Los tatuajes han recorrido un largo camino. Solían ser impresiones corporales relegadas a los marineros, los criminales o los rudos aficionados del futbol, pero en los últimos 20 años, los tatuajes han dejado de ser marginales para formar parte de la vida cotidiana de la ciudad, incorporándose a los suburbios, los campus universitarios, las oficinas corporativas y los centros comerciales. La aceptación generalizada de los tatuajes es un buen indicativo para la convivencia social debido a que, en algún momento, el tatuaje era un medio más para la discriminación sin fundamento.
Para facilitar esta aceptación, al igual que con la mayoría de conflictos sociales y culturales, el cine ha colaborado de manera constante mostrando en pantalla interesantes y atractivos personajes que poseen tatuajes. Y aunque muchos de ellos siguen siendo piratas, ladrones, pandilleros, criminales y asesinos a sueldo, en muchas ocasiones el tatuaje no es sinónimo de violencia, sino la representación de un espíritu libre e independiente, así como la expresión creativa del individuo.
Para trazar la evolución de los tatuajes y sus implicaciones en el cine, Travis Greenwood y Brett Roberts han elaborado The Mark of an Actor: A Supercut of Tattoos in Film –publicado en Tastefully Offensive–, un supercut que inicia en 1955 y recupera a varios de los personajes tatuados más importantes en el cine de acuerdo a “su mérito artístico, la importancia de la trama, el color y el diseño del tatuaje, el actor que lo representa, el género y la influencia”.
LFG (@luisfer_crimi)
Fuente: One Perfect Shot