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The Girl, las memorias de Samantha Geimer, víctima de Polanski
Publicado el 23 - Sep - 2013
 
 
Tras la publicación del libro autobiográfico Girl. A life in The Shadow of Roman Polanski, Samantha Geimer, víctima de Polanski, intenta delinear una postura sútil en cuanto a Polanski. - ENFILME.COM
 
 
 

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No hay mucho de revelador en el nuevo libro autobiográfico de Samantha Geimer: The Girl. A life in The Shadow of Roman Polanski (La chica. Una vida a la sombra de Roman Polanski), publicado casi cuatro décadas después del incidente que puso en el ojo del huracán al director polaco Roman Polanski en 1977, cando fue acusado de abuso sexual a una menor de edad (Geimer, de entonces trece años).

La protagonista de una de las más truculentas historias del Hollywood de los setenta narra en 265 páginas su versión de lo acontecido aquel marzo de 1977, en la casa del barrio de Mulholland, propiedad de Jack Nicholson (el actor estaba de viaje fuera de la ciudad). Hubo una demanda y las partes llegaron a un acuerdo —el cargo final que el cineasta admitía era sexo con una menor—, pero el juez dio marcha atrás en el último momento, lo que derivó en la fuga de Polanski de Estados Unidos en 1978. La demanda que terminó en común acuerdo en 1993 y Geimer recibió medio millón de dólares.

Este evento ensombreció la vida de Geimer. Lo que queda después de tantos años es ella a los 48, y su palabra. En entrevista con Emma Brockes del diario británico The Guardian, Geimer intenta delinear una postura sutil en cuanto a Polanski. Como víctima de un delito sexual, dice:

Es muy difícil controlar la narrativa. Pero yo estoy haciendo lo mejor que puedo.

Su experiencia al enfrentarse en la corte y la consiguiente publicidad que la acosó fue más doloroso que el incidente en sí. La diferencia es que a ella no se le ha permitido olvidar: 

 Cuando veo su nombre, viene seguido por expresiones como ‘convicto’ o ‘13 años’. Y eso siempre va conmigo.

The Girl. A life in The Shadow of Roman Polanski es un libro convincente, franco, más sorprendente en su sencillez y buen humor. No como transcurrieron los hechos aquel día en Los Angeles en 1977, cuando Polanski la recogió en su coche para una sesión de fotos, en vísperas de sus 14 años, para un reportaje que supuestamente sería publicado por la edición francesa Vogue. Se requerían de dos sesiones. En el segundo encuentro, en marzo de 1977, además de fotos, hubo champán y drogas, y la tarde acabó en una violación, según la policía, los padres de Geimer y el juzgado. El historial dice que la joven no llevaba sujetador, pero sí un chaleco. Tenía ganas de agradar, porque ella era una niña. Ella hizo lo que él le pidió, tomó el Quaalude, una pastilla sedante hipnótica, bebió champán, se metió en al jacuzzie. Se quitó la ropa cuando se lo pidió, porque ella era una niña. En algún momento, ella le pidió que la llevara a su casa, pero su petición fue denegada:

Yo no quería tener relaciones sexuales. Pero al parecer eso era lo que iba a pasar.

El testimonio incial de Geimer se dio a conocer hace unos años, después de que Polanski fue arrestado en Suiza y se hizo un esfuerzo por extraditarlo a Estados Unidos. Fue entonces cuando Whoopi Goldberg mencionó el caso en un programa de televisión. Señaló que lo que había ocurrido fue no había sido violación. Algo que Geimer ha intentado tratar con la ligereza que se merece. Ahora, ella dice:

La palabra ‘violación’ trae diferentes significados en la mente de las personas. Cuando tenía 13 años, no hubo una debate sobre la violación, no había ninguna violación fechada. Yo no percibía que lo que ocurrió era una violación. Yo pensaba que una violación tenía que ser violenta. Creo que eso es todo lo que valía la pena. Si tú no hablas de estas cosas, sobre todo a los más jóvenes, ¿cómo van a protegerse de ello? ¿Y cómo le enseñas a la gente que está mal hacerlo?

Para ella, el autoexilio de Polanski los condenó a los dos por el resto de sus vidas. Cuando el juez dio marcha atrás y se le insinúo a él la posibilidad de una sentencia de 50 años en prisión, el director huyó primero a la Gran Bretaña y después a Francia.

Hemos estado atados a ese tema el resto de nuestras vidas. Empática es una palabra mejor que simpática. Hemos compartido una gran cantidad de experiencias similares.

Después de la proyección del documental Roman Polanski: Wanted and Desired (2008) de Marina Zenovich, en 2009, el cineasta le escribió un correo electrónico disculpándose: Quiero que sepas que siento mucho haber afectado de esta forma tu vida. No fue una admisión de la culpabilidad, exactamente, pero era, al menos, un ablandamiento de su anterior negación. Ella no respondió, pero desde entonces han en estado en contacto de alguna manera de forma esporádica:

Todos estos años nuestros abogados se han comunicado. No somos amigos. Pero, quiero decir, que sí he estado en contacto con él a través de correo electrónico. Solo hemos tratado cosas personales, no vale la pena hablar de ello.

Cuando se le pregunta si le ha enviado el libro. Ella responde que no:

No. No sé si ya lo leyó. Ni creo que lo haga. Él es una persona muy ocupada, por lo que no estoy segura de que se trate de algo importante para él.

En aquel entonces lo último que quería era que se supiera: Me sentí insensata. Cielos, ¿por qué no pude detenerlo? ¿Por qué tuve que beber aquello? ¿Por qué tomé esa píldora ? ¿qué estaba mal en mí ? Y ahora sé lo que pasó.

Lo que siguió después del juició fue una adolescencia dolorosa para ella. Bebía mucho, se drogaba, tuvo un bebé a los 18 años: Creo que hice un montón de cosas para olvidarme de ello, adrede, cuando era más joven. Luego se casó, tuvo dos hijos más, se trasladó a Hawai para llevar una vida normal trabajando en el sector inmobiliario, perseguida por los paparazzi, acampando en su jardín, cada vez que Polanski hacía un movimiento. Mientras escribía el libro fue asaltada por algo que su madre le dijo:

Nunca volverás a ser la misma. Eso es lo que pasó. Probablemente no soy la misma persona después de muchas cosas. Como todos.

De vez en cuando, ella tiene una reacción a algo que la lleva de vuelta a los años setenta. Hace poco se vio obligada a escribir sobre el caso de violación múltiple que sufrió una adolescente alcoholizada en una secundaria en Steubenville, durante una fiesta. El caso se conviritó en un foco de cobertura espeluzanante.

El detonante fue un correo electrónico que recibí -un correo electrónico masivo de un grupo activista de mujeres- en el que detallaban lo que sucedió y pensé: Dios, aquí está esta chica adolescente y estás enviando en un mensaje en masa. Mensajes de correo electrónico a decenas de miles de personas. ¿Se les ocurrió que es posible que podría ser humillante para ella? Que ella no quiere eso, no quiere que este correo llegue a todas esas personas. En estos casos de alto perfil, la víctima se convierte en un pararrayos de una serie de inquietudes más complejas, un papel que Geimer ya vivió y que dice con confianza no es nada divertido.

Durante décadas a su familia y a ella se les llamó monstruos:

Éramos los mentirosos y los buscadores de oro. Gore Vidal la llamó prostituta: Fue terrible e injustificable, pero no tan escabroso. Bueno, algo de eso fue impactante. Ha pasado tanto tiempo... Polanski debe permitir que se resuelvan sus asuntos legales y volver a los Estados Unidos. Porque eso es lo que sería justo. Porque es lo correcto. Yo estoy bien.

 VSM (@SofiaSanmarin)

Fuente: The Guardian

 
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