La forma en que suena una película es tan importante como su aspecto en lo que respecta a contar su historia. El sonido impacta nuestros sentidos, por ejemplo, las imágenes apelan a nuestros ojos: conjuran emociones, forjan conexiones, nos informan del peligro claro y presente o inminente, establecen el carácter o el tono de un escenario, y nos guían a lo largo del camino de una la trama de la película como un mapa susurrado en nuestro subconsciente.
Algunas películas hacen un uso mayor y más imperativo de su sonido, hasta el punto de que, si no está presente, no solo tiene una película incompleta, sino que tiene una que ni siquiera puede entender. Donnie Darko (2001), dirigido por Richard Kelly, es una de esas películas, y en el siguiente análisis fascinante de Victor Garcia y Jose Angel Toro, la magnitud de la contribución del sonido a la película es el enfoque.
Aquí el sonido es un traductor; en cierto sentido, nos deja claro en el público la creciente enfermedad mental que impulsa a Donnie y revela cómo llega a interpretar y comprender las cosas que le suceden. Por ejemplo, el tono suave, delicado, reverberante y arrullador de la voz de Frank cuando habla con Donnie, la canción de una sirena a la locura, o la música obsesionante y elegíaca que acompaña a cada aparición de Frank. El efecto combinado de esto es transmitirnos un sentido de captura, una comprensión de Frank como este ser extranjero que quiere poseer a Donnie en todos los sentidos, aumentando así nuestra sensación de prejuicio paranoico.
Trad. EnFilme
Fuente: Film School Rejects