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Mr. Turner (2014), el más reciente filme del realizador británico, Mike Leigh, sobre el pintor inglés J. M. William Turner (1775-1851), incluye varias escenas que ocurren en la Real Academia (Royal Academy) durante la década de 1830, explorando el espíritu de camaradería, pero también la competencia que existía entre Turner y sus compañeros académicos. Éstos, pintores de formación, acudían a los ‘Varnishing Days’, periodo donde los artistas le daban los últimos toques a sus trabajos antes de la inauguración de la exposición anual (ahora conocida como Summer Exhibition, organizada por la Royal Academy). Turner amaba esos días y era bien conocido por sus actos de provocación hacia sus colegas, así como la rápida manera en que concluía sus pinturas que colgaba previamente sin terminar; a veces, con el mínimo esfuerzo, era capaz de eclipsar la labor del resto de los pintores.
La rivalidad artística más interesante en la historia del arte británico fue la que mantuvieron Turner y John Constable (1776-1837); ambos tuvieron una profunda influencia en el surgimiento del arte moderno, principalmente por la manera en que, a pesar de formarse en la Academia, se apartaron de las convenciones de la pintura “correcta” para capturar la frescura, la transformación y la realidad pura de la naturaleza, inspirando así algunas de las inquietudes (pinceladas, luz y color) que posteriormente desarrollaron los pintores impresionistas. Henri Matisse, por ejemplo, veneraba a Turner, y se lo imaginaba como un hombre que vivía en un sótano de Londres que sólo se permitía ver la luz una vez a la semana para poder inundar su mente de los colores que brindaba la naturaleza.
Preguntar “¿quién era mejor?” no es producto de la ociosidad del siglo XXI; esto también se lo preguntaban sus contemporáneos. La rivalidad entre estos hombres –nacidos con apenas un año de diferencia– tuvo su punto clave en la Exposición anual de la Royal Academy, un espectacular evento social que se celebraba en la Somerset House en Londres; un evento donde podrían surgir o aniquilarse las reputaciones artísticas de sus participantes. Fue ahí, en mayo de 1832, cuando Constable mostró su pintura The Opening of Waterloo Bridge (La apertura del puente de Waterloo), un lienzo de poco más de dos metros de ancho en el que el pintor trabajó durante una década representando la construcción arquitectónica y recuperando las celebraciones del aniversario de la Batalla de Waterloo. Esta obra se colgó junto a un paisaje marino de Turner, Helvoetsluys; the City of Utrecht, un cuadro que capturaba los barcos holandeses en un vendaval.
La apertura del puente de Waterloo (1832) de John Constable.
La superficie de la pintura de Constable brillaba con la luz del sol, dejando la obra de su rival en la sombra. Turner llegó y la observó; se fue por un momento; regresó con un pincel y la paleta de colores; colocó un pegote de color rojo, parecía sangre ardiente en medio del mar grisáceo. Se trataba de un acontecimiento emocionante, experimental e innovador. Un auténtico momento de libertad pictórica pura.
Helvoetsluys; Ciudad de Utrecht, 64, haciéndose a la mar (1832) de William Turner.
El filme retoma esta rivalidad para rendirle homenaje a los dos artistas, pero, además de Turner y Constable, Mike Leigh recupera a varios de los grandes pintores ingleses que, a pesar de la fama y éxito que disfrutaron durante su vida, son poco apreciados en la actualidad. Entre ellos destacan Sir William Beechey, Henry William Pickersgill, Sir Martin Archer Shee, Charles Robert Leslie, David Roberts, Clarkson Stanfield, Benjamin Robert Haydon, Sir John Soane, George Jones y Sir Charles Locke Eastlake. Mr. Turner arroja luz sobre todos estos pintores que no tuvieron la oportunidad de pasar a la posteridad, pero que formaron parte integral de la época que vio crecer a Turner.
A partir del catálogo de la Exposición de 1832, Suzie Davies (responsable del diseño de producción de Mr. Turner) comenzó la investigación para determinar cuáles eran los autores y las obras que participaron en aquella lejana exhibición. También se llevó a cabo un ambicioso proyecto de reconstrucción de la sala central de la Royal Academy. Primero, se hicieron poco más de 250 réplicas de los cuadros –varias de ellas fueron realizadas por el artista contemporáneo Charlie Cobb–. Posteriormente se elaboró una detallada reconfiguración del espacio interior; se empleó la Wentworth Woodhouse (ubicada en South Yorkshire) para recrear la apariencia que tenía la Royal Academy en 1830.
A continuación, descubre cómo Mike Leigh y su equipo de producción recrearon las escenas de la Exposición anual de 1832 de la Real Academia en el siguiente detrás de cámaras compartido por la TATE:
LFG (@luisfer_crimi)