El cine –tanto la ficción como el documental– permite reconocer el horror y el desamor de la guerra, dejando que la batalla o el conflicto proporcione la trama primaria o el fondo esencial para la acción del filme. Los temas explorados en las películas de guerra incluyen historias de combate, supervivencia y escape; relatos de sacrificios y luchas heroicas; estudios psicológicos de la inhumanidad de la batalla; los efectos de la guerra en la sociedad; y exploraciones inteligentes y profundas sobre cuestiones morales y éticas. Algunos filmes equilibran las trágicas consecuencias y la agitación interna de los combatientes con situaciones dramáticas plagadas de acción, ilustrando con dinamismo la perturbación de la guerra. Y si bien algunas propuestas prefieren concentrarse en el conflicto como un espectáculo visual, existen otros que buscan, en un intento por comprender las motivaciones de la guerra, indagar las causas de la tragedia proporcionando una visión crítica contra la lucha sin sentido y ofreciendo una postura humanitaria y comprensiva con las víctimas y sobrevivientes.
Un paso más allá de estas dos apuestas se encuentra La guerra y la paz –una sección especial presentada en la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI)– que cuestiona los límites de la representación de la guerra en el cine desde los ámbitos ético y estético, así como las posturas (la legitimidad de la neutralidad o hasta qué punto tomar partido por uno de los bandos; la distancia para representar a víctimas y victimarios; la problemática del maniqueísmo para construir discursos de venganza) que adopta el cineasta al momento de retratar las dinámicas del conflicto armado.
El silencio de los fusiles de Natalia Orozco.
La edición 57 del FICCI, el más antiguo de América Latina, se inauguró con El silencio de los fusiles (2017), un documental de la periodista colombiana, Natalia Orozco, que recorre los 52 años de la cruel guerra concentrándose en el periodo de cuatro años de negociaciones entre el gobierno y la guerrilla. En el filme, Orozco indaga las complejidades y los dilemas de la condición humana mediante el relato de dos bandos enemigos enfrentados que se disponen a abandonar una guerra y luchan ahora por encontrar las herramientas y los argumentos para establecer un diálogo frente a frente en una negociación. Incluso, esta muestra de tolerancia y anhelo por la paz se vivió en la gala inaugural que contó con la presencia de Juan Manuel Santos (actual presidente de Colombia), Humberto de la Calle (exjefe del gobierno colombiano en los diálogos con las FARC) y Félix Antonio Muñoz Lascarro (guerrillero colombiano).
Bloody Sunday de Paul Greengrass.
Uno de los ejemplos tempranos del cine contemporáneo que permite comenzar el debate es Bloody Sunday (2002), de Paul Greengrass, una eficaz y perturbadora dramatización del 30 de enero de 1972, el día en que los paracaidistas británicos en Irlanda del Norte abrieron fuego en una marcha –en su mayoría pacífica– que protestaba por los derechos civiles católicos y contra un decreto del gobierno británico que autorizaba la detención y encarcelamiento sin juicio previo a los sospechosos de pertenecer al IRA (Irish Republican Army). El trabajo encomiable de Greengrass y las líneas de la reconstrucción histórica que el cineasta inglés traza son recuperadas por el realizador serbio, Ognjen Glavonić, quien ofrece Depth Two (2016), un documental con elementos de thriller sobre un suceso que permaneció en silencio durante 17 años: las fosas comunes en los suburbios de Belgrado y la investigación sobre las atrocidades cometidas en Kosovo en 1999. Se trata de un intento por descubrir, arrojar luz y dar voz a las personas involucradas en los crímenes y sus encubrimientos, así como recuperar el testimonio de una mujer sobreviviente, mientras se muestran los lugares –atmósferas grises y suelos fangosos– donde se llevaron a cabo los actos.
Resistencia en paz de Edison Sánchez.
En octubre de 2016, cuando en las urnas de Colombia se realizó el plebiscito por el acuerdo de paz entre el gobierno del país sudamericano y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), muchos –no sólo colombianos, sino habitantes del mundo– esperaban saludar el fin de la guerra, pero se impuso el “No” por un estrecho margen. ¿Acaso triunfo el miedo? ¿Las heridas del pasado no cicatrizaron a tiempo para poder mirar el futuro? ¿Cómo fue posible que un país rechazara un acuerdo para ponerle fin al conflicto armado? A partir de estos cuestionamientos, el joven realizador colombiano, Edison Sánchez, emprendió la aventura de confeccionar Resistencia en paz (2016), un cortometraje de siete minutos que reconstruye la masacre de Bojayá de 2002 y la manera en que murieron 119 personas que se refugiaban dentro de un templo de esa población durante el enfrentamiento entre paramilitares y guerrilleros. El filme es el retrato de una población que decidió olvidar la venganza; en Bojayá, las FARC cometieron uno de los peores exterminios y, a pesar del dolor y el sufrimiento colectivo, los habitantes votaron abrumadoramente por el “Sí”. En palabras de su director, que platicó con EnFilme durante el festival, este acto “es una manera, con su decisión y con su actitud, de decirle a los violentos que eso ya pasó. Vamos a perdonarnos, vamos a reconciliarnos, y por favor ya no nos hagamos más daño, queremos vivir tranquilos y en paz”. Sánchez continúa: “Decidimos ponerle la cámara también al sentimiento de toda la gente de la región para poder expresar, en este corto documental, el sentimiento de la comunidad. De ahí nació ese estímulo para hacer esto”.
En un tono más íntimo, pero sin dejar de lado los ecos de la historia, Parábola del retorno (2016), dirigido por Juan Soto, oscila entre el documental y la ficción, entre el anhelo y la cruel realidad, para dibujar los pasos de un hombre que, después de vivir 30 años en el exilio y enterarse que un tratado de paz se ha firmado, regresa a casa para reunirse con su familia que lo cree muerto. En su deseo por mostrar la guerra desde sus entrañas, el suboficial de la Armada de Colombia, Jorge Andrés Giraldo, quien resultó herido por guerrilleros de las FARC, realizó Nueve disparos (2016), un relato en primera persona que se construye a partir del found footage y una serie de imágenes personales que él y su madre resguardaron a lo largo de los años. Con su espíritu enérgico y decidido, el joven realizador colombiano, Camilo Restrepo, recurrió a una serie de imágenes –a veces descuidadas e imperfectas– para plasmar las marcas que el conflicto armado deja en las rutinas cotidianas de los colombianos. La impresión de una guerra (2015), es un cortometraje, acompañado por la música del grupo de rok punk Fértil Miseria, sobre la insidiosa y repentina violencia que invade todas las capas de la sociedad.
La impresión de una guerra de Camilo Restrepo.
Todos estos filmes aportan distintas perspectivas y miradas que, en conjunto, deben ser retomadas como las capas de un complejo tema que, si bien en Colombia cuestionan las dinámicas del conflicto armado local, son capaces de prolongar sus posturas, certezas, dudas y cuestionamientos en torno a la guerra a cualquier otro contexto social y región geográfica donde la herramienta para avanzar, quizá, sea evitar el resentimiento y el deseo de venganza.
EF