“El close-up, el close-up correctamente iluminado, dirigido e interpretado es, y permanecerá siendo, la cumbre de la cinematografía. No hay nada mejor. Ese contacto increíblemente extraño y misterioso que puedes, súbitamente, experimentar con otro espíritu a través de la mirada de un actor. Un pensamiento repentino, la sangre que se drena al exterior o que estalla en el rostro, las temblorosas fosas nasales, la tez inesperadamente brillante o el silencio, todo eso es para mí una de las experiencias más increíbles y fascinantes”.
Eso dijo Ingmar Bergman (Persona, 1966), uno de los mejores cronistas cinematográficos de la condición humana.
Aún una mirada rápida y breve a su obra demuestra que Bergman puso en práctica sus creencias: sus filmes están repletos de rostros. Capturados en close-ups asombrosamente penetrantes, no son sólo los rostros mismos los que interesan a Bergman, sino lo que yace debajo.
Sin inmutarse, su cámara captura todo detalle, cada pensamiento y movimiento, tanto lo que ocurre fuera de la carne como en el espíritu mismo. En el cine, solamente Carl Theodor Dreyer (Gertrud, 1964) ha logrado igualar la intensa perfección de la mirada de Bergman.
A menudo se afirma que los primeros planos son televisivos y que la escala de las pantallas grandes reclama amplios paisajes y ambientes épicos. Pero, Bergman y sus cinefotógrafos frecuentes, Gunnar Fischer (Det sjunde inseglet, 1957) y Sven Nykvist (Persona, 1966) derrumbaron esa idea sin mucho esfuerzo, mostrando una y otra vez lo cinemáticamente intensos que pueden ser los close-ups cuando se usan correctamente.
Magnificados y expandidos a dimensiones que rebasan lo natural, los rostros de Bergman reflejan cada minucia de la expresión humana y, de hecho, de la existencia humana en sí.
“Soy un voyerista. Mirar a alguien, averiguar como muta la piel, los ojos, y cómo todos los músculos se contraen todo el tiempo —los labios— es para mí todo un drama”. —Ingmar Bergman.
“Cuando la cámara está tan cerca como a veces lo está Ingmar, no sólo muestra un rostro, sino la clase de vida que ese rostro ha percibido”. Liv Ullmann.
“El maravilloso arte de Ingmar reside en que él se acerca tanto, tan profundamente a los personajes que crea…: la cámara siempre está en close-up, recogiendo cada matiz en tu rostro, cada sugerencia hecha por la ceja o por el ojo, los labios, la barbilla”. —Ingrid Bergman.
“Quizá me equivoque, pero para mí el gran obsequio de la cinematografía es el rostro humano. ¿No lo piensan así? Con una cámara puedes introducirte, incluso, en el estómago de un canguro. Pero, mirar el rostro humano, pienso, es lo más fascinante”. —Ingmar Bergman.
Trad. EnFilme
Fuente: British Film Institute