Venecia 2021. 'The Lost Daughter' de Maggie Gyllenhaal y 'Il Buco' de Michelangelo Frammartino - ENFILME.COM
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Venecia 2021. 'The Lost Daughter' de Maggie Gyllenhaal y 'Il Buco' de Michelangelo Frammartino
Publicado el 04 - Sep - 2021
 
 
Una reflexión sobre la maternidad y una exploración metafísica de la espeleología. - ENFILME.COM
 
 
 

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Sigue la competencia dentro de la 78ª edición del Festival de Cine de Venecia, y también se han presentado ya dos filmes tremendamente distintos entre sí, ambos llenos de virtudes y de elementos destacables. Por un lado, el debut como directora de la actriz de Hollywood, la fabulosa Maggie Gyllenhaal, adaptando la novela de Elena Ferrante, The Lost Daughter. Por el otro, el regreso de Michelangelo Frammartino quien hace 11 años nos dejó perplejos con su maravillos filme Le Quattro Volte, en esta ocasión jugando como local nos presenta Il Buco. ¿Qué se ha escrito sobre ellos? Aquí unas muestras...

The Lost Daughter, Dir. Maggie Gyllenhaal

★★★★

Olivia Colman ofrece un poderoso viraje en The Lost Daughter, espinoso y flamable como Leda Caruso, una profesor de idiomas de edad mediana en vacaciones laborales en Grecia. Imbuida distanciándose de su pasado, posiblemente de ella misma, observa fijamente el mar como si éste le hubiera hecho mucho daño, y come sola en un bar, repeliendo a cualquiera que se le intente acercar. Deambula por el complejo turística como fantasma, mientras que otros fantasmas la persiguen.

En su excelente debut como directora de cine, Maggie Gyllenhaal convierte la novela de Elena Ferrante de 2008 que toma como punto de origen en cine sensual, húmedo: una miniatura cautivante, llena de detalles que dicen mucho y pequeños dramas que se expanden. La presencia de los Ed Harris, Dakota Johnson y Paul Mescal proveen a The Lost Daughter de un impresionante coro griego. Pero esto se trata de la etapa de Colman y de su tragedia. No puedes quitarle los ojos de encima por un segundo.

No he leído aún la novela de Ferrante, así que pensé por dónde se iría el filme. Pero The Lost Daughter me despistó y tomó una dirección distinta, más matizada; una que es también gratificante a su modo. No estoy del todo convencido, haciendo un balance, que este delicioso drama sea finalmente algo más que una tormenta en un vaso de agua. Pero qué vaso de agua, qué tormenta. Cuando el huracán Colman salga soplando del mar, asegúrate de que tu techo se encuentre en buenas condiciones y que todas tus ventanas estén bien aseguradas.

- Xan Brooks, The Guardian

 

the lost daughter

De vacaciones sola en una isla griega, Leda (Olivia Colman), profesora de literatura, se encuentra a sí misma tanto fascinada como repelida por la descarada familia extendida que comparte su playa local, invadiendo su espacio y secuestrando su atención. Cuando una niña de la familia desaparece, es Leda, juiciosa durante la crisis, quien la encuentra. Pero este acto dispara desagradables recuerdos de sus propias decisiones como madre, decisiones con las que sigue luchando ahora, veinte años después. Esta sinuosa adaptación de la novela de Elena Ferrante marca el debut supremamente confiado de Maggie Gyllenhaal como directora, quien también escribió el guion. Las dos cronologías (Leda en el presente, Leda en el pasado -interpretada por Jessie Buckley) se tejen en rollos serpenteados que terminan enroscándose, en este retrato acerca de un tipo de maternidad que no teme afilar los dientes.

Ultimadamente lo que hace que este filme sobre la maternidad sea inusualmente satisfactorio es el hecho de que destruye la distinción finaria entre la buena madre y la mala madre. La verdad, como la compleja mujer en el corazón de la historia, no queda del todo clara. Es posible para un padre ser, de forma simultánea, emocionalmente ausente y dedicado; estar adherido a los hijos y sentirse sofocado por ellos. Los fugaces momentos de reconocimiento entre Leda y Nina (Dakota Johnson, la madre de la niña desaparecida), dos madres antinaturales, es una confirmación de que ellas, de ninguna manera, se encuentran solas en sus fracasos maternales.

- Wendy Ide, ScreenDaily

 

Primero una pequeña niña desaparece, después su muñeca, en The Lost Daughter, un atrevido drama psicológico en el que lo que pudieron ser unas idílicas vacaciones en la isla griega de Spetses, se convierten en un retrasado ejercicion emocional para Leda, el personaje interpretado por Olivia Colman, quien se colapsa en la playa, sangrando por el abdomen, en la escena inicial. Cómo es que estas dos desapariciones irán construyendo un destino tan grave es uno de los misterios del filme, aunque lo que resulta más convincente es el por qué esta mujer reacciona a los incidentes de la manera en que lo hace, conmocionada hasta el punto de confrontar su propia conducta como esposa y madre en el pasado.

“Soy una madre antinatural”, confiesa Leda en algún punto, diciendo en voz alta eso que a la as mujeres rara vez se les permite admitir sobre la maternidad: que ese obsequio tan preciado puede ser una carga no bienvenida para muchas y que, por extensión, no todas están equipadas para el trabajo; en un filme que ofrece a quienes se han sentido así la extraña sensación de haber sido vistas. Ese reconocimiento, áspero y potencialmente confrontacional como puede ser, es la oferta que hace Maggie Gyllenhaal debutando en el timón a las audiencia acostumbradas a representaciones más convencionales de la experiencia femenina, y también de la autora italiana Elena Ferrante (My Brilliant Friend), quien primero puso en papel lo innombrable en la ajustada pero perspicaz novela de la que se adaptó el filme.

A lo largo de la película, Gyllenhaal asume una forma sencilla, práctimamente invisible de estilo que transmite lo esencial (como la muñeca desaparecida, que se puede ver en el fondo de una escena crucial), al tiempo que privilegia las interpretaciones de su reparto. Trabajando con la cinefotógrafa Hélène Louvart, Maggie confía en su ensamble, otorgándoles amplios abánicos de subtexto con los cuales jugar, más que simplemente poniendo palabras en sus bocas, si bien por ahí hay algunas líneas que los espectadores quizá sientan que llevan años esperando escuchar, como cuando Leda le dice a Nina “Los niños son una responsabilidad aplastante”, como pidiendo permiso para ser imperfecta. También las madres cometen errores.

- Peter Debruge, Variety

 

Il Buco, Dir. Michelangelo Frammartino

★★★★

En el 2011, el artista italiano Michelangelo Frammartino se anotó un pequeño éxito en el mundo del cine independiente con un filme llamado Le Quattro Volte, el estudio metafísico de un poblado montañoso en el que aparecían cabras balando, campanas tintineando, quemadores de carbón y centuriones romanos. Le Quattro Volte era extraño y amable y, en buena medida, la gente lo amó. No estoy seguro cuánto dinero puedes ganar con un pequeño éxito independiente. Quizá lo suficiente como para pagar un fin de semana de descanso en Tropea. Ahora Frammartino ha regresado, diez años después, sin querer apresurar las cosas, con Il Buco, otro filme que es contenido para pasear por el lado salvaje, mirando fijamente el bosque y el cielo, las rocas y los árboles e identificando un paraíso tranquilo y sereno en todo lo que ves. No es tanto un documental, aunque tampoco un filme narrativo de ficción. Vive solo, en su propio mundo; el equivalente cinematográfico a un ermitaño en la cima de una montaña

El filme previo de Frammartino se inspiró en Pitágoras. Éste proviene de una expedición espeleológica en Calabria, en 1961, para hacer la cartografía de un sistema laberíntico de cuevas que, en ese momento, se certificó como el tercero más profundo del mundo. El filme retrata a los espeleólogos descendiendo sus resbalosos giros y vueltas y develando una antigua fotografía y una revista mojada con JFK en la portada. Cualquier cosa que resbala hacia dentro de la grieta se convierte en historia, o en un recuerdo perdido; el residuo casi en broma de gente que alguna vez caminó por arriba.

Il Buco, en su modo meditativo, sosegado, cuenta la historia de la misión de los espeleológos. Pero vincula esto con la fortuna en declive de un anciano campesino y granjero que vive en una choza, cerca de un agujero. Frammartino nos muestra al hombre sentado pacientemente al costado de la montaña, convocando a su ganado como si les hablara en su idioma; y después, más tarde, enfermo en cama mientras su hijo de mediana edad lo cuida ansiosamente. Il Buco, en esencia, contrasta el tiempo profundo de la cueva con el tiempo superficial de quienes viven a su alrededor. El granjero curtido tiene 80 años de edad en nuestro día. Pero en término geológico es apenas un parpadeo.

- Xan Brooks, The Guardian

il buco

 

Han pasado 11 años desde que el realizador italiano, Michelangelo Frammartino nos regaló su maravillosa docuficción híbrida llena de cabras, a la que con afecto normalmente se le llamaba “La película de las cabras”. Il Buco (El hoyo) es tu muy esperado nuevo filme, y aquellos ansioso por seguir aquel pequeño juego de los nombres que empezó hace varios años podrán referirse a él como “La película de la espeleología”. O, si quieres facilitarte las cosas, puedes adelantarte y nombrarla como una obra maestra.

Hay una forma de ver Il Buco en la que te puedes llevar tu tiempo para ajustarte, de la misma forma que ocurre cuando ves un filme de Jacques Tati. Es una cuestión de navegar por las imágenes: Frammartino filme primordialmente en long shots (tomas abiertas) y la forma en que tomas la historia es, sobre todo, un poco como un juego. Primero debes reparar en dónde es que debes focalizar tu atención, y después seguir tus instintos, posteriormente debes calcular si es que te estás perdiendo algo en los detalles por otra parte. Debe haber una pista, como un tenue chasquido de luz a media distancia, o algunos sonidos retumbando que emanan de algún área fuera de cuadro. Pero cada plano debe ser destrabado.

Il Buco es un trabajo magnífico, completamente seductor de principio a fin, uno que viste su inmensa profundidad filosófica con admirable ligereza. En el espíritu de su tema, el director nos ofrece imágenes de las que muy rara vez vemos en el cine, que con cada lenta revelación de una antecámara subterránea crepuscular, o pared repleta de estalactitas nos obsequia un festín para los sentidos, un dulcemente cantado himno a los esfuerzos humanos y la trascendental, misteriosa belleza del mundo natural.

- David Jenkins, Little White Lies

 
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