CONFERENCIA MAGISTRAL: Naomi Kawase
Cuando tenía 23 años, Naomi Kawase decide emprender una búsqueda personal para llenar el vacío que dejó la figura de su padre ausente. Esta exploración fue plasmada en un bello documental de corte intimista titulado Embracing (1992); los padres de Naomi se separaron poco después del nacimiento de la niña, y ella fue adoptada por sus abuelos. El documental, en gran medida, es la búsqueda de sus orígenes, de su infancia, de su identidad y de una manera específica de entender el cine, como un medio para recuperar los recuerdos y las memorias del pasado. Durante su conferencia magistral impartida en el 19º Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF 2016), la cineasta japonesa habló sobre cómo surgió su interés en hacer cine y la manera en que las películas configuran su principal herramienta para aproximarse a sus orígenes:
Crecí en Nara [la antigua capital, cerca de Osaka y Kyoto]. Yo sólo era una niña que no sabía nada. Estaba jugando baloncesto. Entonces, un día, el dios del cine vino y me dijo: “usted debe hacer películas”.
Ella sonríe, cuenta las anécdotas con humor, aunque en el fondo su historia es triste.
No sabía sobre mis padres. Mi madre dio a luz y se fue y se volvió a casar con otra persona. Nunca conocí a mi padre. Mi formación es así, pero yo tenía que tomar una decisión: pensar que la vida es buena.
La belleza natural de su país de origen corre como un río a través de sus películas, al igual que su propia historia.
Japón tiene un montón de desastres naturales, como el tsunami y los terremotos. Nuestras vidas siempre son sacudidas por un desastre natural. Se lleva a nuestros seres queridos para colocarlos en otra distancia. No podemos controlarlo. Así que lo aceptamos y lo respetamos; es como un dios. Así aprendemos a vivir con ello; es parte de nuestra vida. […] Es por eso que me convertí en una directora de cine. Yo sabía acerca de mi madre, pero yo no sabía sobre mi padre. Mi primer documental era algo muy privado, era sobre él.
Desde entonces, su trabajo se ha mantenido constantemente por su estilo audaz y autorreflexivo. El cine de Kawase se caracteriza por el tenor íntimo con el que se aproxima al tema de la ausencia, la pérdida y la muerte de la figura paterna. Sus películas más tempranas, filmadas en un estilo experimental –en Super 8mm y 16mm–, tenían una inclinación autobiográfica, centrándose en su vida familiar, por ejemplo Katatsumori (1994), documental centrado en la relación entre la directora y su tía abuela, y en el trabajo y rituales de la anciana en el huerto desde la siembra de las semillas hasta la recolección de las verduras. Ella continuó explorando el documental, pero también se involucró en las dinámicas de la ficción (la escritura del guión, la búsqueda de locaciones, el trabajo con los actores), y en 1997 obtuvo la Cámara de Oro (premio que se otorga a la mejor ópera prima) en el Festival de Cannes por su trabajo en Moe no suzaku, un filme que se centra en Kozo, el hombre de familia que debe mantener a su madre, esposa, sobrino e hija en el triste entorno de la crisis económica y carencias de un lejano pueblo japonés. Diez años más tarde, Mogari no mori (2007) –película que se centra en una trabajadora social que se desempeña en una pequeña residencia de ancianos–.
Las películas de Kawase se desarrollan a menudo en la Prefectura de Nara, el área boscosa y rural de una de las antiguas capitales de Japón. Los elementos de la naturaleza, los pequeños detalles que aluden a las estaciones del año son elementos importantes en todas sus películas debido a su carga simbólica sobre la permanencia, la usencia y las transformaciones que se producen en los ciclos de la vida. Los aspectos de la cultura japonesa, sus rituales tradicionales y la música son también elementos importantes en su obra. Además, Kawase busca trabajar con una combinación de actores profesionales y no profesionales.
Naomi Kawase durante la conferencia magistral impartida en el GIFF 2016.
Still the Water
(Futatsume no mado, Dir. Naomi Kawase, Japón, 2014)
★★★½
Kyoko (Jun Yoshinaga) es una joven valiente y extrovertida con una inclinación para sumergirse en el mar, a pesar de que las playas están cerradas debido al descubrimiento de un cadáver. Además de su gusto por las aguas, la joven comienza a sentirse atraída por Kaito (Nijiro Murakami), un tímido joven que no sabe cómo afrontar el temprano despertar sexual. Los padres de Kaito están divorciados: el papá dirige un salón de tatuajes en Tokio, mientras que la madre tiene un nuevo novio y trabaja hasta altas horas de la noche en un restaurante dejando a Kaito a su suerte mientras éste se siente más confundido y solo. Por su parte, Kyoko debe afrontar la situación de su madre moribunda. Filmado en las remotas islas de Amami, Naomi Kawase confecciona un poema visual sobre la ausencia, el abandono y la muerte de los padres, y la manera en que los jóvenes deben continuar sus trayectos y dar el paso hacia la madurez para afrontar nuevos ciclos. El corazón de Still the Water radica en una conmovedora y prolongada escena en la que la familia y los amigos se reúnen alrededor de la cama de la madre de Kyoko, quien está a punto de morir, para cantar, bailar y animarla. Un momento que retrata la muerte y la manera que ésta sirve para afirmar la condición de vida de los que se quedan. Hay un sentido de profundo amor y compasión en esta escena que logra transmitir el dolor de la pérdida. Con el uso de la voz en off y la fascinación constante por capturar la belleza y la violencia de la naturaleza, la película de Kawase hace recordar en más de una ocasión la obra de Terrence Malick (un árbol en el jardín trasero de Kyoko es literalmente un árbol de la vida.)
GALA INAUGURAL
Homenajes a Naomi Kawase y Demián Bichir
Después de cinco días de proyecciones, conferencias y actividades paralelas en San Miguel de Allende, el GIFF abrió sus actividades en la ciudad de Guanajuato rindiéndole homenaje a dos de sus invitados especiales de su 19ª edición. El Teatro Juárez, histórico recinto construido a finales del siglo XIX, fue el recinto donde la directora japonesa, Naomi Kawase, recibió de manos de la directora del festival, Sara Hoch, y del galardonado cineasta mexicano, Amat Escalante, la Cruz de Plata, mismo reconocimiento que posteriormente recibió Demián Bichir, luego de que sus colegas, Cecilia Suárez y José Ángel Bichir, presentaron una semblanza muy completa de la trayectoria del actor mexicano nominado al Oscar. Al término de su discurso de agradecimiento, Bichir le dedico al premio a todos los mexicanos que han sido víctimas de la corrupción y la delincuencia:
Las pérdidas que hemos sufrido. Durante generaciones murieron tantas personas; muertes que se pudieron haber evitado. Yo quiero dedicar este homenaje, este tributo, a todas las víctimas de la corrupción y la violencia de una larga, larga lista que cada vez es más triste recordar y particularmente a todos los padres de los 43 que siguen su lucha sin que aparentemente se les pueda escuchar. Esto es para todos ellos.
Demián Bichir durante la gala inaugural del GIFF 2016 en la ciudad de Guanajuato.
Premiere internacional de 7:19 de Jorge Michel Grau
El director mexicano, Jorge Michel Grau (Somos lo que hay, 2010) presentó, en compañía de Bichir, Héctor Bonilla (actor) y Mayra Espinosa (productora) su más reciente filme titulado 7:19 (2016). Ambientado en 1985, el filme se centra en el terrible terremoto ocurrido la mañana del 19 de septiembre, específicamente narra los sucesos que ocurren al interior de un edificio de gobierno que se derrumba, quedando varios de sus trabajadores atrapados entre los escombros. 7:19 se centra en las víctimas y no en el heroísmo de los rescatistas o voluntarios.
Héctor Bonilla, Mayra Espinosa y Jorge Michel Grau presentando 7:19 en el GIFF 2016.
LFG (@luisfer_crimi)