Ha iniciado una nueva edición del Festival de Cannes, para mucha gente de cine, el más importante (en cuanto a prestigio y resonancia) de todos los que presentan anualmente los filmes con propuestas más arriesgadas, más estéticamente bellas, más desafiantes narrativamente, más logradas artísticamente. El sello de un filme ganador de la Palma de Oro es casi el equivalente al entrar al paraíso de los cineastas del mundo del arte. Y este año, el festival se siente con una fuerza especial toda vez que, desde que inició la pandemia del 2020, es el primer año que se volverá a desarrollar totalmente de manera presencial, de modo muy similar al que se había llevado a cabo siempre, hasta entonces. Por lo que el júbilo tanto por ver cine, como por platicar de él en las numerosas fiestas que diariamente alegran las noches de la Riviera Francesa.
Este año, el Presidente del Jurado de la Selección Oficial es presidido por el actor francés, Vincent Lindon, quien estará acompañado por las actrices Rebecca Hall, Deepika Padukone y Noomi Rapace, y por los directores Asghar Farhadi, Ladj Ly, Jeff Nichols y Joachim Trier, quienes serán los encargados de ver, calificar y elegir a los filmes que premiarán al final de la siguiente semana, de directores como David Cronenberg, los hemanos Dardenne, Claire Denis, Hirokazu Kore-eda, Ruben Östlund, Kelly Reichardt, Cristian Mungiu y Park Chan-wook, entre muchos otros.
Ya ha iniciado la proyección de las películas contendientes y, por supuesto, tamibén las reseñas y críticas sobre ellas.
Zhena Chaikovskogo (Tchaikovsky's Wife)
Dir. Kirill Serebrennikov (Rusia-Francia-Suiza)
El escritor y director ruso, Kirill Serebrennikov (Leto) brinda su intensa simpatía por la infeliz figura de Antonina Miliukova, la esposa del célebre compositor Pyotr Illich Tchaikovsky de la que está separado, en un rol alguna vez interpretado por Glenda Jackson en The Music Lovers, filme de Ken Russell de 1971. El filme de Serebrennikov retrata a Antonina como egoísta, fanática, ingenua, narcisista y autocomplaciente, además de antisemita, pero asimismo como la esposa más inadecuada de un genio desde Sophia Tolstoy o, más bien, Constance Wilde.
El filme ciertamente aborda el tema de la terrible soledad de Antonina: ella está distanciada de Tchaikovsky la mayor parte del tiempo en pantalla, pero está mentalmente encadenada a alguien que la odia. Hay una brillante escena onírica al inicio de la película, en la que Tchaikovsky resucita para regañar a la gente que le permitió a ella el poder ver su cadáver. La vida emocional de la pobre Antonina está confinada a una relación sórdida y amarga con su abogado. Ella se condena a sí misma a una vida en los márgenes de la celebridad de Tchaikovsky: es la indeseada intrusa de la que alguna vez se imaginó a sí misma tendría que proteger a Tchaikovsky.
Se trata indudablemente de un drama muy visible y vehemente -por mucho superior al filme previo de Serebrennikov, el desmadejado y poco gratificante Petrov’s Flu. Si hay estrechez en su alcance final y emocional, eso le inyecta fuerza.
-Peter Bradshaw, The Guardian 3.5/5
En Tchaikovsky’s Wife, la vida doméstica del icono ruso es representada como un calvario marital lo suficientemente intenso como para hacer palidecer a Ingmar Bergman (o incluso a Ken Russell, ya entrados en gastos, que abordó la misma historia en su filme The Music Lovers). Como lo sugiere el título, el guionista y director, Kirill Serebrennikov, se enfoca aquí en la experiencia de Antonina Miliukova, quien fue lo suficientemente infortunada -y, el filme sugiere, suficientemente ilusa- para casarse con el compositor Pyotr Ilyich Tchaikovsky. La por momentos hipnotizante e intesa interpretación protagónica de Alena Mikhallova, es la carta triunfal de este desmadejado drama revisionista suntuosamente armado, que retrata el extendido matirio de de Antonina a manos del patriarcado de la época zarista. Pero, pese a algunos momentos dramáticos llamativamente estilizados, la impresión general es que se trata de un prestigioso monumento pesado y melancólico. Dado el panorama mundial de la actualidad, un filme ruso tendría que ser muy especial, y más bien accesible para dejar algún tipo de huella internacional, y Tchaikovsky’s Wife no parece ser ese candidato.
El aislamiento de Antonina es evocada de forma más nítida al ser vestida en ocasiones en un rojo vívido, que contrasta con el mar de hombres en negro fúnebre. El filme difícilmente podría ser más explícito acerca de temas como la opresión sexual y el privilegio, además de la notable idea de que, como alguna persona lo señaló, “a los genios todo se les permite”.
El filme sufre de la exageración, tanto en su narrativa rimbombante y en una banda sonora (que incluye, naturalmente, los clásicos pero no las selecciones más obvias) que tiende hacia lo demasiado retórico.
-Jonathan Romney, Screen International
Aquí puedes ver Leto: Un verano de amor y rock de Kirill Serebrennikov
Le Otto Montagne (Las ocho montañas)
Dir. Felix Van Groeninger y Charlotte Vandermeersch (Italia-Bélgica-Francia)
Encontramos júbilo y melancolía y una conexión lírica con la naturaleza en Le Otto Montagne, la adaptación reverencial que hacen Felix Van Groeninger y Charlotte Vandermeersch a la novela bestseller del 2016 de Paolo Cognetti, ganadora del pretigiado Premio Strega italiano. Lo que falta es conflicto, además de un impulso narrativo que libere por completo la historia de la página. Pese a que Luca Marinelli y Alessandro Borghi brindan profundidad a los protagonistas que se conocieron de niños en un pequeño poblado montañoso que desde entonces mantiene una fuerte influencia sobre ellos, el exceso de utilización de la voz en off que hacen los realizadores para vincular distintos episodios de la trama es solo un ejemplo que pinta cómo el drama se mantiene frustrantemente literario.
En sus reflexiones sobre el amor entre dos hombre cuyo mutuo entendimiento y lugar en el mundo lo consolidan los entornos naturales, Le Otto Montagne no puede dejar de recordarnos Old Joy y First Cow de Kelly Reichardt. Este nuevo filme posee varias cualidades admirables, entre ellas la belleza serena de los paisajes, pero necesita más que eso para poder afrontar este tipo de comparaciones.
–David Rooney, The Hollywood Reporter
Este bello, rico, inexpresivamente triste filme trata acerca de la amistad entre dos hombre incapaces de hablar sobre sus sentimientos, ni del ganar y perder en el gran juego de la vida. Se sitúa en el fascinante y fabulosamente fotografiado valle de Aosta, en los alpes italianos, que incluyen las pendientes del Mont Blanc y el Matterhorn (la “montaña de las montañas”). Pero las “ocho montañas” del título hacen referencia a los ocho más altos picos del Nepal: un símbolo misterioso de la ambición y la conquista humanas.
Los realizadores belgas, Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch adaptaron la premiada novela del autor italiano Paolo Cognett y han creado una profundamente inteligente meditación sobre nuestra capacidad para el amor, y cómo ésta es moldeada por las arbitrarias, irreversibles experiencias de nuestra infancia, y por nuestra relación con el paisaje. El valle de Aosta es retratado con magnificencia, y van Groeningen y Vandermeersch encuentran un estrato de tristeza debajo de él, una especia de superficie hidráulica conformada por lágrimas.
Es esta una película con aire en sus pulmones y amor en su corazón. Es espaciosa y pausada en su devoción hacia la belleza y lo que significa ser humano (…) El filme tiene misterio y pasión, escala montañosas alturas y te recompensa con lo opuesto al vértigo: una especie de exaltación.
-Peter Bradshaw, The Guardian 5/5
Trad. EF