La capacidad de las películas de terror para evocar una respuesta física en el público se ha utilizado durante mucho tiempo como parte de la promoción del género. Y a veces, los anuncios no mienten. Aquí hay algunas películas de terror que literalmente enfermaron al público.
El exorcista de 1973 es un momento histórico en la historia del horror. Basada en la novela homónima más vendida de William Peter Blatty, la película se centra en Regan, interpretada por Linda Blair, una niña que comienza a exhibir comportamientos extraños y cambios físicos. Después de agotar todas las opciones médicas y psicológicas, la madre pide ayuda a un sacerdote católico, quien determina a regañadientes que la enfermedad de Regan es de origen sobrenatural y recurre a la ayuda de un veterano exorcista para confrontar una agotadora batalla entre el bien y el mal.
La aterradora eficacia del filme radica en la seriedad con la que trata su tema sobrenatural. El bien y el mal no son solo conceptos ambiguos, sino realidades concretas en una guerra interminable que se libra dentro del alma de una joven. Aparte de la hábil dirección de William Friedkin y el brillante reparto, la clave del poder de El exorcista radica en el arte del maquillador Dick Smith, cuyos efectos nauseabundos son suficientes para alejar al más fanático del terror. Está bien documentado que los desmayos y los vómitos fueron sucesos comunes durante las primeras proyecciones de la película, y algunos miembros de la audiencia fueron transportados en ambulancias. Y en algunos cines, los acomodadores incluso utilizaron sales aromáticas para “revivir” a los clientes inconscientes.
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Trad. EnFilme
Fuente: Grunge