Selección Oficial de Largometraje Mexicano #FICM2015
La cumbre escarlata (Crimson Peak, 2015), el más reciente filme de Guillermo del Toro, abrió las actividades de la 13ª edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM). En la sección de Estrenos Internacionales, vimos Carneros (Rams, 2015), del cineasta islandés Grímur Hákonarson, que este año obtuvo el premio a Mejor Película en Una Cierta Mirada del Festival de Cannes.
La cumbre escarlata
Crimson Peak, Dir. Guillermo del Toro, Estados Unidos/Canadá, 2015.
(Función inaugural)
★★★½
La joven Edith Cushing (Mia Wasikowska) es una acaudalada aspirante a escritora que oscila entre Jane Austen y Mary Shelley. Ella se siente atraída por las historias de amor, pero también por la figura del fantasma como metáfora del pasado; posee una sensibilidad aguda y una dosis de repudio contra el sector aristócrata al que pertenece. Su pacífica existencia en Búfalo, Nueva York, a finales del siglo XIX, es interrumpida cuando el misterioso Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un noble inglés con problemas financieros, está en búsqueda de prestamistas para construir una máquina que pueda extraer la arcilla de los suelos de Cumberland, al norte de Inglaterra, lugar donde se encuentra Allerdale Hall, un antiguo castillo en ruinas que comparte con su hermana, Lucille Sharpe (Jessica Chastain), y que alberga presencias sobrenaturales siniestras e inquietantes.
Aunque se percibe la influencia de los cuentos de Edgar Allan Poe y las novelas de H.P. Lovecraft, La cumbre escarlata es un cuento de amor enmarcado en una atmósfera gótica; las presencias fantasmales conforman la esfera de lo paranormal que acompaña un relato humano sobre la perversidad de la ambición y el destello que produce el enamoramiento cuando una joven virginal se siente atraída por la presencia de un galante caballero. Guillermo del Toro (Cronos, 1993; El laberinto del fauno, 2006) retoma las atmósferas oscuras que caracterizaron muchos de sus trabajos anteriores y adopta varios símbolos del romance gótico (una joven, vestida de blanco y pura; un seductor misterioso; una mujer amenazante vestida de negro; una vivienda laberíntica, espectral y mortal) para configurar un relato sobre el deseo, el anhelo y la pérdida. Los actores asumen el riesgo de la implicación emocional que conlleva cada uno de sus personajes: la fragilidad e ingenuidad de Edith, la ambigüedad y la debilidad de Thomas y la malicia e inestabilidad de Lucille. Las cortinas de terciopelo, los contrastes de color en las vestimentas de los personajes y las visiones fantasmales conforman la envoltura tenebrosa del filme. El cineasta mexicano despliega la opulencia visual del barroco para construir ambientes laberínticos, miradas que sienten curiosidad y terror al transitar por los pasillos y habitaciones agorafóbicas. La fotografía del danés, Dan Laustsen (Silent Hill, 2006; Headhunter, 2009) captura los juegos de claroscuros en espacios cerrados creando atractivos contrastes de tonos amarillo, naranja y verde ajenjo al interior del cuadro; su cámara merodea y avanza poco a poco a lo largo de los corredores con un espeluznante sigilo que a veces sucumbe al uso excesivo del CGI para crear a los fantasmas. A lo largo de La cumbre escarlata se manifiestan los elementos apreciados por del Toro a lo largo de su trayectoria: la superposición del ámbito de lo real con lo fantástico, la violencia, la sangre, la pasión por la mecánica y los insectos. En última instancia, el esplendor de la profundidad de campo, la preciosidad técnica y estética de su diseño de producción, el suntuoso vestuario y el detallado trabajo de los decorados confeccionan un filme de elegancia formal que se asemeja a la suntuosa fachada de un castillo que nos invita a ingresar y explorar sus interiores.
LFG (@luisfer_crimi)
Carneros
Rams, Dir. Grímur Hákonarson, Islandia, 2015.
(Estrenos internacionales)
★★★★
En los extensos prados de Islandia, habita Gummi (Sigurður Sigurjónsson), un solitario criador de ovejas que siente un enorme cariño y afecto por su rebaño. A varios metros de distancia, vive su vecino y hermano mayor, Kiddi (Theodor Júlíusson), quien comparte su fascinación por los carneros y tiene su propio establo para cuidarlos; sin embargo, ambos llevan cuarenta años sin dirigirse la palabra. Cuando un brote de tembladera –una enfermedad incurable que daña el cerebro y la médula espinal de las ovejas– condena la masacre de los rebaños, los hermanos deben esforzarse por hacer un frente común y buscar la manera de salvar a sus animales. Los atractivos paisajes de la isla de fuego y hielo conforman el escenario donde, lo que comienza como una excéntrica comedia sobre la cría de ovejas –incluido un concurso de belleza de carneros– se convierte en un relato áspero sobre la rivalidad familiar y los celos entre hermanos. El filme es una sutil representación de la soledad humana y las dificultades de los individuos para crear conexiones, incluso con sus propios hermanos. El director, Grímur Hákonarson (A Pure Heart, 2012), con su ojo vigilante, captura la actividad de aquellos pueblos remotos que conforman un microcosmos rural donde los hombres sacrifican todo por su ganado. A pesar del semblante estoico de los protagonistas –hombres barbudos que recuerdan a los temibles vikingos–, los personajes poseen, muy en su interior, un afecto por el otro, y buscan sanar sus heridas internas. Sin decorar su filme mediante una contemplación pasiva de los bellos escenarios, Hákonarson enmarca los rostros en primeros planos para aproximarse los ejercicios de reflexión interna que llevan a cabo los personajes, y recurre a los planos abiertos para insertar momentos de simpatía e ingenio irónico que viven en su cotidianidad los personajes. Las melodías elegiacas de la banda sonora se integran congruentemente a las inclemencias del clima que se vive en lo alto de las montañas, una zona gélida que contrasta con el calor humano que desean recuperar los hermanos de Carneros.
LFG (@luisfer_crimi)