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Shirin Neshat nació en Qazvin, Irán, en 1957. En 1974, a la edad de 17 años, fue enviada a los Estados Unidos para realizar sus estudios; la Revolución Islámica en 1979 le impidió volver a su país de origen por casi 20 años. Después de estudiar arte en la Universidad de California en 1983, Neshat se trasladó a Nueva York, donde pronto comenzó a trabajar en la Tienda de Arte y Arquitectura, un espacio interdisciplinario alternativo en Manhattan.
Las primeras obras de Neshat fueron fotografías; Unveiling (1993) y Women of Allah (1993-1997) exploran las nociones de feminidad en relación con el fundamentalismo islámico y la militancia en su país natal. Posteriormente incursionó en el videoarte donde produjo obras con contenido abiertamente político. En sus primeras videoinstalaciones –la trilogía que comprende Turbulent (1998), Rapture (1999) y Fervor (2000)–, la artista utiliza pantallas de video duales para retratar oposiciones abstractas que refieren al género y la sociedad, al individuo y al grupo, y también aluden a la condición restrictiva de las leyes islámicas relativas a las mujeres. Otros videos, como Soliloquy (1999), Possessed (2001), Pulse (2001) y Tooba (2002), junto con la película Passage (2001), han ampliado esta fórmula presentando narraciones igualmente ambiguas.
Neshat ha dirigido varios cortometrajes, entre los que destacan Illusions & Mirrors (2013), protagonizado por Natalie Portman. En 2009 realizó el largometraje Women Without Men –ganador del León de Plata en el Festival de Venecia–, adaptación de la novela homónima de la escritora iraní, Shahrnush Parsipur, que narra cómo se entrelazan las vidas de cuatro mujeres en Irán durante el verano de 1953, cuando el gobierno británico decidió intervenir para derrocar a Mohammed Mossadegh. Se trata pues de un destacado thriller que aborda temas como los derechos humanos, el papel de la mujer en la sociedad y el valor simbólico del jardín en la tradición islámica.
En una entrevista para Cine-fils Magazine, Neshat habló sobre la relación entre la creatividad, el arte y el poder; los vínculos entre las manifestaciones artísticas y la sociedad; la responsabilidad estética y social del artista; así como la influencia emocional y espiritual que el arte puede tener sobre el espectador.
Un artista está creando su propio mundo. Y dentro de ese mundo el artista crea sus propias leyes. Esto le da al artista un poder divino. Y de alguna manera permite ganar distancia de las cosas. Es un estado de paz total. No estoy segura si el arte realmente puede cambiar nuestra sociedad. Pero puede, por supuesto, ejercer una influencia en nuestra forma de pensar y puede cambiar en cierta medida nuestra perspectiva sobre algunas cuestiones sociales. Pero más importante que esto es la influencia emocional y espiritual del arte en la gente.
La artista iraní también compartió su fascinación por el cine de Andrei Tarkovsky:
Recuerdo ir a una retrospectiva de las películas de Tarkovsky. Esta fue una experiencia muy fuerte para mí. Yo estaba sentada en el cine viendo una película tras otra. Cuando terminó el programa me sentí completamente cambiada. Yo estaba profundamente conmovida por el trabajo de ese artista. Y aunque sus historias pueden ser realmente tristes y oscuras a veces, me sentí muy feliz de alguna manera porque finalmente había experimentado que el valor del arte está en las fuertes reacciones que puede provocar en una audiencia.
Fuente: Cine-fils Magazine