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La “Nueva objetividad” (Neue Sachlichkeit) –nombre acuñado por el crítico G. F. Hartlaub– se refiere al arte alemán de la posguerra que muestra la repulsión a la matanzas producidas durante la Primera Guerra Mundial, representado el lado cruel del conflicto moral y psicológico de la comunidad alemana donde no hay héroes ni honor, sólo catástrofe y violencia.
Este movimiento artístico representó un regreso a los lenguajes “objetivos” del realismo y adoptó la figuración de carácter crítico y satírico de manera agresiva y ácida mediante un dibujo caricaturesco de gran libertad expresiva. La mayoría de los cuadros pertenecientes a la “Nueva objetividad” se caracterizan formalmente por su gran nitidez visual, sus contornos bien delineados y marcados, los trazos ágiles y las pinceladas vigorosas. En el aspecto temático, son obras de denuncia social que recurren a la estética de lo grotesco para apelar directamente a los impulsos del espectador, resaltando los aspectos más sórdidos de la realidad: la corrupción, las víctimas de la guerra, la deshumanización de la vida, las escenas de la gran ciudad con figuras perdidas entre edificios e inmersas en ambientes industriales, trasfondos nocturnos de miseria poblados de prostitución y otras bajezas humanas.
Dentro de los más notables exponentes de este movimiento –además de George Grosz, Käthe Kollwitz, Max Beckmann Georg Scholz y Ernst Barlach– se encuentra Otto Dix (1891-1968), quien participó en la Primera Guerra Mundial como soldado, pero al poco tiempo quedó decepcionado de su decisión. La guerra y los horrores lo marcaron de por vida. En sus grabados y pinturas expresionistas, Dix inmortalizó los horrores sin precedentes de la Primera Guerra Mundial y sus secuelas paralizantes sobre la vida cotidiana en Berlín. La angustia se irradia desde los paisajes desolados de las trincheras militares llenas de cadáveres y restos humanos, el legado de la primera guerra industrializada. Mientras que las imágenes de los veteranos pobres, desfigurados y solitarios son invisibles a los transeúntes en las calles que prefieren acudir a los centros nocturnos de perversión como escaparate de su descarnada realidad. Se trata de una serie de comentarios visuales provocadores sobre el impacto desigual de la guerra y la manera en que afectó a los diferentes grupos sociales.
Otto Dix, Jugadores de cartas, 1920.
Otto Dix, Tropas de asalto bajo un ataque de gas, 1924.
Otto Dix: Postcards from the Front (1992), un documental producido por la BBC para la serie de documentales Arena, traza los orígenes, las motivaciones y el estilo del extraordinario artista alemán que en su época y en las décadas posteriores fue considerado una de las figuras más polémicas y transgresoras de las vanguardias de principios del siglo XX.
También te compartimos Otto Dix. Der Krieg (War): The Dresden Triptych, un cortometraje documental elaborado en 2014 por el Staatlichen Kunstsammlungen Dresden (Colecciones estatales de arte de Dresde) para recordar el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial. Ningún otro artista del siglo XX logró con la misma intensidad y fuerza representar las atrocidades de la guerra; sus representaciones sorprendentemente realistas de los soldados heridos y muertos en las trincheras se han grabado en nuestra memoria colectiva.
En el catálogo de la exposición “Glitter and Doom”, organizada en 2006 por el Museo Metropolitano de Arte, la curadora e investigadora Sabine Rewald describe el momento en que Otto Dix vio por primera vez a la periodista Sylvia von Harden. Persiguiéndola por la calle, él exclamó: “¡Tengo que pintarte!”, y así se puso en marcha la producción de uno de los retratos más memorables de Weimar. Von Harden expresó su sorpresa por ser deseada como un sujeto de retrato, ya que sus características, por su propia descripción, “estaban lejos del ideal femenino”. Fue precisamente esta belleza no convencional lo que atrajo a Dix, quien interpretó a von Harden como una confusión de los significantes de género. En una elisión de lo masculino y lo femenino, von Harden aparece con un rostro de polvo blanco, un intenso lápiz labial rojo, un peinado recortada al estilo juvenil, y un vestido en forma de caja, ocultando cualquier sugerencia de su figura, con unas medias visibles que ligeramente aluden a lo femenino. Haciendo caso omiso de la conducta femenina “adecuada”, von Harden se sienta sola en un café y fuma un cigarrillo, sus manos alargadas distan mucho de simbolizar la suavidad y delicadeza de la mujer. Ella también lleva un monóculo, un accesorio del varón “dandy” de Weimar. Dix afirmó que von Harden “representaba su época”, y por lo tanto representaba a la “Nueva mujer de Weimar”, una figura con cualidades masculinas, cuyas aspiraciones profesionales le valieron un papel de fetiche dentro de una cultura popular en sintonía con la visualización de su propia modernidad. Con este retrato, Diz cuestiona la perspectiva conservadora de sus tiempos y critica los roles de género nacionalsocialistas.
Otto Dix, Retrato de la periodista Sylvia von Harden, 1926. Museo Nacional de Arte Moderno, Centro Georges Pompidou, París.
El coreógrafo y cineasta estadounidense, Bob Fosse, recuperó el Retrato de Sylvia von Harden, obra realizada por Dix en 1926, en Cabaret (1972), filme ambientado en la década de 1930 en Berlín, una ciudad dominada por el partido nazi donde el amor, el baile y la música se mezclan en la animada vida nocturna del Kit Kat Club, un refugio mágico donde la joven Sally Bowles y un divertido maestro de ceremonias hacen olvidar las tristezas de la vida y la decadencia del periodo entre guerras.
TEXTOS CONSULTADOS.
- Las vanguardias artísticas del siglo XX, escrito por Mario De Michelli (1992).
- Otto Dix: 1891-1969, escrito por Eva Karcher (2002).
- Otto Dix, Life and Work, escrito por Fritz Löffler (1982).