No se puede negar que 28 Days Later (2002), de Danny Boyle, es una película realmente terrorífica, una que dio nueva vida al género zombi, una ola que todavía estamos montando, por cierto, con su descripción de nuestro mundo moderno que quedó vacante por una pandemia. Los antagonistas no-muertos de la película eran una raza nueva, más rápida, más fuerte, más salvaje, más hambrienta y con una mentalidad de manada que los convertía en algo más que simples amenazas individuales, sino más bien una marea de terror que ensangrentaba la campiña inglesa. La película resonó con el público de una manera que pocos y solo las mejores películas de terror pueden, en un nivel primario y emocional. Es un terror que podíamos sentir, no solo entender.
Pero al contrario de lo que podrías pensar, los zombis no son lo único que hace que 28 Days Later sea tan única y aterradora. Según el intrigante videoensayo 28 Days Later: The Intimacy of Terror, elaborado por Mr. Nerdista, es la forma en que el director establece la intimidad tanto narrativamente centrándose en un grupo nuclear de personajes conectados por vínculos familiares o de supervivencia, y cinematográficamente en la forma en que enmarca estos personajes.
Esto lo convierte en un recordatorio fascinante de que, en última instancia, no es la amenaza de la muerte lo que nos aterra, sino pensar en las implicaciones de renunciar a la familia, la esperanza y el amor. Al elevar el nivel de compromiso de la audiencia con los personajes de esa manera, lo que está en juego también se eleva emocionalmente y se convierte en una experiencia cinematográfica más inmersiva. Boyle y el guionista Alex Garland prácticamente personificaron esta idea en 28 Days Later, y como lo ilustra el videoensayo, lo han hecho magistralmente.
Trad. EnFilme
Fuente: Film School Rejects