En la nueva y encantadora película de Damien Chazelle, el joven director realiza un homenaje visual y musical a Los Ángeles. Está justo ahí en el título, La La Land, por no mencionar los lugares emblemáticos de la ciudad que son visitados por los dos protagonistas (Ryan Gosling y Emma Stone), un pianista y una aspirante a actriz que deben emprender sus luchas personales para conquistar sus sueños en la capital del espectáculo.
Pero antes de crear La La Land, Chazelle ya le había rendido tributo a otra ciudad en su ópera prima. Guy and Madeline on a Park Bench (2009) es un modesto musical –construido a base de jazz– que se centra en la relación amorosa entre Guy y Madeline y cómo intentan superar su ruptura. La película se compone en gran medida a través de los primeros planos de los actores, con cámara en mano y filmada en blanco y negro para ocultar los panoramas que, en La La Land, se exponen de manera grandilocuente debido al uso del technicolor y la intensa paleta de colores.
Sin embargo, Boston –o tal vez la “Grande Boston”, incluyendo sus ciudades circundantes– es un personaje distinto, sus piedras bronceadas, sus monumentos y avenidas frondosas le dan a la película una atmósfera tranquila y agradable, pero melancólica. La ciudad de Nueva York hace una breve aparición a mitad de camino, pero su ritmo acelerado marca un marcado contraste con el resto de la película. A lo largo del relato, Chazelle incluye fotografías fugaces y evocadoras de estatuas, calles, subterráneos y horizontes que nos conectan con el ambiente único de Boston. Creada poco después de que se graduó de la Universidad de Harvard, Guy and Madeline on a Park Bench se siente a menudo como la carta de amor de Chazelle a esta área, con la metrópoli de Nueva Inglaterra como un personaje más. La película se cierra con un poderoso solo de trompeta, rodado en una sola toma, un primer plano del compositor-ejecutante tocando el instrumento como expresión de su amor por Madeline.
Ode to Boston, un videoensayo de Joel Bocko, imagina –quizá no tan extravagantemente– que la música no es sólo una declaración de amor hacia Madeline, sino también a la ciudad en la que se enamoraron los personajes. Manteniendo a Guy en un rincón de la pantalla todo el tiempo, Bocko elabora un montaje para mostrar diversos espacios de la ciudad, yuxtaponiendo estas imágenes con una muestra de un minuto del solo sostenido de Guy.
LFG (@luisfer_crimi)
Fuente: Fandor Keyframe