Debido a sus raíces como documentalista, Tobe Hooper logró darle una crudeza a The Texas Chain Saw Massacre (1974) que todavía hace al filme infinitamente convincente en la actualidad. Pero, como lo señala Ryan Hollinger -en su videoensayo The Art of TEXAS CHAINSAW MASSACRE: Making Daylight Scary- es más que una simple imagen granulada de un hombre persiguiendo a los jóvenes: Hooper estructuró magistralmente el relato y se contonea con la furia política de su época.
El título de la película y los créditos iniciales reflejan la desconfianza pública de un medio cada vez más sensacionalista, y durante la primera mitad de la película crea un paisaje desordenado en el que la violencia de Leatherface se siente normalizada, incluso orgánica. Su violencia es tan emocional y estructural como gráfica, lo que refleja la profundidad del descontento de Hooper con la política y los medios en la era post-Nixon. Incluso vale la pena volver a ver los jump-scares, que ocurren con un sentido de inevitabilidad a la luz del día en algunos casos y como parte de las ondas de choque de giros inesperados.
Trad. EnFilme
Fuente: AV Club