Las películas de terror están llenas de decisiones imprudentes, absurdas e incluso torpes. Las personas se separan en lugar de permanecer juntas, investigan los sonidos amenazantes en lugar de dirigirse hacia el otro lado, se esconden en lugar de correr, se meten en esquinas ineludibles, usan armas una vez y luego las dejan atrás, y nunca verifican si el chico malo está muerto esa primera vez. Es por eso que, cuadro por cuadro, hablamos de películas de terror más que de cualquier otro género, y les decimos a los personajes que "salgan de la casa", "den la vuelta", "corran" y cosas por el estilo.
Pero deja de pensar en ello por un segundo, y te darás cuenta de que esto no es una simple coincidencia, y de hecho las decisiones torpes no solo impulsan a las películas de terror, sino que en última instancia las hacen más fáciles de relacionar. Lo que llamamos decisiones "tontas" son realmente "imprudentes", no están vinculadas a la inteligencia, sino a la respuesta emocional de uno a los estímulos que amenazan la supervivencia. Nadie en una película de terror piensa con claridad, ellos piensan con inmediatez como guía, no como razón. Y cuando unes esto con la idea de que la mayoría de los protagonistas del horror comienzan como ineptos y luego se demuestran a sí mismos a través de su reacción al mal, empiezas a ver cómo pueden las decisiones torpes hacer películas inteligentes.
Uno de los mejores ejemplos contemporáneos de esto es la trilogía “Clusterfuck" de Jeremy Saulnier. En cada una de estas películas, Murder Party, Blue Ruin y Green Room, Saulnier utiliza a los ineptos protagonistas y sus decisiones imprudentes para iniciar, avanzar y resolver el conflicto principal de cada película, y en el siguiente videoensayo de Screen Smart, aprendemos el por qué detrás de cada decisión.
Trad. EnFilme
Fuente: Film School Rejects