Jeremy Paxman durante muchos ha sido uno de los periodistas más trascendentes del Reino Unido, escritor de libros de historia británica, lector de noticias pero su fama y su prestigio se los debe, principalmente, a la forma intransigente y severa como entrevistaba por lo general a políticos o personalidades en puestos de toma de decisión para su legendario programa Newsnight, de la BBC (British Broadcast Corporation). En ocasiones su estilo incluso fue considerado agresivo, intimidante, incluso condescendiente, por la forma en que parecía llegar a burlarse de la víctima en turno. Prácticamente los despedazaba, siempre (o casi) con la finalidad de extraerles verdades que los entrevistados le ocultaban al público.
Célebre se convirtió su entrevista a Michael Howard, quien apenas trece días antes había renunciado a su puesto como Secretario del Interior, al que le repitió doce veces de forma consecutiva (catorce en total) la misma pregunta que Howard eludía contestar apropiadamente, es decir, de acuerdo a lo que se le estaba preguntando. Una masterclass sobre cómo evitar que los políticos envuelvan en retórica al cuestionador, o simplemente se salgan por la tangente.
En 1999, Paxman entrevistó a David Bowie. La charla se movió fluídamente por diversos tópicos que, evidentemente, cubrieron en buena medida la deconstrucción de la persona de Bowie, desde el modo en que al artista británico originario del sur de Londres se apoyó en sus estudios teatrales para contrarrestar su incomodidad en el escenario, llevándolo al extremo de crear personajes ficticios que le permitían desenvolverse con mayor naturalidad como figura pública y como intérprete de sus canciones. O también, cuáles eran las motivaciones para decidir reinventarse contínuamente, no solo como estrategia artística o mucho menos mercadológica; sus cruciales razones para dejar las drogas; la importancia del conflicto para disparar su creación artística, entre otros temas.
Pero lo que con el tiempo ha convertido la entrevista esta entrevista en la que Bowie se mostró no solamente como un tipo poseedor de una vasta cultura, una incisiva inteligencia y una admirable capacidad de articulación verbal, elegante incluso, fue la auténtica cátedra que imparte, visionaria, sobre la importancia del internet y los alcances, en ese entonces aún no imaginados siquiera, que tendría en la vida de los seres humanos en el futuro. El paradigma del posmodernismo.
“El internet nos establece, y nos muestra, que vivimos en total fragmentación”, le comenta a Paxman, quien le revira: ¿Pero no crees que muchas de las reivindicaciones que se la hacen al internet son enormemente exageradas…”. A lo que Bowie responde, con una convicción y solturas arrebatadoras, que los alcances les eran, en aquel momento, “inimaginables”. Así fue como se lo explicó a Paxman, el gran David Jones (Bowie), aquella tarde del ya lejano 1999, con sus gafas a la Lennon, su pelo partido en dos con atractiva melena, y su exótica camisa como de un Versace serio, en el East End londinense.