Hay algo absolutamente fascinante al escuchar a François Truffaut en 1967 hablando sobre el cine como un arte joven que transitó hacia una revolución sabiendo lo que vendría después. El realizador francés fue un joven autodidacta que asistió al cine para escapar de los días más oscuros de su juventud; Truffaut fue ayudado por artistas de gran alcance (el crítico y teórico, André Bazin, o el pintor y poeta, Jean Cocteau, entre otros) en los momentos claves para convertirse, primero, en un crítico de cine y, después, consolidar su primer largometraje, Los 400 golpes (1959), en un éxito mundial. Antes de su ópera prima, Truffaut nunca participó como asistente; directamente dio el salto de la crítica a la realización. A continuación sus palabras sobre cómo el hecho de escribir sobre filmes le ayudó a convertirse en realizador cinematográfico:
El hecho de haber sido crítico de cine me ayudó mucho porque no es suficiente ser un cinéfilo y ver un montón de películas. La necesidad de escribir sobre las películas te motiva a que mejores, y te obliga a hacer una constante gimnasia mental. Es cuando se tiene que resumir un guión en diez frases que te das cuenta de sus debilidades o sus fortalezas.
Antes de su primer largometraje, Truffaut dirigió cortometrajes. Algunos de ellos decidió que no los mostraría nunca. En una entrevista –archivada por el INA–, Truffaut mencionó que lo que hace una buena película es que sigue una lógica. Y aquí está lo que dijo sobre sus obras tempranas y sus trabajos de aficionado:
Empecé a hacer cortometrajes en 16mm, pero que no deben ser vistos. Todos ellos tenían un defecto muy común que comparten muchas películas amateurs: eran extremadamente pretenciosas. Aquellos filmes no tenían un guión. En mi opinión, ese es el último signo de arrogancia de un cineasta amateur: que no quieren contar una historia. Es por eso que no me atrevo a mostrar esas películas, a pesar de que he aprendido de ellas.
LFG (@luisfer_crimi)
Fuente: Mentorless