A menudo considerado como uno de los tres cineastas más importantes de Japón (junto a Akira Kurosawa y Yasujiro Ozu), Kenji Mizoguchi creó un cine con un amplio domino técnico elaborando crítica social, concretamente en relación al lugar de la mujer en la sociedad japonesa. Después de una educación marcada por la pobreza y el abuso, Mizoguchi encontró consuelo en el arte; primero se interesó por la pintura al óleo y poco después en el diseño de escenografías para teatro. En 1920, cuando tenía 22 años, se enlistó para colaborar como asistente de dirección en los estudios Nikkatsu. Durante los siguientes 15 años, se desarrolló en ese ámbito participando en una variedad de proyectos, sin embargo, él mismo consideró que su carrera como director en realidad inició en 1936 con el estreno de sus filmes Las hermanas de Gion (Gion no shimai) y Elegía de Naniwa (Naniwa ereji), acerca de las mujeres que, tanto profesional como sentimentalmente se encuentran atrapadas en complejas situaciones. Donald Richie, historiador de cine y especialista en arte japonés, consideró Las hermanas de Gion como una de las mejores películas japonesas. Durante la próxima década , Mizoguchi dirigió Historia del último crisantemo (Zangiku monogatari, 1939), La venganza de los 47 samuráis (Genroku Chûshingura, 1941) y Mujeres de la noche (Yoru no onnatachi, 1948), pero no fue hasta 1952 cuando llamó poderosamente la atención del público y la crítica a nivel internacional con La vida de Oharu (Saikaku ichidai onna), una conmovedora historia situada en el siglo XVII, donde una mujer es vendida por su padre como geisha, después se enamora de un campesino y éste muere, para que luego de varias peripecias Oharu termine en un burdel. El éxito, tanto artístico como financiero, llegó con Cuentos de la luna pálida (Ugetsu monogatari, 1953) y El intendente Sansho (Sanshô dayû, 1954), ambos filmes destacan por la composición y movimientos de cámara soficticados. La última película que Mizoguchi realizó antes de su muerte fue La calle de la vergüenza (Akasen chitai, 1956), un contundente retrato sobre la prostitución ambientado en un burdel; el Parlamento y las autoridades insisten en aprobar una ley para prohibir la prostitución, afectando a las mujeres –que por diversas circunstancias– trabajan ahí.
Kenji Mizoguchi: The Life of a Film Director es un notable documental de 150 minutos, realizado en 1975, sobre la vida y obra del director japonés, Kenji Mizoguchi.
Su grandeza consistió en que nunca se rindió y siempre intentó aumentar la realidad de cada escena. Él nunca hizo concesiones, nunca dijo que una cosa u otra “iba a hacer”. En cambio, jaló o empujó todo aquello que fuera necesario hasta crear la sensación que correspondía con la imagen interior. Un director ordinario es incapaz de hacer esto. Y ahí radica su verdadero espíritu como director, porque tenía el temperamento de un verdadero creador. Empujó e insistió, y fue a menudo criticado por eso, pero continuó y creó obras maestras. Esta actitud hacia la creación no es nada fácil, pero un director como él es especialmente necesario en Japón, donde muchos se resisten a este tipo de empuje. Con la muerte de Mizoguchi, el cine japonés ha perdido a su creador más verdadero.
Akira Kurosawa
LFG (@luisfer_crimi)
Fuentes: Cinephilia and Beyond, Criterion Collection