Cada verano hay al menos una nueva película de desastres en los cines, y cada año se estrenan, ya sea en salas cinematográficas, DVD o en plataformas de streaming, algunas cuantas más. Como tal, el género se ha convertido en un terreno habitado por las repeticiones y los clichés; los mismos movimientos y estrategias aparecen en la mayoría de las películas de este tipo totalmente indistinguibles y, sobre todo, muy fáciles de olvidar. Sin embargo, de vez en cuando una película de desastres está construida para superar y trascender las trampas y las limitaciones del género para elevarse a una nueva altura. Día de la independencia (1996), de Roland Emmerich, pertenece a este selecto grupo de filmes; una prueba superficial de ello consiste en ver cómo 20 años después del estreno de la película existe interés en producir una secuela (Día de la independencia: Contraataque, 2016) para verificar su rentabilidad con enormes probabilidades de tener éxito en taquilla durante su primer fin de semana de estreno.
¿A qué se debe el éxito de Día de la independencia? En gran parte a que el guión está muy bien escrito con un conocimiento consciente de las películas de género que se elaboraron antes así como los mecanismos de la ciencia ficción, el thriller y la acción. Esto con la intención de desviarse de la estructura estándar de las películas de desastre y de ciencia ficción buscando nuevas formas de vincularse con los personajes para que el espectador sienta empatía por ellos sin dejar de sentirse familiarizado con los mecanismos del filme de desastres.
En un nuevo videoensayo publicado por el sitio Lessons From The Screenplay (Lecciones a partir del guión), el editor Michael Tucker examina el guión de Día de la independencia –escrito por Emmerich y Dean Devlin– para averiguar cómo y por qué el filme fue muy destacado en su tiempo, y cómo y por qué sigue siendo un punto muy alto en el panorama de las cintas de desastres.
LFG (@luisfer_crimi)
Fuente: Lessons From The Screenplay