Lee aquí nuestra minicrítica de ‘Amazona’
Con motivo del estreno en México de Amazona (2016) –recientemente nominada a los Premios Goya 2018 en la categoría de Mejor película iberoamericana– platicamos con la directora Clare Weiskopf sobre el proceso de realización de su documental en el que elabora un retrato íntimo y respetuoso de Valerie Meikle, su madre, una mujer de origen británico que tres décadas atrás abandonó a sus pequeños hijos para escapar rumbo a la selva colombiana con la intención de disfrutar de su libertad y estar en contacto con la naturaleza. Weiskopf nos explicó el reto que representó equilibrar las dos miradas (tanto las dudas y cuestionamientos que ella tenía sobre su madre, así como los ideales y las formas de pensar de Valerie) y las frágiles líneas que existen entre los conceptos y las implicaciones de la maternidad, el sacrificio, la libertad, la responsabilidad y el egoísmo.
EnFilme: ¿Cuáles eran tus intenciones al momento de realizar este viaje hacia la selva amazónica y hacia el pasado de tu madre?
Fue en el proceso de realización cuando me di cuenta cuál era la película realmente porque yo desde hace muchos años quería hacer una película sobre mi mamá. Entonces, en un principio era como una biografía sobre ella, pero pronto, un poco antes de hacer la película, me di cuenta que no era sólo sobre eso y que tenía que ser desde mi punto de vista. Y sobre todo yo tenía muchas cosas que decir ya que durante el proceso de hacer la película, yo me vuelvo madre; entonces me surgieron muchas preguntas, muchas inquietudes acerca de qué es una madre. Digamos que se vuelve una película mucho más profunda sobre qué significa ser madre y dónde está esa delgada línea entre la responsabilidad y la libertad.
Aunque Amazona es tu mirada, muy personal y única, también le das espacio a tu madre para conocer sus ideales y su forma de pensar. ¿Cómo lograste este equilibrio?
Fue un reto porque normalmente cuando uno dirige una película tienes control. Entonces yo tenía muy claro que no quería hacer una película para juzgarla, porque eso hubiera sido lo más fácil: juzgar a alguien desde afuera. Lo que yo pretendía era darle voz a ella, entenderla y elaborar un viaje hacia su pasado para comprender sus razones de lo que hizo. Eso era demasiado importante para mi; entonces digamos que desde el principio estuvo muy claro que yo la iba dejar hablar porque, a fin de cuentas, ella es la protagonista. Fue un poco difícil lograr eso porque se trata de una película sobre sus puntos de vista, ¿cómo veía ella la vida?, y también mis puntos de vista como hija.
¿Consideras que la libertad exige una dosis de egoísmo, de egocentrismo?
Esa es una pregunta un poco difícil. Es que yo tengo una visión totalmente distinta a la de mi mamá. Igual, yo hasta ahora soy madre, mi hija tiene apenas tres años. Una de las preguntas coherentes de la película es ahondar en que cuando una se convierte en madre debe o no necesariamente ser únicamente madre. Como que en la sociedad se ve a la madre como aquella que se sacrifica para tener y dedicarse a los hijos. Y yo creo que se puede ser madre y seguir siendo tú. Aunque eso depende de lo que signifique la libertad para cada persona. Pero, a fin de cuentas, pienso que si se puede lograr un equilibrio entre ambas: poder ser madre y acompañar a sus hijos, pero también realizarse como mujer y hacer realidad sus sueños. Obviamente el de mi mamá es un caso extremo.
Después de elaborar el perfil de tu madre en este documental, ¿cambió tu perspectiva sobre el significado y las implicaciones de la maternidad, o lo comprendiste hasta que tú te convertiste en madre?
Es muy difícil identificar en cuál de los dos procesos. Creo que ambos, juntos. Sería injusto señalar que únicamente fue durante el proceso de realización de la película, o que todo esto sólo se vio afectado una vez que me convertí en madre. Hay, por ejemplo, muchas cosas en las que también estoy de acuerdo con mi mamá por eso las pongo en la película y porque si abre muchas preguntas y muchas discusiones acerca de si existe una buena o mala madre, rompe tabús sobre lo que espera la sociedad; sobre todo nuestra sociedad latina, que espera que la madre sea sacrificada y que nunca ponga por encima de la vida de sus hijos su propia vida. Las mujeres pueden aprovecharse mucho de esta película para discutirla; más que respuestas, Amazona abre la posibilidad de muchas preguntas. Los espectadores podrán cuestionarse las relaciones que mantienen con sus hijos y con sus padres. Siento que mi mamá es un personaje distinto e inusual, pero sí conecta con los demás.
Una de las facetas más atractivas de tu madre es el de la mujer aventurera. Además de sus propias experiencias, ¿existieron influencias o inspiraciones referentes a exploradores históricos o películas de aventuras en las que pensaste durante la creación del filme?
A mi mamá siempre la imaginamos como si fuera un superhéroe de la selva, pero nunca la comparamos con algún personaje salido del cine o algo por el estilo. Pero el título, Amazona, se refiere a estas guerreras mitológicas, rubias, altas, fuertes. Y desde el principio nos gustaba jugar con ese título –Amazona y no Amazonas [en referencia al río]-, y no se sabe si la ‘amazona’ soy yo o es mi mamá. Pero referencias claras al respecto, la verdad no.
El filme se construye a partir de fotografías, videos caseros, entrevistas íntimas y un registro cotidiano de tu estancia en la selva. ¿Desde el principio contemplaste el uso de todos estos recursos o los fuiste incluyendo durante el proceso de realización?
Los fui incluyendo. El documental, como yo lo veo, es una especie de investigación. Uno empieza con una idea y esa idea se va transformando, aunque esto normalmente requiere de mucho tiempo. Duramos siete años haciendo esta película con mi esposo [Nicolas van Hemelryck], que es coproductor y codirector. Partimos de un proceso muy intuitivo y fue un auténtico descubrimiento. Por ejemplo, nosotros al principio, esto fue en el 2012, renunciamos a nuestros respectivos trabajos y nos fuimos a la selva a vivir con mi mamá. Luego hicimos un crowdfunding en el que nos fue muy bien, y con eso hicimos un viaje a Putumayo –que es donde vive mi mamá con la comunidad indígena– y también nos trasladamos a Inglaterra, y ahí fue donde descubrimos todo ese material de archivo como el de super 8. Fue un proceso lento, y en un principio pensamos que utilizaríamos mucho más material de archivo del que realmente usamos. Y luego, en la edición, teníamos 200 horas de material; así que sólo te sientas a pensar cómo hacer esta historia, cómo empezarla, cómo terminarla.
Al dejar mucho material fuera del corte final. ¿Qué tan complejo fue el proceso de edición y montaje?
Muy complejo. Duramos casi un año. En esa etapa yo di a luz y tuvimos que parar por un tiempo. Pero trabajamos casi un año con el editor, Gustavo Vasco, “encontrando” la película porque, así como decidí hacer la película, el guion realmente se escribe en la sala de edición. Nosotros no teníamos un guion literario cuando comenzamos a filmar; una vez que ya teníamos todo el material, en la edición escribimos, por decirlo de algún modo, ese guion. Es un proceso muy distinto que el de la ficción.
La selva juega un papel fundamental en el filme. ¿De qué manera crees que ese escenario complementa el pensar y sentir de tu madre?
Totalmente. Los espacios afectan la forma de sentir y pensar de los individuos. Mi mamá creo que desde siempre fue muy selvática. La selva es una protagonista más de la película y es muy parecida a mi mamá: no es esa selva romántica, sino que es una selva dura, salvaje, que invade todo. Y mi mamá es muy irreverente, por ejemplo, entonces creo que se complementan muy bien.
Amazona estrena el viernes 19 de enero en cartelera mexicana.