Un letrero de neón comienza y termina con una línea –o más específicamente, un tubo de vidrio lleno de gas, calentado y doblado por un artesano experto, y encendido por una carga eléctrica. Una vez iluminada, la línea se transforma: imita y abstrae, brilla y parpadea, e implora y distrae. Sus símbolos, signos y textos articulan un lenguaje en vivo de la ciudad moderna.
En el contexto de Hong Kong, los signos de neón son difíciles de ignorar. Desempeñan el papel comunicativo de la tipografía, la ilustración y el diseño gráfico, estando tan habilitados y limitados por su medio tecnológico como el libro lo está por la imprenta, o un diseño digital por su software. El hecho de que su autoría sea generalmente desconocida es engañosa -en realidad son producto de creadores, intenciones y procesos reales- pero también cada vez más irrelevante en una época en la que la autoría se vuelve cada vez más confusa a través de los vehículos de la cultura visual en la era de internet. Y por supuesto, a través de su apropiación en la fotografía, el arte visual, el cine, etc., los signos de neón han llegado a encarnar y representar una amplitud de las contradicciones de la modernidad: el glamour, la fragilidad, el espectáculo de masas y la alienación. Los signos de neón asignan significados y los asumen; de esta manera, habitan el reino más fértil de la cultura visual, en la interfaz osmótica entre el medio, el mensaje y el espectador.
En el siguiente documental –breve y extraordinario–, el aclamado cinefotógrafo australiano radicado en Hong Kong, Christopher Doyle (Chungking Express, Ashes of Time, In The Mood For Love, 2046), comparte la estética y el lenguaje visual de los procesos de iluminación y filmación con luces neón.
EF (@EnFilme)
Fuente: Neon Signs HK