Influenciado hasta cierto punto por El rey Lear de William Shakespeare, el filme Ran (1985) de Akira Kurosawa combina los elementos de la conocida historia del rey del autor británico con una epopeya medieval japonesa para crear, ante todo, una película conmovedora, de valor duradero y una invaluable profundidad. A pesar de que Kurosawa experimentó mucho éxito y reconocimiento internacional y nacional en la primera parte de su carrera, después de 1965 encontró dificultades para obtener el apoyo financiero necesario para la producción de sus películas. Luchó con la idea de ser demasiado anticuado, se sintió herido por los problemas de taquilla de sus obras, pasando por un período difícil, tanto profesional como emocionalmente. Pero luego encontró una mano de ayuda en el productor francés Serge Silberman, un hombre dispuesto a apostar en el próximo proyecto de Kurosawa. Y así fue como el mundo del cine se enriqueció con Ran. Disfrutando de los beneficios de tener el presupuesto más grande en la cinematografía japonesa hasta ese momento, Kurosawa creó una representación épica de un señor de la guerra enfermo y envejecido, decidido a abdicar y dividir su poder entre sus tres hijos. Muchos han notado las similitudes evidentes entre el protagonista y el cineasta, al elegir creer que Ran era tanto una historia sobre Kurosawa y sus luchas como lo fue sobre el señor de la guerra.
Enfrentando los temas de familia, honor, orgullo y caos, esta historia nihilista realzada por una banda sonora maravillosamente inolvidable de Toru Takemitsu, supuestamente inspirada en Gustav Mahler, es una de las mejores películas del maestro Kurosawa en su currículum. Ran ha sido apreciada por unanimidad en todo el mundo: por ejemplo, los 1,400 trajes hechos a mano en Kioto son increíblemente ricos en colores y detalles, y se suelen yuxtaponer brillantemente contra fondos secos, desolados e incoloros, que reúnen las imágenes deslumbrantes que hacen la historia de Kurosawa aún más de un placer de experimentar.
El productor Silberman le pidió al cineasta francés, Chris Marker, que hiciera un documental detrás de cámaras del gran director japonés en el set de la película al pie del Monte Fuji. Marker perteneció a la generación de documentalistas que intercambiaron el documental “objetivo” por una forma más subjetiva, como lo demuestra la voz en off que escribió. La realización de documentales era inusual en aquellos días, y Marker (cuyo amor por el cine había llevado a homenajes amorosos a Andrei Tarkovsky, Sergei Eisenstein y Alfred Hitchcock) le dio al género su propio toque al hacer de A.K. (1985), una exploración poética, autorreflexiva de la obra de Kurosawa. El resultado es una obra de arte sobre la realización de otra obra de arte, una oda a Kurosawa en la que son principalmente los detalles los que atraen la atención de Marker. En las manos del francés, los extras que prueban sus trajes de samurái, la espera interminable e incluso el clima se convierten en reflexiones sobre la naturaleza del cine. A.K. se divide en los capítulos “Batalla”, “Paciencia”, “Fidelidad”, “Velocidad”, “Caballos”, “Lluvia”, “Laca y oro”, “Fuego”, “Niebla” y “Caos”, todos los temas que Marker vio a lo largo de la obra de Kurosawa.
Trad. EnFilme
Fuente: Cinephilia & Beyond