The Red Shoes (1948), la singular fantasía de Michael Powell y Emeric Pressburger, es el drama entre bastidores por excelencia del cine, así como una de las fiestas en tecnicolor más gloriosas jamás inventadas para la pantalla. Moira Shearer es una bailarina estrella en ascenso dividida entre un compositor idealista y un empresario despiadado que busca la perfección. Con actuaciones sobresalientes, una cinematografía increíblemente hermosa de Jack Cardiff, decorados y música ganadores de un Oscar, y una secuencia central de baile alucinante e inolvidable, este amado clásico se erige como un tributo apasionante a la vida del artista.
Es una película sobre la expresión artística y la obsesión. Se trata de pasión y esa pasión se transfiere a cada cuadro. En lugar de centrarse en lo real, la película se vuelve surrealista. Se trata de emociones, y lo que se refleja en la pantalla es lo que sucede dentro de estos personajes. Este intento de sacarnos de la aburrida canción y los números de baile tenía que tener una representación visual distinta. Para eso, hay una escena de ballet de 17 minutos en el centro de la historia que destruye por completo los confines de un escenario y viaja por todo un mundo construido a partir de la imaginación. Más aún que esa idea de vanguardia, lo único que distingue a esta película de los imitadores son las explosiones de color. No solo nos detenemos en el enrojecimiento de los zapatos, sino que estallamos en sueños en tecnicolor, yuxtapuestos a una vida futura en blanco y negro.
Echa un vistazo a este ensayo en video de la Royal Ocean Film Society que analiza las impresionantes imágenes de la película.
Trad. EnFilme
Fuente: No Film School