Si aún no has visto Bronson (2008), de Nicolas Winding Refn, deberías hacerlo. El franco y polémico director danés entró en la corriente principal con su cuento de hadas urbano Drive (2011), nebuloso y sangriento, y rápidamente rechazó la aceptación popular apenas dos años después con el polarizador y subestimado Only God Forgives (2013). Pero es su filme de 2008, un caleidoscopio delirante de violencia psicótica, humor enfermizo y esquemas de color alucinantes, y sigue siendo posiblemente su trabajo más vital. Es la película que hizo que el mundo tomara nota de Tom Hardy, quien hasta el momento había dado su actuación más entretenida (lo cual realmente es decir algo) como el prisionero más violento de Gran Bretaña. Y, sin embargo, aunque la película debe un modesto grado de energía a sus fuentes de inspiración que van desde A Clockwork Orange hasta la ópera wagneriana, Bronson es su propia y extraña poción. Ciertamente, no basta con definirla como una película de prisión estándar-como tampoco es suficiente decir que Valhalla Rising es sólo sobre vikingos, o que Drive es una cinta de acción y suspenso-. Al igual que con la mayoría de sus películas, Refn utiliza los tropos del género como una plataforma de lanzamiento para sus propias obsesiones y fetiches.
Bronson, que abandona el realismo inquebrantable de otros dramas carcelarios contemporáneos como A Prophet (de Jacques Audiard) y Starred Up (de David Mackenzie), es vertiginosamente abstracto en algunos lugares, casi psicodélico. En Bronson: A Subversion of the Conventions of the Prison Film, videoensayo elaborado por Jessie McGoff, se examina la relación inusual de la película con el género cinematográfico penitenciario y plantea algunos puntos fascinantes sobre el largometraje de Refn. Quizás más pronunciado es el nivel de artificio, algo constante en Refn, y una borrosidad deliberada y desorientadora de hechos y ficción que es más prominente en los interludios alucinatorios de la película donde Bronson con entusiasmo se regocija en una sala de teatro llena de espectadores con cuentos de su vida salvaje. ¿Son estas “interrupciones narrativas”? ¿Son las ensoñaciones de una imaginación enferma y febril? La película es deliberadamente obtusa para este fin, y en estos momentos, Refn está cometiendo un acto valiente e irresponsable al permitir a su retorcido protagonista el control de su propia historia. También es interesante observar que Bronson es, para una película sobre la agresividad masculina y la violencia, bastante extravagante, incluso cursi en algunos lugares. McGoff parece pensar que Refn se ha apropiado del estilo queer y la música (no olvidemos el glorioso uso de “It's a Sin” de Pet Shop Boys) para revertir las expectativas típicas de lo que es, a estas alturas, un género bastante bien trabajado.
¿Te parece todo esto una típica película de prisión? No lo es. De hecho, Bronson es un personaje oscuro y cómico que estudia a un hombre para quien la violencia es a la vez un medio de expresión y también una forma de arte escénico. La prisión simplemente es su hábitat natural. De hecho, cuando se compara con imágenes de la prisión más convencionales, McGoff utiliza los aspectos más destacados de In the Name of the Father y The Shawshank Redemption para resaltar cómo Bronson parece especialmente descarado. Al darnos un protagonista que parece disfrutar de la suciedad y la amoralidad de su entorno, Refn rechaza la técnica tradicional casi por completo. Y, sin embargo, las capas de inspiración y alusión en su cóctel cinematográfico crean una discusión fascinante.
Trad. EnFilme
Fuente: IndieWire