Video. Aquí puedes ver nuestra entrevista con Béla Tarr
Orden de tiempo y movimiento en Sátántango, ensayo visual
Alex Barrett –investigador, director, crítico de cine y colaborador del British Film Institute– elaboró una guía útil para aquellos interesados en adentrarse al universo cinematográfico de uno de los cineastas más importantes en la actualidad: el húngaro Béla Tarr.
¿Por qué esto podría no parecer tan fácil?
Para un determinado tipo de cinéfilos dedicados y pacientes, Sátántangó (1994) ha acumulado lentamente un estado como uno de los "santos griales" del cine, sin embargo para todos los demás, la película suena como una forma especial del infierno. Sus siete horas de duración y filmada en blanco y negro en las llanuras áridas de Hungría, la película comienza con un plano de siete minutos de vacas caminando por un campo.
Ese es el estilo habitual de la obra madura de Tarr, desde Damnation (1987) en adelante, en el que el desarrollo de la narrativa es un elemento que acompaña al viento y la lluvia para seguir las tribulaciones de sus héroes amargados, estafadores y egoístas. Tarr se acerca a estos personajes sin juzgarlos, y también renuncia a cualquier identificación fácil o psicológica profunda: si nos importan es porque estas personas son seres humanos, atrapados en las circunstancias sociales y que luchan por conservar su dignidad frente a la adversidad.
Las tomas largas y los planos pronunciados, así como las imágenes elementales de la naturaleza, han llevado a comparaciones con Andrei Tarkovski, pero, a diferencia del cineasta ruso, el trabajo de Tarr opera en un mundo post-cristiano, despojado no sólo del espiritismo y el simbolismo, sino también –Tarr afirma– de la metafísica. Para Tarr, el cine es un medio de la realidad concreta, en la que un cigarro es realmente sólo un cigarro.
El uso de escenarios desolados en el cine de Tarr es, entonces, simplemente una manera de resaltar la sensación de desesperanza y la desesperación de la humanidad. Pero, a pesar de la desolación innegable de su trabajo, Tarr no es un pesimista. Si lo era, él dijo una vez, se habría ahorcado en lugar de realizar películas. Este mismo tipo de humor ácido e irónico impregna su obra y, en esta era de cine hipercinético, la longitud, el ritmo y el tono de las películas de Tarr impregna su existencia con un sentido del absurdo.
El mejor lugar para empezar: Werckmeister Harmonies
Aunque la posteridad bien podría recordar Sátántangó como el trabajo más importante de Tarr, Werckmeister Harmonies (2000) ofrece una introducción más accesible a su estilo maduro y es también, se podría argumentar, la mejor de las dos películas (aunque tal clasificación es sin duda discutible). Durante un tiempo relativamente corto de dos horas y media, Werckmeister Harmonies, relata en tan sólo 39 planos, lo que ocurre cuando un misterioso circo llega a una ciudad húngara aislada.
A través de los ojos de János, un cartero, somos testigos de cómo el líder del circo es capaz de incitar a la gente local a la violencia extrema. Es una potente crítica del poder y la mentalidad de la multitud, que algunos han leído como una alegoría del ascenso del fascismo y los horrores del Holocausto - a pesar del hecho de que la película tiene lugar durante la ocupación soviética de Hungría, quizás apunta más hacia una exploración de la política de la posguerra del bloque del este (esto es, después de todo, la realidad concreta de la película).
Pero tal vez dicha lectura política es reductiva, dado que el tema más amplio de la película es la armonía frente al trastorno. La película comienza con un plano de 10 minutos de János en el bar local, que ilustra la ciencia de un eclipse para los borrachos locales - una indicación clara del amplio alcance de la película: la búsqueda cosmológica. Para un director menor, tal alcance podría ser demasiado, pero Tarr lo maneja con seguridad.
¿Qué ver después?
Una vez que se entra en tono con el ritmo único de Tarr, Sátántangó se convierte en una buena opción como próxima parada. Al igual que con Werckmeister Harmonies, las preocupaciones de la película se centran en el efecto que un extraño enigmático ejerce sobre una pequeña comunidad: aquí, son los Irimiás carismáticos –que habían sido considerados muertos– que regresan a una granja colectiva colapsada y cautivan a los pocos habitantes que quedaban con la promesa la salvación, algo que suena a una estafa.
Con su estructura laberíntica (que se retuerce, se da vuelta y se repliega sobre sí misma), Sátántangó demanda ser vista en una sola sesión. Así que si no tienen un día para dedicárselo, podrían elegir The Turin Horse (2011). Es el trabajo final de Tarr y la apoteosis de su estilo de tomas pronunciadas y de larga duración. La película demuestra –mejor que ninguna otra– la capacidad de crear tensión a partir de planos largos. Se trata de un “nietzscheano (anti) thriller” sobre el fin del mundo, The Turin Horse es el trabajo más austero de Tarr (atrás quedaron las tendencias barrocas de la excelente película The Man From London (2007), basada en una novela de suspenso de Georges Simenon). Casi musical en su minimalismo, es un ejemplo perfecto de cine puro.
Al igual que todas las películas de la etapa madura de Tarr, The Turin Horse fue coescrito por el novelista László Krasznahorkai, cuyos libros han sido las bases de Sátántangó y Werckmeister Harmonies. La contribución de Krasznahorkai a la obra de Tarr no debe ser subestimada, y así tendría que ser la del compositor Mihály Víg y Ágnes Hranitzky, esposa de Tarr y editora de sus películas que también está acreditado como codirectora en los tres últimas largometrajes de Tarr.
A menudo se ha señalado que el trabajo Tarr –antes de asociarse con Krasznahorkai– tiene pocos elementos que compartir con sus últimas obras. En verdad, las diferencias son pocas y pequeñas, pero es innegable que las primeras películas son más socialmente comprometidas. Tarr ha calificado este cambio como un desplazamiento de lo ontológico a lo cosmológico.
En el camino, el cineasta húngaro realizó Almanac of Fall (1984) una pieza de cámara sobre una anciana enferma que vive rodeada de un grupo de oportunistas que compiten por ganarse la atención y el dinero de la mujer. Rodada en colores llamativos, casi expresionistas, la película se siente como una atmósfera de Bergman en su intensidad interior. Constituye la primera gran película de Béla Tarr, por lo tanto, es un buen paso para aquellos que quieran explorar el trabajo anterior de Tarr.
Por donde no iniciar
En 1982 Tarr dirigió Macbeth para la televisión húngara; hizo una reducción de la obra de Shakespeare a poco más de una hora y el rodaje en dos tomas. Es sin duda una obra atrevida, pero también sin aliento - algo que nunca podría ser dicho para sus trabajos posteriores. La película se beneficia de una atmósfera onírica, pero está paralizada por momentos que se sienten febrilmente amateur (la batalla climática no es una buena muestra de la espada). Al igual que el resto de la obra temprana - Family Nest (1979), The Outsider (1982) y The Prefab People (1982) - es tal vez lo más interesante por lo que insinúa y revela acerca de las películas posteriores.
LFG (@luisfer_crimi)
Fuente: British Film Institute