Cuando la cinefotógrafa Rachel Morrison (Dope, 2015) se acercó a Mudbound (Dir. Dee Rees, 2017) había muchas cosas que no quería hacer. Ella y la directora no querían romantizar el Sur de la postguerra ni ser indulgentes con el mito de la “Gran Generación”. En cambio, durante la construcción de un retrato de las realidades crueles y racistas de los años 40 en Mississippi, encontraron calidez humana tejida en una historia alrededor de 6 protagonistas. Una mirada hiperrealista habría sido tan inapropiada para el filme como aquella película costumbrista que querían evitar.
“Lo que creo que hace Mudbound estupenda es que hay belleza en su honestidad, aún cuando hay suciedad y todo el mundo está mugroso”, dijo Virgil Williams, quien adaptó el guión junto con Rees. “Lo que Rachel hizo fue proveer una ventana visual mediante la cual la belleza puede ser encontrada por los espectadores”.
Eso suena encantador, pero aquí está cómo Morrison superó los retos técnicos y artísticos que el filme tenía para construir una de las mejores películas del 2017.
Rees y Morrison querían construir un lenguaje visual que presentara el contraste entre el American Dream y su realidad. La clave de ese proceso fue encontrada en algunas de las referencias fotográficas favoritas de Morrison: Dorothea Lange y Walker Evans, quienes capturaron la vida de los granjeros en aquel entonces. Rees encontró un candor perfecto en esas imágenes, mismo que buscaba para su película.
“Una de las cosas que más me sorprendió de las fotografías de aquel tiempo, es que puedes ver cómo esas personas estaban unidas por su circunstancia, sientes la comunidad generada entre gente que no tenía nada”, dijo Morrison. “Es un equilibrio entre el paisaje y los rostros, cada rostro dice una historia. Nos entregan la posibilidad de tener aspiraciones”.
Mientras Morrison obtenía saturación de color para darle al filme el tono de aquel periodo, las fotografías en blanco y negro profundo confirmaron que ella debía evitar el color poco saturado y el blanco y negro lechoso que se ha hecho tan popular.
“Mi iluminación tiende a usar contrastes como reflejo de lo que está en juego en escena”, dijo Morrison. “Cuanto más se apuesta, más siento la oportunidad de exagerar el contraste. Cuando se busca la desaturación (algo muy popular estos días), siento que se trabaja como un discapacitado. El negro funciona muy bien para el contraste y el conflicto”.
Usar lentes viejos también da suavidad en los bordes y ayuda a crear referencias al pasado evitando el brillo de la cinematografía digital. [Rachel] obtuvo estos lentes viejos”, dijo Rees. “Es acerca de hacernos sentir todo algo desgastado, cálido y real”.
Ya que la historia está centrada en la conexión de los personajes con el paisaje, había muchas oportunidades para la imaginación. Sin embargo, Morrison tuvo que ser cuidadosa para que la belleza no opacara a la crueldad.
“Si la película se hubiera visto como algún trabajo de Terrence Malick (The Tree of Life, 2011) la narrativa habría sido desechada”, dijo Morrison.
La lluvia inesperada hizo la existencia de Morrison miserable: durante la producción, el clima cambiaba repentinamente. Ella utilizó, entonces, grandes marcos superiores llenos de una cortina de material similar a las cortinas de baño para darle forma a la luz. Dio a las imágenes un tono áspero, pero funcional.
“No se trata de dominar los elementos, sino de trabajar con ellos”, dijo Morrison.
Nada fue recreado o construido en el escenario: “Hay algo muy inspirador en estar en locaciones verdaderas; se pueden sentir las cualidades de las cosas, la pintura desgajándose, los cientos de años transcurridos en ese espacio. Pero es un compromiso y obtienes poca flexibilidad”.
Los cinefotógrafos normalmente equilibran la luz interior y exterior cuando se trata de filmar interiores, añadiendo geles de densidad neutra en las ventanas o usando tratamientos para el vidrio. Pero para estas locaciones esa no era una opción: había pocas ventanas. Aun cuando se encendieran velas para una escena en el atardecer, las casas eran muy pequeñas y los techos demasiado bajos, de manera que Morrison tuvo problemas para encontrar luz que apoyara a las flamas.
“Ha sido la vez que he creado la mayor iluminación posible para crear uniformidad. Lo único que podía hacer era agregar más aberturas (puertas, ventanas) en las estructuras. Hicimos algunos hoyos en los techos. No para hacer una claraboya, sino para encontrar algo que pudiera darnos más luz”.
A pesar del trabajo en equipo, muchas limitantes obligaron a un trabajo de improvisación: “Normalmente las locaciones ofrecen mucho”, dijo Morrison. “Tienes poca flexibilidad, pero obtienes muchas ideas nuevas, además estás forzado a vivir algunos accidentes felices. No hay donde poner la cámara, entonces tienes que improvisar y, de pronto, surge una gran toma”.
Ninguna mujer ha recibido una nominación al Oscar por la Mejor Fotografía. Sería simplemente una falta de respeto que Morrison no sea considerada en la lista de los mejores 5 cinefotógrafos del año.
Trad. EnFilme
Fuente: IndieWire