Las visiones inquietantes sobre lo orgánico, el cuerpo y la materia viva que presentó David Cronenberg desde la década de los setenta hasta los noventa -entre las que destacan Stereo (1969), Crimes of the Future (1970), Shivers (1975), Rabid (1977), The Brood (1979), Scanners (1981), Videodrome (1983), The Fly (1986) y Dead Ringers (1988)- son la expresión más completa de lo que se conoce como “horror corporal”.
Además de las dinámicas de este subgénero, encontramos en su cine una fascinación escéptica por la ciencia, los científicos, los “mad doctors”, aquellos obsesionados con la curiosidad por las nuevas estructuras sociales a partir de los avances científicos. Hay también un impulso notablemente consistente y crucial en las películas de Cronenberg: el deseo abrumador y arrogante de sus personajes de presenciar la próxima etapa de la evolución humana. Estos "nuevos evolucionistas" conducen con impaciencia experimentos biológicos y sociales en un esfuerzo artificial para hacer avanzar a la humanidad. Los encontramos en tres formas distintas. En los primeros trabajos de Cronenberg, y luego en las películas subsiguientes, se encuentran los científicos-inventores tradicionales reinventados, deconstruidos y despojados de autoridad moral, como Emil Hobbes (Shivers), Seth Brundle (The Fly) y Allegra Geller (eXistenZ). Luego están los científicos sociales civiles aficionados (podríamos llamarlos exploradores sociobiológicos) que crean experimentos controlados para probar sus teorías de posibles futuros. Los ejemplos incluyen a James Ballard (Crash), Bill Lee (Naked Lunch) y Eric Packer (Cosmopolis). Finalmente, hay superhéroes, con poderes significativamente avanzados ya, y recelosos de integrar al resto de nosotros en sus mundos a pesar de la enorme presión sobre ellos para hacerlo. Se trata de Tom Stall (A History of Violence) y Nikolai Luzhin (Eastern Promises), pero también, en menor medida, Johnny Smith (The Dead Zone) y Cameron Vale (Scanners).
Trad. EnFilme
Fuentes: Cronenberg Museum, L.C.Durham (Vimeo)