Hace 40 años, Taxi Driver (1976), de Martin Scorsese, desató uno de las creaciones más inquietantes e icónicas del cine en la forma de Travis Bickle, que cobra vida en la pantalla con la intensidad y compromiso de Robert De Niro. Este hombre, un exmiembro de la Marina que regresa de Vietnam y debe sobrellevar el insomnio crónico que padece desde la guerra, es el corazón enfermo de un retrato punzante y contundente de la vida urbana estadounidense en el escenario materialista post-Watergate y post-Vietnam. Travis es un antihéroe alienado por la edad, él lucha, se alimenta y se introduce en la degeneración moral observada desde el punto de vista aislado del vehículo color amarillo que conduce alrededor de las calles de Nueva York.
¿Por qué esta película todavía es apreciada por los realizadores y, a menudo, considerada como una de las mejores películas de todos los tiempos? Una de las principales razones por las que Taxi Driver cautiva y atrapa al espectador mucho tiempo después de sus créditos finales es por la distintiva subjetividad que Scorsese emplea. La idea de la subjetividad no es exclusivo de Taxi Driver en el mundo del cine, pero este filme es uno de los más importantes ejemplos de cómo utilizar la subjetividad a la perfección. Usando un conjunto de técnicas cinematográficas, el director crea un mundo altamente estilizado centrado en torno a un único personaje inolvidable, Travis Bickle. Scorsese prácticamente nos hipnotiza y nos obliga a ver el mundo a través de los ojos de este hombre. El resultado es una de las atracciones más singulares de la historia del cine, no sólo a través de las calles neoyorquinas infestadas de criminalidad setentera, sino también por medio de la mente de uno de los mejores antihéroes del cine.
A continuación te compartimos The Eyes of Taxi Driver, un videoensayo de Jacob T. Swinney que explora la subjetividad en el icónico filme de Scorsese:
LFG (@luisfer_crimi)
Fuente: Fandor Keyframe