sobre madera. 1.17 x 1.62 m.Museo de Historia del Arte de Viena (Austria).
A nuestra izquierda, en la parte inferior, nos encontramos con los tres cazadores, caminando con fatiga a través de una alfombra de color blanco. Sus perros de caza los siguen de cerca; cada uno sintiendo pena por ellos y sus fieles seguidores. Dos de los cazadores regresan con las manos vacías, mientras que el tercero tiene un zorro muerto colgando inerte de su lanza. Ha sido un día decepcionante. Más a la izquierda, hay una posada; la pequeña lumbre inclinada es signo de una amenazante ráfaga de viento. El pequeño grupo, aún así, intenta mantener con vida la fogata, sin embargo su labor se percibe provisional y precaria. En uno de los troncos se posa un pájaro; cuando nuestra mirada busca entre esas ramas sin hojas nos percatamos de la presencia de otras tres aves. Una de ellas ha decidido emprender el vuelo y, además de descubrir el cielo gris, se nos presenta vertiginosamente toda la ciudad cubierta de nieve. Esa sensación de vértigo que produce esta escena es estimulante e inquietante al mismo tiempo. Esta es una pintura que nos ofrece la luz y la sombra de la existencia humana. Los robustos campesinos trabajan en largos terrenos invernales y amargos, a menudo ganando poco o nada de recompensa. Vemos, sin embargo, que también existen las delicias propias de la naturaleza.
Esta fría escena de invierno ha sido reproducida como una de las tarjetas favoritas de Navidad. Pero Bruegel es un artista cuya obra también ha inspirado a escritores, poetas y realizadores cinematográficos. Los cazadores en la nieve aparece en filmes de Andrei Tarkovsky, Lars von Trier y Roy Andersson. El hecho de que una imagen tan estrechamente asociada con la jovialidad festiva se utilice en contextos tan contrastantes poniendo de relieve una sensación de malestar inquietante no es tan sorprendente: la pintura de Brueghel es de gran alcance, ya que provoca una sensación de ambivalencia incómoda.
Andrei Rubliov (1966) de Andrei Tarkovsky
Barro, agua, matorrales y monasterios. El paisaje de Andrei Rubliov es, desde el principio, una visión singular de la Tierra; se desplaza el suelo más allá de la visión del espectador. Se trata de un paisaje que se experimenta como si la Tierra se inclinara hacia arriba; de esta manera, los campos, pantanos y colinas se ven como una disposición vertical, una especie de friso arquitectónico natural. Pocos filmes como esta obra de Tarkovsky están tan arraigados a la tierra; casi no hay destellos del cielo; la cámara mantiene su visión hacia abajo y Tarkovsky encuentra constantemente puntos de vista en el que la tierra parece elevarse, llenando la pantalla. La manera de capturar este paisaje recuerda La Batalla de San Romano (de Paolo Uccello) y Los cazadores en la nieve (de Pieter Brueghel), pinturas que conservan una visión medieval del mundo, una experiencia campesina del paisaje, como algo que te envuelve, de la misma manera que los eruditos medievales creían que la bóveda celeste envolvía nuestra Tierra.
Solaris (1972) de Andrei Tarkovsky
Tarkovski escribió que “el arte es un metalenguaje, con el que la gente trata de comunicarse entre sí…esto no tiene que ver con una ventaja práctica, sino con la realización de la idea del amor”. A la luz de esto, es posible ver el personaje de Khari (Natalya Bondarchuk) como una obra de arte. Como una pintura de Brueghel, ella es una réplica imperfecta de algo perdido, y mediante la interacción con ella, Kris (Donatas Banionis) vuelve a descubrir lo que es ser humano y vuelve a sentir el amor. A diferencia de la novela de Stanislaw Lem, en la que se inspira el realizador ruso, el filme busca resaltar los valores humanos y la fuerza del amor en un universo indiferente y hostil.
En la secuencia de levitación, la interacción entre Khari (que representa la réplica de lo humano) y Kris (el ser humano) alcanza su clímax. Hay un juego de miradas: Kris observa a Khari, mientras ella observa el cuadro de Brueghel. La cámara se acerca y muestra detalles de la pintura que se vinculan con una serie de flashbacks de Kris cuando era un niño en un paisaje nevado similar al retratado por el pintor flamenco. De repente, se manifiesta la aniquilación de la fuerza de gravedad; las primeras velas comienzan a flotar, luego un libro y ella también. Parece ser un momento de trascendencia, incluso de exaltación, que cuando culmina, ambos personajes parecen relajados sobre el suelo, ella con la cabeza de Kris encima de su regazo. Una manera de leer esta escena es que a través del poder evocador del paisaje nevado de Brueghel, Khari es capaz de entender lo que significa ser humano amando plenamente.
El espejo (1975) de Andrei Tarkovsky
En Solaris, la cámara adopta un enfoque deconstructivo de la imagen desmantelando la totalidad del cuadro en varias partes mediante el uso de encuadres en primer plano. En El espejo, Tarkovsky emplea la cámara para recrear la composición de la pintura, haciendo una paráfrasis visual de la obra de Brueghel. En este caso, el director recurre al principio básico del cine, “la imagen en movimiento”, para proponer como se verían “los cazadores en la nieve” desplazándose en ese espacio poblado de colores blancos.
Aunque curiosamente, la cámara permanece casi inmóvil y sólo sugiriendo leves y lentos desplazamientos para realizar un seguimiento de la trayectoria de la figura central. Los cazadores en la nieve aparece en su encarnación cinematográfica como Aleksei, el protagonista y narrador del filme (que se mantiene fuera de cámara y aparece sólo como un niño a través de la narrativa de varias escenas en retrospectiva) que le relata a su hijo, Ignat, una anécdota de su infancia a su hijo sobre cómo percibió la nieve durante un día de guerra.
Melancolía (2011) de Lars von Trier
En la apertura del filme, von Trier aprovecha para exhibirse como un erudito. El número de significados y símbolos es casi abrumador. Una parte significativa de la misma se refiere a la historia del arte europeo. Justine (Kirsten Dunst) como una novia al estilo de Ofelia de John Everett Millais; un plano abierto de Justine y Leo en el bosque se asemeja a The Woodman’s Daughter, también del pintor inglés; y desde luego, el primer plano de los cazadores en la nieve. Otras referencias son cinematográficas; por ejemplo, la alusión al jardín geométrico de El año pasado en Marienbad de Alain Resnais. Todos estos planos revelan mucho sobre la protagonista; indican una fuerte conexión de Justine a la naturaleza (en determinado momento ella está literalmente atada a los árboles) y sus poderes especiales (cuando se ejecutan a través de impulsos eléctricos con los dedos). Algunos símbolos bíblicos también pueden encontrarse como el que refiere al pasaje de Moisés y la zarza ardiente. Todo esto mientras escuchamos el preludio de Tristán e Isolda compuesto por Richard Wagner.
Durante la boda, Justine, sintiéndose cada vez más deprimida se escapa a la biblioteca –que está llena de libros de arte–. Todos los que están abiertos presentan la obra de Kazimir Malevich; al ver estas figuras geométricas, Justine se vuelve insegura y paranoica, por lo que rápidamente cambia de página y abre otros libros para ver las piezas que la tranquilizan, como los cuadros de Millais, Brueghel y Caravaggio. Es cierto, las obras pertenecen a diversos periodos y estilos, pero todas ellas hacen uso de la estética de la crueldad para revelar una preocupación: la humanidad al borde de una prueba sustancial. Von Trier recurre a todas estas referencias para reflejar el estado mental de Justine y, al mismo tiempo, sirven como una profecía de lo que va a suceder. Las obras que Justine cubre y oculta son ejemplos del suprematismo, un movimiento que optó por desconectar el arte de la naturaleza y el rechazo de la narración. Por primera vez en la película vemos claramente el conflicto entre los dos enfoques: el de Justine y el de John (Kiefer Sutherland). Él, con su obsesión por el orden (por cierto, los arbustos cortados geométricamente en el jardín se asemejan a las formas presentes en las pinturas de Malevich) y ella, cuya vida es un caos completo.
Una paloma reflexiona sobre la existencia desde la rama de un árbol (2014) de Roy Andersson
En palabras del director sueco:
Brueghel el Viejo: Entre sus otras obras maestras del Renacimiento, el artista flamenco del siglo XVI pintó un exquisito paisaje titulado Los cazadores en la nieve. Desde una colina cubierta de nieve con vistas a una pequeña ciudad flamenca, vemos aldeanos patinando en un lago congelado en un valle. En el primer plano, tres cazadores y sus perros regresan de una caza exitosa. Por encima de ellos, posado en las ramas desnudas de un árbol, tres aves con curiosidad observan los esfuerzos y las actividades de la gente de abajo. Brueghe se especializó en paisajes detallados poblados por campesinos y con frecuencia adopta la perspectiva de barrido de un ave para contar una historia de la sociedad y la existencia humana. Su obra también contiene alegorías fantásticas de los vicios y las locuras del hombre para expresar las trágicas contradicciones del ser. En su pintura, Los cazadores en la nieve, aparecen las aves parecen especular: “¿Qué están haciendo allí los seres humanos? ¿Por qué están tan ocupados?”.
Una paloma reflexiona sobre la existencia desde la rama de un árbol consiste en la vista panorámica que un pájaro tiene sobre la condición humana, en la que el ave no sólo se refleja en la existencia humana, sino que también se preocupa profundamente por él, como lo hago yo. La paloma se asombra de que los seres humanos no ven el apocalipsis que se acerca. El filme muestra ese apocalipsis inminente y ofrece la posibilidad de creer en nuestra capacidad como humanos para evitarlo.
TEXTOS CONSULTADOS:
-Pieter Bruegel the Elder: Art Discourse in the Sixteenth-century, escrito por Todd M. Richardson (2011).
-The Cinema of Tarkovsky: Labyrinths of Space and Time, escrito por Nariman Skakov (2012).