En este espacio compartiremos nuestras primeras impresiones sobre cada uno de los 14 largometrajes que integran la Selección Oficial de Documental Mexicano del 14º Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).
Los niños de la cruz
Dir. Jaime Villa, 2016
★★★1/2
Si los niños son el futuro de México, en Los niños de la cruz nos podemos asomar a un porvenir que ya fue marcado por las carencias de nuestros tiempos. En este internado para hijos de familias de escasos recursos, la principal escuela son los otros niños, aliados y enemigos en la guerra que es el día a día. Si bien hay presencia adulta, y un noble esfuerzo de profesores, psicólogos y la intermitente presencia paterna, por intentar trazar un camino sano para los pequeños habitantes del lugar, la supervisión que necesitarían es imposible, y la violencia, la desidia y el peligro tienen mucho mayor constancia. Es evidente que Gabriel y Esther, los protagonistas del documental, están ahí como una muestra de un panorama poco variable.
El mayor acierto de esta película de Jaime Villa es que todo está contado desde el punto de vista de los niños, la cámara está casi siempre lejos de los adultos y pocas veces aparecen sus reacciones. Incluso llega al punto de entregarles, para ciertos momentos, una cámara a los pequeños para que nos lleven a conocer su mundo a través de sus ojos. Así los vemos jugarse la vida con un panal, ignorar y retar a sus profesores, manipular ahí sí, con extremo cuidado, las herramientas de un taller de herrería, pero sobre todo, vivir con la convicción de que el respeto y la justicia, en este espacio que no es muy distinto a una cárcel, sólo se consiguen a base de golpes. El documental carece de una apuesta narrativa que nos indique a dónde van estos pequeños humanos y más bien opta por crear un retrato de dónde están parados sin profundizar suficiente en el por qué. Sin embargo, la desesperanza de su cotidianeidad es presentada con grandes aciertos en la fotografía y desde un punto de vista libre de prejuicios.
AVE(@AloValenzuela)
La selva negra
Dir. Saúl Kak, Charles Fairbanks
★★1/2
Un curandero sin recursos económicos tiene una hernia, los viajes al hospital son costosos y hasta el momento no ha visto resultados. Aprovechando unos cuantos billetes que obtiene del documentalista Charles Fairbanks a cambio de dejarlo grabar sus días, prueba primero una última visita al hospital para después buscar otra solución que toca la puerta de su casa: los productos Omnilife.
La denuncia social que hace este documental sobre la forma en que una empresa funciona a base de gente estafando a otra gente abusando de su ignorancia es sin duda un punto valioso. Por otro lado, hay una gran contradicción en la forma en la que el filme exhibe la ignorancia de sus personajes y se involucra en sus vidas soltando un poco de dinero a cambio de la materia prima para el documental. No es que se proponga explotarlos; en un par de ocasiones el documentalista interviene brevemente para cuestionar la decisión de el cambio a estos nuevos productos, pero tampoco se percibe una preocupación real por el tema. A riesgo de aparentar nacionalismo hay que mencionar que es claro que la película se hizo desde un punto de vista extranjero y por lo tanto ajeno. Esto explica que en lugar de profundizar en el verdadero conflicto, nos sature con largas tomas de su cotidianidad que aunque con cierto valor estético, nada aportan al imaginario nacional y se inclinan mucho más a la postal turística.
AVE(@AloValenzuela)
Batallas íntimas
Dir. Lucía Gajá, México, 2016.
(Competencia: Documental mexicano)
★★★★
Ocho años le tomó a Lucía Gaja la realización de Batallas íntimas desde que concibió la idea de hacer un documental sobre la violencia doméstica hasta ahora que lo ha presentado en el Festival de Morelia. Fue un largo viaje, metafórico y literal, pues para demostrar que el gravísimo problema que sufren las mujeres de forma física y emocional por parte de sus parejas no tiene que ver con nivel educativo y social, ni con nacionalidades, ni razas ni religiones, decidió mostrar cinco casos concretos de víctimas en México, India, España, Estados Unidos y Finlandia. El tiempo y el kilometraje invertido le han redituado en un trabajo que es rico en imágenes (además muy bellas), también en sonidos, y que es profundo en la exploración que hace sobre los rasgos compartidos del brutal comportamiento que tuvieron los respectivos hombres con quienes ellas se casaron, tuvieron hijos y durante muchos años vivieron, durmieron y padecieron tremendamente. Condensar todo el material recabado durante tanto tiempo, darle sentido dramático (más allá del abrumador drama que de por sí ha sido la vida de estas mujeres), congruencia narrativa y evitar que dentro de la intención coral no quedara corta, o débil, o desequilibrada alguna de las voces que presenta, es un triunfo del trabajo de montaje de la propia Lucía, Francisco Rivera y Mariana Rodríguez. Y, además, la directora vuelve a hacer gala de su tacto, sensibilidad y juicio para ir desenvolviendo con delicadeza los traumáticos relatos, en este caso- de mujeres que tienen nombre, apellidos y rostros, que viven en la Ciudad de México, en Sevilla, en Nueva York, Nueva Dehli y Helsinki, pero que bien pueden ser millones de otras, en otros sitios, con otro físico, nombres distintos, pero que sufren agresiones muy similares si no es que idénticas, todas al interior del espacio que se debería pensar como el más seguro: el interior de sus propios hogares. Lucía guarda en todo momento respeto por el dolor que las mujeres cargan –que de cualquier forma comparten verbalmente porque el silencio que guardaron durante tanto tiempo se convirtió en aliado de sus agresores-, y su enfoque se centra en el laborioso rescate de la autoestima que tenían perdida y que de modo gradual han ido recuperando a partir del crucial momento en que con valentía decidieron huir; decisión que le salvó la dignidad e, incluso, también la vida. Desde esa óptica, Lucía examina con minucia los resortes que permiten que en pleno 2016 sigan ocurriendo estas tragedias, generalmente sustentados en cuestiones como la educación (la falta de ella) y patrones sociales y familiares heredados, arraigados y constantemente reforzados a través de todo tipo de información, en particular la que proviene de los medio. Batallas íntimas es un testimonio imprescindible, formidable, para hombres y mujeres y jóvenes de ambos sexos, que permite entender no sólo lo cercanos que casos así pueden estar de cualquiera, sino lo impostergable que resulta prestar la atención que exige un problema que no debe existir más.
AFD (@SirPon)
Mexicanos de Bronce
Dir. Julio Fernández Talamantes, 2016
★★★1/2
En el Reclusorio Norte un grupo de internos decide aprovechar el tiempo libre para escribir canciones y terminan por formar el grupo de hip-hop al que bautizan como MPC Familia. Su talento lleva al Pachamama Crew a invitarlos a grabar una canción y un video en defensa de Wirikuta que les da proyección a grandes niveles a través de internet. A los que mejor conocemos son a Rocky, Hones y Bullet; y este último se convierte en el personaje principal del documental cuando llega el día en que tiene la oportunidad de salir de la prisión y probar de nuevo la libertad. Son talentosos sí, pero también se ganaron su lugar en el penal, y la convivencia que logran ahí es su zona de confort, adentro están la música y los amigos, afuera sólo hay desesperanza y falta de oportunidades.
Este documental de Julio Fernández Talamantes tiene como una de tantas virtudes la falta absoluta de prejuicios hacia sus personajes. Los contempla y los presenta como seres humanos complejos cuyas decisiones están enraizadas en los grandes conflictos sociales. No los justifica pero los humaniza. La narrativa, aunque dispareja, es atinada; comienza casi como un videoclip que conquista a la audiencia, después profundiza de lleno en el pasado de Bullet y, aunque en este punto flaquea la constancia, su complicado regreso al mundo sin rejas. A lo largo de la película, poco o nada sabemos de los crímenes que los llevaron ahí, tampoco vienen a cuento las conocidas dificultades a las que se enfrentan los presos en cualquier cárcel, lo que importa es que no se les tiene permitido soñar con apartarse demasiado de la vida que conocen, pero por lo menos tienen el rap como refugio.
AVE(@AloValenzuela)
El remolino
Dir. Laura Herrero Garvín, 2016
★★★
Esther y Pedro son hermanos y viven en un pequeño pueblo a orillas del Usumacinta conocido como El Remolino. Las inundaciones son constantes en esa región y los habitantes las asumen y enfrentan con fortaleza. Esther es madre de una pequeña niña y dedica gran parte de sus esfuerzos en brindarle una vida mejor a la que ella tuvo. Pedro es una mujer trans que vive en la casa de sus padres esperando a que llegue el amor, y defiende a capa y espada su libertad de género.
Más que una narrativa este documental presenta un retrato de un microcosmos en el que se concentran muchas de las luchas y esperanzas de las mujeres de nuestro país. La directora Laura Herrero Garvín nos muestra a detalle (con extreme close-ups) la belleza de la fauna y la flora con la que conviven sus personajes en esto que a primera vista podría parecer un paraíso. En El Remolino se juega pero sobre todo se trabaja duro a sabiendas de que en cualquier momento el agua puede llegar a complicar las cosas. Esther y Pedro son presentadas como mujeres que no aflojan la mano ante ninguna adversidad y que, a pesar de las condiciones precarias en las que viven, tienen sueños concretos y no descansarán hasta verlos realizados.
AVE(@AloValenzuela)
Tempestad
Dir. Tatiana Huezo, 2016
★★★★★
Un día cualquiera Miriam es acusada, sin ningún tipo de pruebas, de tráfico de personas. Aparece en las noticias como un éxito más del gobierno y es llevada a un penal controlado completamente por el Cartel del Golfo. Ella misma nos cuenta su historia mientras vemos imágenes del viaje que, después de esa temporada en el infierno, la llevó de vuelta a casa. La hija de Adela estudiaba psicología y un día simplemente no volvió a casa; desde el circo en el que su familia ha trabajado durante varias generaciones, la madre nos relata cómo un compañero la entregó a hijos de policías judiciales y desde entonces no ha vuelto a saber de ella. Un documental hermoso saturado de metáforas visuales que complementan las historias de estas dos admirables mujeres, pero sobre todo duro, porque nos presenta desde dos historias muy particulares, el terrible panorama de un país en el que el Estado y el crimen organizado parecen ser la misma cosa.
Tatiana Huezo ya había demostrado, con El lugar más pequeño, una impresionante capacidad para hablar de la violencia sin la necesidad de sumergirse en ella. Tempestad no documenta hechos sino huellas, no sólo gira en torno a la memoria sino que se opone rotundamente al olvido. Es una experiencia única en la que el dolor se nos transmite desde la voz de los heridos apoyada en lo metafórico y lo atmosférico a través de lo visual. Todo se carga de significado gracias al conjunto e incluso encuentra la manera de darnos unos breves respiros de humor mientras nos acerca al núcleo del miedo y el dolor que van dejando de sentirse ajenos. Demuestra que el documental puede denunciar de forma mucho más efectiva alejándose del amarillismo y fortaleciéndose con lo poético. Es conmovedor, hermoso y extremadamente doloroso; tiene un poder transformador que imprime para siempre en el espectador la huella que retrata.
AVE(@AloValenzuela)