El verde es el color de la salud, de la riqueza, de la prosperidad, del crecimiento, de la fertilidad. Verde significa seguir adelante y estar a salvo; si tienes luz verde puedes seguir tu camino. Pero el verde es también el color de la putrefacción. Es el color del moho, de algo estropeado, algo bueno que poco a poco se descompone. El verde es la enfermedad, es el color antes de la oscuridad de la muerte.
En ambos extremos, el verde es sutil. No es deslumbrante para los ojos, no se destaca entre los demás porque es quizás el color más natural que conocemos, junto al azul, es un color habitual de nuestro mundo cotidiano que cuando lo encontramos en películas, no salta de la pantalla como sí lo hace el rojo. Pero es por eso que el rojo recibe la gloria, la atención, porque el rojo es ruidoso y bullicioso, mientras que el verde prefiere quedarse en el fondo, un observador silencioso cuyo simbolismo habla por él.
El verde es un símbolo recurrente en la mayoría de las películas de Ethan Coen y Joel Coen –omitiendo The Man Who Wasn’t There, que es en blanco y negro; O Brother, Where Art Thou?, que lo lava todo en un tinte amarillo; y True Grit, que vuelve a favorecer el amarillo ya que su ambiente es árido–. Al aislar el color verde en varias escenas, Jacob T. Swinney retira la sombra sutil del fondo y lo hace primario en nuestra visión, permitiéndonos ver mejor su efecto deseado.
Trad. EnFilme
Fuente: Film School Rejects