En el tercer día de la Competencia Oficial en Cannes se presentó uno de los filmes que ya algunos críticos consideran serio contendiente para la Palma de Oro, R.M.N. del rumano Cristian Mungiu, que ya la ganó hace unos años y también ha sido acreedor al Premio a Mejor Director en otra ocasión; y también Hermano y hermana, un filme del habitual francés Arnaud Desplechin, que no dejó muy satisfecha a la crítica.
R.M.N.
Dir. Cristian Mungiu (Rumania-Francia-Bélgica)
Cristian Mungiu ha regresado a la Competencia Oficial de Cannes con este psicodrama austero y sombrío alrededor de la xenofobia en la Europa Central: una hostilidad rumana (tipo Brexit) que se ha asentado en los cerebros de la gente dentro de una región multiétnica de Transilvania. Hay personas incapaces de decidir cuál es la identidad racial que más desprecian de entre sus vecinos, o cuánto detestan a la Comunidad Europea de la que aún proviene mucha ayuda financiera, pero cuyos países más ricos siguen siendo muy racistas en contra de ellos, de hecho. Pese a todo ello, el filme se siento por momentos un poco artificioso y sin suficiente potencia. R.M.N. es un intrigante ensayo sobre una crisis del tipo racista: ¿cuándo y cómo suprimes tu desagrado hacia cierto tipo de gente para hacer causa común con ellos en contra de otro tipo de gente?
El estilo narrativo de Mungui es tan poco enfático y discreto como siempre, y presenta una llamativa escena fundamental en la que se convoca a una junta en el pueblo en la que la paranoia racista de cada quien puede ser libremente expresada: esto es mostrado en una sola toma continua, sin interrupciones. R.M.N. es un filme pesimista y deprimente, cuya repentina ráfaga de visiones oníricas hacia la conclusión resulta un poco desconcertante. Pero está seriamente comprometido con la infelicidad y disfuncionalidad en Europa que poco se reconoce y de la que menos se habla.
-Peter Bradshaw, The Guardian 3/5
El título no es, al final, algún tipo de código para “Rumania”. Pero si fuera, igual sería apropiado: El enormemente preocupante, intrincadamente pesimista R.M.N., del director Cristian Mungiu, tal vez el más importante cineasta de la Nueva Ola Rumana, es un poco menos que un sintetizado reporte de la nación, una analogía en microcosmos de una sociedad completa en jirones desprovista de toda tersura en la que solo los elementos más rudos – los fanáticos, los traidores y un sorprendente número de osos- prevalecen.
La tentación es asemejar este acercamiento fragmentado -que, incidentalmente, se distancia del determinante dinamismo narrativo del filme ganador de la Palma de Oro de Mungiu, 4 meses, 3 semanas, 2 días, y del filme con el que ganó el premio en Cannes a Mejor Director, Graduation – con la creación de un mosaico. Pero eso implicaría que la historia de este filme es de convergencia, en el que las piezas eventualmente se acomodan para revelar algún gran diseño unificador, cuando en realidad la trayectoria aquí es la opuesta. R.M.N. es una instantánea en cámara lenta de una comunidad profundamente hundida, volando en todas direcciones, como si una especie de bomba hubiera detonado hace años, quizá siglos, y siguiera explotando.
Se trata de un filme complejo, tan repleto de ideas que uno esperaría que la estética tuviera menos importancia, pero R.M.N. es casi absurdamente bello. La fotografía de Tudor Panduru hace un magnífico uso del extremadamente ancho formato del 2.39:1 que, por supuesto, halaga los crudamente hermosos paisajes de Transilvania, pero que resultaría extravagante para las secuencias de diálogo en interiores, si no estuvieran coreografeados, encuadrados y atentos a la acción en segundo plano con tal precisión. De hecho, llegas a sentir que, dado el deseo de Mungiu por demostrar cada flanco de cada argumento de modo simultáneo, filmaría en 360 grados si la opción estuviera disponible. Y durante la sensacional secuencia central -un plano secuencia de 17 minutos de una concurrida reunión comunal en el Ayuntamiento con múltiples oradores y múltiples planos de acción ocurriendo simultáneamente- parece que el director logra un efecto envolvente similar.
-Jessica Klang, Variety
Una vez más Arnaud Desplechin ha paseado su bizarro carrito de los postres por el restaurante de Cannes: otra confección cuajada de algarabía tragicomicaromántica. Desplechin es un accesorio de Cannes y sus extrañamente indulgentes juegos mentales ciertamente le dan a la competencia un saborcito especial. Pero esto es exasperadamente carente de sentido y falto de humor: está lleno de grandes gestos, interpretaciones gigantemente engreídas, enormes escenas (aunque por lo general desconcertadamente truncadas), grandes emociones y diálogo del que busca sacar sonrisas. Aunque debo admitir que hay técnica y gusto en la manera en que todo está ensamblado.
La historia es acerca de un hermano y hermana que se odian. ¿Y por qué exactamente? Bueno, no es del todo claro, y si el punto es que esa tensión fraternal en ocasiones no es explicable, bueno, eso tampoco queda claro. No se encuentra un solo momento convincente en todo el diálogo aireadamente sofisticado. Este capricho y fantasía sobreexcitada de Desplechin le ha funcionado en el pasado, pero sus filmes crecientemente parecen como un comercial de perfume de dos horas: Indiferente, tanto para hombres como para mujeres.
-Peter Bradshaw, The Guardian 2/5
Podrá decirse lo que sea de los defectos de Hermano y hermana, pero no se le puede acusar de hervirse a fuego muy lento. Dentro de sus primeros diez minutos, dos hermanos distanciados se gritan en el velorio de un niño, declarando que el otro es “un monstruo indecente”; el coreografiadamente sonoro accidente de un solo coche pone en peligro a una pareja de anciando y paraliza a un conductor adolescente; después un camión a alta velocidad, en la misma escena, provoca mayor tragedia. Incluso antes de poder recordar los nombres de los protagonistas, el más reciente retablo sobre una familia disfuncional del director francés, Arnaud Desplechin, no se avergüenza de su agenda melodramática; esa intensidad para llamar la atención pronto se disipa, de cualquier forma, en el vaporoso y sensiblero estudio de las relaciones tóxicas entre hermanos que presenta. La protagónica presencia de Marion Cotillard quizá provoque interés internacional para una pieza con tanto diálogo que seguramente tendrá mayor éxito en su propia tierra.
-Guy Lodge, Variety
Trad. EF