Durante las dos primeras décadas de su carrera, David Cronenberg fue un embudo aerodinámico para un giro iconoclasta sobre el género, la sexualidad, los medios y la teoría económica. Él conocía las implicaciones de la vida postmoderna. Cada una de sus obras de ficción era una pequeña ventana debajo de los pliegues de la piel que las fuerzas del capitalismo querían cauterizar. Si alguna vez se separa el tejido cicatricial, nos daríamos cuenta de las narraciones implantadas que nos impulsan. Gastar, producir, reproducir. Mucho antes de que John Carpenter nos diera gafas para ver el propósito subliminal del capitalismo, Cronenberg estaba arrancando esos mensajes de nuestras venas y presentándolos como un gato descansando, aparentemente por encima de nuestros deseos más horribles.
Después de The Brood (1988), Cronenberg comenzó a adaptar las famosas obras de ficción para tratar de situar su comprensión de la condición humana en una tradición literaria, y regresó a sus distopías en escala de grises solo cuando fue inspirado por una obra particularmente emocionante. Crash (1996), su adaptación de J.G. Ballard, fue respondido por su videojuego eXistenZ (1999). Su contacto con la sexualidad desviada de A Dangerous Method (2011) lo llevó a llenar una novela de Don DeLillo con la semilla de su forma renovada: Cosmopolis (2012) fue su primera película desde eXistenZ en tener el escenario y el alcance claustrofóbico de sus primeros clásicos.
Cronenberg reconoce esta dislocación al mostrar el escenario de la película, una de las mil limusinas que rastrean Nueva York (a través de Toronto) para su sustento, y luego nos deja ver que es tan falso como cualquier efecto de maquillaje. No necesitaremos una realidad occidental construida hacia dónde vamos, el corazón torcido y enfermizo de la economía actual.
Nuestro héroe es un británico disfrazado de millonario estadounidense; todo es flexible y falso. Lo innegable de la verdad solo se da a conocer después de que pasamos el tiempo en reinos de lo irreal con hombres que se definen a sí mismos al ver su imagen en una colmena de datos. Cuando los datos desaparecen y son solo piel y hueso, realidad, física concreta, retorno.
En última instancia, Cronenberg logra recuperar la esencia de la novela de Don DeLillo; emplea el dinero postmoderno y desrealizado para representar las condiciones psíquicas y sociales de principios del siglo XXI, como encarna el multimillonario Eric Packer. Su fortuna revela el papel de la moneda como significante del deseo.
A continuación puedes ver Anaphora: David Cronenberg's Cosmopolis, videoensayo elaborado por Scout Tafoya y publicado en la sección Notebook de la plataforma MUBI.
Trad. EnFilme
Fuente: MUBI