La mayoría de los que aún asistimos religiosamente a las proyecciones de las películas de los directores europeos más respetados del siglo XX (muchos años después) solemos caminar sobre nuestros propios pasos una y otra vez: incluso si preferimos a Federico Fellini (La dolce vita, 1960) por sobre François Truffaut (Les 400 coups, 1959), asistimos a las proyecciones del segundo por algo más que solidaridad cinéfila; asistimos por verdadero amor al arte cinematográfico en su más alto esplendor. Sin embargo, en aquellas épocas (o al menos eso dicen los libros), las discusiones sobre los méritos de cada uno de estos cineastas se convertían en serios enfrentamientos intelectuales y nunca había paz. Un ejemplo de ello lo encontramos en las declaraciones de Ingmar Bergman (Persona, 1966) sobre otros cineastas contemporáneos; aquellos que hoy en día consideraríamos intocables o intachables. Hoy en día criticarlos parecería casi una osadía (quizá nos hace falta sentido crítico). Sea el caso que sea, aquí hay algunas declaraciones del cineasta sueco:
A propósito de Jean Luc Godard (Alphaville, 1965), dijo: “Nunca he sido capaz de apreciar ni una sola de sus películas, ni siquiera las comprendo… Encuentro sus filmes algo afectadas, intelectuales, obsesionadas consigo mismas y, como arte cinematográfico, resultan ser algo sin interés y francamente obtuso… siempre he pensado que ¿el hace películas para los críticos.
Michelangelo Antonioni (Blow-up, 1966), pensaba Bergman, “nunca aprendió correctamente su oficio. Es un esteta. Si, por ejemplo, necesita un tipo de calle para The Red Desert, él hace que las casas sean repintadas sobre la calle. Esa es la actitud de un esteta. Se preocupa demasiado sobre una sola toma sin entender que un filme es una corriente rítmica de imágenes, un proceso vivo y móvil; para él, al contrario, había una toma, luego otra y luego otra. De manera que, claro, hay algo brillante en sus filmes…, pero no entiendo por qué Antonioni es tan apreciado”.
A Alfred Hitchcock (Psycho, 1960) lo llamó “un muy buen técnico. Y logra algo en Psycho, tiene algunos momentos. Psycho es uno de los filmes más interesantes porque tuvo que hacer la película muy rápidamente, con medios muy primitivos. Tenía poco dinero; el filme dice mucho sobre él. No muy buenas cosas. Es infantil, y a mí me hubiera gustado saber más (no, no quiero saber) sobre su comportamiento con o contra las mujeres. Pero ese filme es muy interesante”.
En el sitio Bergmanorama pueden encontrarse infinidad de comentarios: sobre F.W. Murnau (Nosferatu, 1922), de quien dice que tenía “una fantástica fexibilidad”; sobre Marcel Carné (Les enfants du paradis, 1945) y Julien Duvivier (Don Camilo, 1952) quienes fueron “influencias decisivas cuando quise transformarme en cineasta”; sobre Federico Fellini: “el pulo calor de su mente creativa lo derrite”; sobre François Truffaut, quien tenía una “fascinante manera de relacionarse con la audiencia”; y sobre Andrei Tarkovsky (Stalker, 1979): “el más grande de todos”. Por otra parte, sus comentarios sobre Luis Buñuel (Un perro andaluz, 1929) ofrecen consejos para creadores en cualquier medio y de cualquier edad. Cita a un crítico que escribió que “con Sonata de otoño¸ Bergman imita a Bergman” y el cineasta admite que así es, pero añade que, en algún punto, “Tarkovsky comenzó a hacer filmes a lo Tarkovsky y Fellini también”. Pero, “Buñuel, por desgracia, casi siempre hacía películas de Buñuel”. La lección aquí es: si tienes que hacer imitaciones, no hagas imitaciones de tu propio estilo o, como diría el escritor Geoff Dyer, no hagas “auto-karaoke”.
Trad. EnFilme
Fuente: Open Culture