La animación japonesa, ampliamente conocida como anime, es un producto de entretenimiento comercial y cultural en su país de origen que ha logrado expandirse más allá de sus fronteras. Es una manifestación dirigida a todo tipo de público (niños, adolescentes y adultos), e incluso, existe anime especializado cuya clasificación se basa en los diversos sectores socio demográficos. De esta manera, se producen animaciones dirigidas a las amas de casa, los empleados de las oficinas, los estudiantes, entre otros, por lo tanto, se aborda una amplia gama de géneros y temas (comedia, terror, aventura, amor, deportes, cuentos infantiles, ciencia ficción, fantasía, etc.)
El anime, tradicionalmente elaborado a mano, ha encontrado –en las tecnologías digitales– nuevas herramientas para su elaboración, y también ha aprovechado el uso de varios soportes (televisión, cine, video) para su distribución. El universo del anime plagado de expresivas doncellas de grandes ojos y finas narices, robots que representan el avance tecnológico, monstruos híbridos, y más criaturas han sido ampliamente reconocidas en Occidente gracias a Akira (de Katsuhiro Otomo), Ghost in the Shell (de Mamoru Oishii) y los trabajos en cine de Hayao Miyazaki y Satoshi Kon, por mencionar algunos. Sin embargo, esta expresión artística japonesa tiene una historia mucho más larga que se remonta a los intentos furiosos de Japón por modernizarse a principios del siglo XX. El ejemplo más antiguo –y que sobrevive– de la animación japonesa es Namakura Gatana (Blunt Sword, 1917). Es pertinente señalar que gran parte de las primeras películas animadas se perdieron después de un gran terremoto que sacudió la ciudad de Tokio en 1923. Al igual que otras expresiones culturales japonesas de las primeras dos décadas del siglo XX, los artistas del anime incorporaron historias y motivos tradicionales desde una perspectiva moderna.
Namakura Gatana (Blunt Sword, 1917).
Oira sin Yaku (Our Baseball Game, 1931) muestra un juego de béisbol entre conejos y tanukis (perros mapache). El corto es una elegante comedia slapstick contada con una trama sencilla y limpia. Los conejos y los tanukis son pilares del folclore japonés, a pesar de que se ven aquí jugando un deporte que se introdujo al país en la década de 1870. Como la mayoría de las películas japonesas silentes, este corto hace uso de un benshi –un hombre que se colocaba a un lado de la pantalla de proyección para narrar los sucesos de la película–. Al principio, los espectadores se sentían mucho más atraídos por el benshi que por el filme. El hermano mayor de Akira Kurosawa era un benshi muy popular que, abatido y desilusionado por la llegada del cine sonoro, se suicidó debido a que su trabajo se convirtió en algo obsoleto y poco atractivo.
Oira sin Yaku (Our Baseball Game, 1931).
Esta versión, realizada en 1929, del cuento popular japonés Kobutori, sobre un leñador con un crecimiento masivo en la mandíbula que se encuentra rodeado de criaturas mágicas.
Kobutori (1929).
Otro ejemplo temprano del anime es Ugokie Kori no Tatehiki (The Moving Picture Fight of the Fox and the Possum, 1931), sobre un zorro que se disfraza de samurai y pasa la noche en un templo habitado por un grupo de tanukis.
Ugokie Kori no Tatehiki (The Moving Picture Fight of the Fox and the Possum, 1931).
Y por último, un ejemplo de propaganda antiestadounidense de 1936. Un corto donde aparece volando una especie de malévolo Mickey Mouse que se encarga de atacar una isla poblada por otros personajes que aluden a los dibujos animados norteamericanos, por ejemplo, Félix el Gato. Una crítica hacia la intervención militar y el colonialismo occidental.
LFG (@luisfer_crimi)
Fuente: Open Culture