El segundo día de actividades del Red Sea International Film Festival, en Yeda, ciudad en la costa oeste del Reino de Arabia Saudita bañada por el Mar Rojo, arrancó con una rica lista de conversatorios en el complejo de cines del Red Sea Mall.
El primero fue con una superestrella de Hollywood, Sharon Stone, ataviada en un llamativo y juguetón conjunto rosado. Desde el incio de la charla, la actriz norteamericana intentó manejar un discurso que amalgamara tersamente comentarios sociales en favor del rol de la mujer y su agradecimiento y satisfacción por tener la oportunidad de visitar Arabia Saudita en este intento del país musulmán hasta hace pocos años cerrado al mundo por permitir a la gente de otros países a venir a conocerlos, su cultura, sus raíces y, también, su intención por insertarse en el mundo.
Sharon Stone, precisamente, admitió que ha recibido críticas por aceptar la invitación a ser parte de este evento, además de las reservas de personas cercanas. “Soy una persona que rompe esquemas, mi éxito ha consistido en romperlos,”, aclaró. “Todo mundo me preguntaba: ‘¿no te da miedo?’ Y les respondía: ‘Me da miedo no conocer. Así que ¿por qué no habría de ir, ver con mis propios ojos cómo está todo y luego platicarles?’ He aprendido que lo que la gente suele contarte no siempre se ajusta a lo que en verdad es.”
La talentosa y bella norteamericana, también compartió que, en los inicios de su carrera, también contemplaba intenciones de dirigir pero en aquella época era muy difícil para una mujer y, peor aún, si ésta era actriz. De joven, compartió, sintió una inclinación por la pintura, pero no quería morir de hambre, aunque tampoco su decisión de ser actriz le garantizaba tener dinero para comer; a sus padres les aterró cuando decidió irse a Nueva York a probar fortuna, pero entonces comenzó a incursionar en el modelaje y eso le permitió asegurarse una estabilidad económica. “Aún hoy sigo modelando y sigue siendo una carrera muy lucrativa para mí”, confesó.
Compartió, además, la forma en que, de un momento a otro, su vida cambió gracias al cine. Fue en Cannes, cuando fue a presentar Basic Instinct. Al llegar le perdieron su equipaje así que tuvo que pedir a la producción que le compraran un vestido para asistir como se debe ala premiere. Ni idea tenía, entonces, del fenómeno en que se convertiría el filme. “Entré a la sala de proyección siendo una mujer normal, y salí convertida en una súper estrella”, apuntó entre risas. Pero apenas llegando a su hotel tuvo el primer golpe de realidad. Le habían robado todo en su habitación, hasta los calzones. Después, llegaron el resto de golpes, aún más severos. La mayoría de la gente pensaba que para interpretar un papel como el de Catherine Trammel en la película de Paul Verhoeven, ella tenía que ser así, una mujer no solo empoderada, sino desalmada, y capaz de cualquier cosa, incluso de asesinar. Por lo que llegó incluso a recibir amenazas de muerte.
Su psicólogo llegó a sugerirle contratar un chofer y un guardaespaldas, pero sus ingresos no le permitían llevar la vida de superestrella en la que ya estaba convertida, pues hasta en los semáforos la gente se trepaba a su coche. “A mí me pagaron 100 mil dólares, mientras que a Michael Douglas le dieron 40 millones de dólares. Neceitaba ganar más dinero para pagar mi nuevo estilo de vida, pero entonces una mujer en Hollywood no podía ganar más. Le pedí a la productora del filme un millón de dólares, pero era algo que sonaba irreal, aunque finalmente terminó siendo el paso que rompió una importante barrera para las mujeres en Hollywood”. Y todavía faltaba algo más, perder la custodia de su hijo porque el juez que llevó a cabo el divorcio, sentenció que una mujer que se dedicaba a películas de sexo, donde enseñaba la vagina, no podía ser una buena madre. “El poner en entredicho la identidad masculina me hizo pagar un alto precio. La fama y el empoderamiento destruyó mi vida personal y, también puedo decirlo, mi propia identidad”, reveló en un momento en que la conversación comenzó a ponerse muy emotiva.
De inmediato, con suavidad en la voz, pero lanzó un comentario cargado de intención política sobre el empoderamiento femenino. “El Dios en quien todos creemos, sin importar la forma que adopte, creó a todos, hombre y mujeres iguales. No creó a la mujer para servir al hombre, los hombres también deben servir a la mujer. Y si no estamos sirviendo de forma equitativa, estamos faltándole el respeto a nuestro creador”, por lo que recibió un aplauso del público, en el que había un buen número de mujeres árabes, algunas incluso ataviadas con hijab, abaya y nicab, pero también por los hombres asistentes, nadie reclamó su dicho.
Y añadió: “Estamos aquí para hacerle un servicio al bien mayor, estamos aquí para servir a la humanidad”, para ser de nuevo aplaudida por un público compuesto fundamentalmente por saudíes.
Para cerrar, ya con pañuelos para limpiarse las lágrimas, con la voz etreortada, terminó de entregarse al momento, candorosamente aceptando lo que para ella significa estar en Arabia Saudita: “Yo soy solamente una chica de Pennsylvania, crecía con gente Amish (gente protestante) que llega a la puerta de mi casa en caballo y carreta”, apuntó. “No existía posibilidad alguna que algún día pudiera venir a Arabia Saudita a conocerlos”.
Más tarde, el actor cubano-norteamericano, Andy García, se presentó también manifestando su entusiasmo por ser parte de la 2ª edición del Red Sea International Film Festival, tras un video introductorio que mostraba clips de sus intervenciones en distintos filmes exitosos en los que ha participado a lo largo de su carrera, de Los intocables, de Brian de Palma, a El Padrino 3, de Francis Ford Coppola.
Compartió también lo difíciles que fueron sus primeros pasos en el cine, particularmente porque en aquellos días, en los setenta, no había mucha oportunidad para actores de origen latino, pues la mayoría de los papeles que existían en esos años para los latinos consistía en interpretar mexicanos narcotraficantes, y para ello ya tenían bien creado un estereotipo que él no cubría, y no le confiaban roles diseñados para intérpretes anglosajones. Por fortuna, le hizo saber a la audiencia, la situación se ha modificado favorablemente en los últimos años, a partir de historia que fomentan mayor diversidad en los personajes que proponen. Porque, para él, como actor, “el reto consiste en ampliar la paleta de posibles roles a interpretar tan amplia como sea posible, evitar el ser encasillado en un solo registro”.
Posteriormente, llegó el momento para el director británico Guy Ritchie (Lock, Stock and Two Smoking Barrels), platicando con el critíco de cine y brillante ensayista visual, Leigh Singer. Una charla que revisó la forma en que modificó su propuesta estético y el ritmo vertiginoso de sus primeros filmes (demasiadas imitaciones, por un lado; y su deseo de experimentar nuevos caminos por otro), constantemente salpicada del humor del que suele impregnar sus filmes. Como el mostrado en dos respuestas: cuando habló de la forma en que Brad Pitt se involucró para ser parte de Snatch “En una visita a Hollywood supe que le había encantado Lock, Stock…y que quería trabajar conmigo”. Entonces le dijo que escribiría algo para él, pero por el género que Ritchie solía abordar (gángsters británicos) era difícil incluirlo, por lo que pensaron concebirle un papel en el que hablara de forma incomprensible, y así terminó siendo un gitano irlandés al que nadie comprende.
Después, habló sobre lo importante que son las malas ideas para poder tener buenas ideas en el cine: “No creo que exista algo como una ‘mala idea’, porque si no nadie sería capaz de llegar con una ‘buena idea’. Para llegar a una buena idea debes atravesar un proceso de verdaderamente malas ideas. Para entender algo sobre el proceso creativo, se debe entender esto: debes tener en el equipo tantas personas como sea posible, y la mayoría de ellas serán salvajemente poco creativas, y necesitan tener la confianza de saber que pueden expresar sus ideas, y ustedes se soprenderían de saber lo malas que pueden ser, sin embargo, eso está bien, porque después de recibir las burlas de los demás sobre sus espeluznantemente malas ideas, se inspira el inicio de una mejor idea. ‘Las mejores rosas surgen del peor jardín”. Así que los mejores procesos surgen de malas ideas, lo cual es mucho mejor que empezar sin idea alguna. Lo importante es crear un ambiente en el que nadie tema dar un paso adelante con una mala idea. Y todas las ideas surgen con el prefijo de que ‘esta es una idea terrible’, y con eso bien asentado iniciamos el proceso”. Las risas del auditorio estallaron como si estuvieran viendo una escenas de alguna de sus películas.